DonCarlo Sabadell 

Respect

Sabadell. 23/02/2018. Teatro de la Farándula. Verdi: Don Carlo. Albert Casals, Maite Alberola, Carlos Daza, Laura Vila, Felipe Bou y otros. Dir. escena: Carlos Ortiz. Dir. musical: Daniel Gil de Tejada.

La lírica y la pretenciosidad no se llevan bien. Por eso admira encontrar iniciativas modestas y dignas como la que desde hace más de tres décadas vienen desarrollando los Amigos de la Ópera de Sabadell, una institución que no pretende dar gato por liebre, a diferencia de lo que sucede en ocasiones con instituciones de mucho más renombre.

Es justo y necesario poner en valor el ímprobo e impagable esfuerzo de esta institución, a la que quizá Hacienda debiera mirar con ojos más benevolentes. Y es que, ¿cuánto dinero aporta el Ministerio del Sr. Méndez de Vigo a la temporada lírica de Sabadell? Es hora de pedir un poco de respeto por los quijotes que llevan décadas peleando por la lírica en nuestro país. Mirna Lacambra y su equipo habrán podido cometer errores, pero va siendo hora de reconocer el enorme mérito de su hazaña. Respect.

Y es que poner en pie el Don Carlo verdiano no es fácil. Y mucho menos si se apuesta por cantantes locales, jóvenes en su mayoría y por ello debutantes en sus roles, a excepción de Felipe Bou haciendo las veces del monarca español. Éste firmó, a decir verdad, un Filippo sólido y en buena forma vocal, esmerado en el fraseo, sobre todo a partir de su brillante y consabido monólogo. Pocos bajos españoles hay en activo y por ello bien debiera ponerse en valor el estimable trabajo de Bou.

En la parte titular Albert Casals debutaba prestando su voz al Infante Don Carlo. Valiente y por momentos osado, aventurándose allá incluso donde la técnica no le secundaba, Casals intentó hacer suya una partitura ingrata y que a priori no es la idónea para sus medios. Cabe quedarse en suma con su arrojo y entrega, a pesar de un tercio agudo irregular.

Maite Alberola fue de menos a más en su debut como Elisabetta di Valois, mostrándose algo incomoda con un rol que de antemano se diría ideal para su voz. Logró redondear no obstante con acierto su gran escena del último acto, donde pareció encontrarse más desahogada y segura con la partitura.

De todo el cartel, a buen seguro, fue Carlos Daza el que brindó una interpretación más redonda, con una ejemplar lectura del Marqués de Posa. Desde un enfoque lírico del personaje, Daza fraseó con gusto y vigor, resaltando la nobleza y honor de un personaje bellísimo y que parece haber debutado en el momento oportuno.

Grata sorpresa también la Éboli de Laura Vila, dueña de un hermoso instrumento de mezzosoprano, de atractivo color y técnica resuelta, capaz lo mismo de recrear con limpieza las agilidades de la ‘Canción del velo’ que el canto impetuoso del ‘O don fatale’. Del resto del cartel, decepcionante labor la de Danil Sayfullin en la parte del Gran Inquisidor, con visibles problemas para resolver el tercio agudo de su partitura.

A pesar de un excesivo rigor con los tiempos, Daniel Gil de Tejada firmó un buen trabajo en el foso, mostrando una lectura clara y ordenada de la partitura, con detalles de buen gusto en el fraseo. La Orquesta Sinfónica del Vallés respondió con oficio, con un sonido homogéneo aunque con puntuales fisuras en la cuerda y en las maderas. Estimable labor también por parte del coro de los Amigos de la Ópera de Sabadell, a pesar de algún visible desajuste en la escena del Auto de Fe.

La producción de Carlos Ortiz no tiene mayor virtud que la de servir de suficiente decorado a un desarrollo literal de la acción. Tampoco tiene, hay que decirlo, alientos pretenciosos: de hecho hemos visto producciones semejantes llevadas a cabo con muchos más medios y mucha más verborrea. Aquí, al menos, lo que hay es lo que se nos vende, sin fatuos envoltorios. Buen detalle, quizá el único, al jugar con la iluminación en mitad del dúo entre Felipe II y Posa, cuando éste reprocha al primero su acción en Flandes.  

Me permito cerrar estas líneas con una reflexión, que apunto al Sr. Ministro Íñigo Méndez de Vigo, si es que nos lee. Un Don Carlo como el presente, con voces españolas y francamente muy respetable, debería tener la oportunidad de girar no solo por Cataluña, como ya sucede, sino también por numerosas plazas de la península que carecen de programación lírica estable: desde Zaragoza a Pamplona o Vitoria pasando por Alicante o Burgos, por citar apenas media docena de lugares a los que podría llegar sin problemas, en el marco de una gira por España. La reflexión es: ¿para cuándo una compañía lírica nacional, donde tengan cabida nuestros cantantes y nuestros escenarios, más allá de los grandes teatros? Sería fantástico amortizar el esfuerzo de poner en pie un Don Carlo como éste si junto a la docena de funciones ya previstas en Cataluña se pudieran sumar otras tantas por España. Ya sé que clamo en el desierto, pero me temo que es un clamor obligado.