Jenufa Bayerische Mattila

Óperas con sabor a tierra

Munich (11/03/2017). Bayerische Staatsoper. Janáček. Jenufa. Sally Matthews (Jenufa). Karita Mattila (Kostelnicka), Stuart Skelton (Laca) Pavol Breslik (Steva) Hanna Schwarz (Abuela Buryja). Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Dirección de Escena: Barbara Frey. Dirección musical: Tomás Hanus.

Hay óperas que están pegadas a la tierra, que saben a tierra. A la tierra de la que surgieron, en las que están enraizadas por muchas de sus melodías, por su sentir cercano al mundo donde fueron creadas. Pero también que llevan al oyente a buscar lo que le une al mundo real, al mundo de la tierra, de lo que verdaderamente importa. En 1904, Janacek, un compositor de un rincón casi perdido del Imperio Austro-Húngaro,  supo crear algo más permanente que ese imperio de desfiles militares, valses y lujo. Porque, siguiendo la estremecedora obra teatral La hijastra de Gabriela Preissová,  él buscó en su tierra, en su pueblo, en su mundo moldavo, la inspiración para crear una obra maestra que se llama Jenufa.

Uno se pregunta cómo una ópera con tanta fuerza y con una música excepcional no se programa con más asiduidad, y por eso el aficionado celebra como un verdadero acontecimiento su programación. Además, la que vamos a comentar en estas líneas es de las que no se olvida fácilmente. Es la reposición en la Ópera Estatal de Baviera de una producción propia, estrenada de 2009 y que firma Barbara Frey. Frey desnuda a la historia de Jenufa de cualquier toque folklórico o dulce que pudiera introducirse, bien apoyada en una excelente escenografía de Bettina Meyer. La acción se sitúa en una indefinida época donde los personajes principales rozan casi la miseria, en un paisaje de apariencia lunar, con la casa familiar convertida en poco más que un chamizo, el molino, que da en la historia original la riqueza a la familia, sustituido por los molinos de energía eólica, y el pueblo convertido en unos zombies sacados (e imitando la coreografía) del videoclip de Thriller de Michael Jackson. Esta caracterización es la que más choca, pero supongo que la regista ha querido reflejar lo destructiva, incluso letal, que puede ser la sociedad rural en un caso como la historia de Jenufa. Correctos el vestuario de Bettina Walter y la iluminación de Michael Bauer.

Lo agreste y duro del escenario va perfectamente con la dureza del texto de Janacek, con la tragedia que viven estos personajes esclavos del mundo rural en el que viven. Por eso es importantísima la implicación actoral de los cantantes. En Jenufa es imprescindible cantar muy bien pero también ser un experto actor y en la representación del pasado sábado 11 no hubo duda de la entrega de todos. Sally Matthews es una perfecta Jenufa. Tiene completamente interiorizado el personaje, al que aleja de una posible ñoñería o simpleza dándole fuerza y personalidad pero sin perder esa inmensa ternura que emana y que Janacek mima con una música de una belleza exquisita cuando ella interviene. En lo vocal estuvo soberbia, con amplio dominio de todo el registro en una ópera que, como pocas, exige lo máximo de los personajes principales, sobre todo en la tesitura más aguda. Matthews, además, posee un timbre bellísimo que dibuja una Jenufa hermosa por dentro y por fuera. Estuvo bravísima en todas sus intervenciones, pero emocionante hasta la médula fue su “Salve” del II acto, cantada con una dulzura inolvidable.

Hablar de Karita Mattila es hablar de una de las más grandes cantantes que siguen pisando los escenarios operísticos. Ella ha sido una gran Jenufa y ahora es una inconmensurable Sacristana. Decir que brilla en el papel sería poco, lo hace suyo y nos lo muestra con todas sus aristas, las de esa mujer dura aunque en el fondo tierna y protectora, pero siempre esclava del qué dirán en el pueblo. Vocalmente nadie niega el paso de los años pero no es de esas Kostelnicka ajadas, de divas en sus últimos años, no. Mattila sigue teniendo ese timbre tan personal, tan pleno y carnoso, de fácil agudo pero mejor centro y grave, que sigue enamorando a quien tanto la admira y que hizo que parte del público se pusiera en pie en su primer saludo al final de la representación para rendir tributo a una cantante muy grande.

Los dos papeles masculinos protagonistas de Jenufa tienen una de las escrituras vocales más endiabladas del repertorio. Siempre al límite en la zona aguda, se requieren buenas armas para sacar adelante tan difícil empeño. Stuart Skelton estuvo brillantísimo en todas sus intervenciones. En lo actoral mostró un Laca un poco atolondrado pero de buen corazón y en lo musical un enamorado de Jenufa, con voz de más cuerpo, presencia y personalidad que lo que se suele oír. Una perfecta emisión completó su excelente noche. También estupendo el Steva de Pavol Breslik, con una voz que supo lidiar sin estridencias y sin forzar su endiablado papel, destacando sus agudos limpios y brillantes. Sin problemas, muy sonora, pero con una voz que ya no es la de antes aunque sí muy adecuada para el papel de la abuela Buryja, la gran Hanna Schwartz. Estupendos el resto de comprimarios y muy bien el Coro de la Bayerische Staatsoper.

El joven director checo Tomas Hanus, que en otoño será el director musical de la ópera de Gales, es un consumado especialista en el repertorio eslavo. Aunque se detectó un cierto desconcierto en el preludio, muy pronto Hanus dominó perfectamente esa excelente orquesta que es la de la Ópera de Baviera (espectacular el concertino en su solo del segundo acto), brindando una versión rica en matices, con esos marcados cambios con los que Janacek nos va situando los distintos planos de la ópera: la ternura, el toque popular, el dramatismo y el desgarro. Una paleta de colores que hacen de esta ópera una auténtica obra maestra, reitero, que debería estar mucho más presente en las temporadas de los llamados teatros de primera fila.