TalensLyriques

“And let the sound of music creep in our ears”

Madrid. 26/02/2016, 20:00 horas. Teatro Real. Music for a while: a tribute to Shakespeare. Obras de  Purcell, Händel, Veracini, Graun y Benda. Maria Grazia Schiavo (soprano). Les Talens Lyriques, Chistophe Rousset (director).

Alrededor de la wagneriana Prohibición de Amar, representándose estos días en el Teatro Real, y por qué no teniendo también muy presente el 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare, nos ofreció la temporada madrileña este interesante concierto con obras que tienen en común su relación con la obra del autor inglés, si bien en ocasiones hay que recurrir a más de un grado de separación, con la particularidad que proceden de autores del siglo XVII y XVIII. Y es que si bien al pensar en la relación de Shakespeare con la ópera pensamos principalmente en el Romanticismo (y seguramente casi todos primero en la obra verdiana) y el siglo XX, no escasean los ejemplos anteriores, aunque en su mayoría permanecen inéditos con escasas excepciones; la, muy relativa por otro lado, recuperación del Falstaff de Salieri permanece casi como un hito indicando que hay vida más allá de Purcell y Händel y más acá del siglo XIX.

Siendo el reclamo más obvio la soprano italiana también era un punto de interés la presencia del conjunto francés Les Talens Lyriques, con su mismo fundador al frente, Christophe Rousset. Limitado en esta ocasión a funciones de dirección, diría que fue una de sus intenciones de partida establecer en todo momento dos planos sonoros en la orquesta – físicamente separados por el clave- en diálogo casi en pie de igualdad, para lo cual reforzó particularmente las cuerdas más graves (2 violas,  4 violonchelos, 1 contrabajo) frente a los 10 violines. El resultado fue excepcional en la obertura de Giulio Cesare, donde la filiación “francesa” de la primera sección, con toda su solemnidad regia se manifestó como no podía ser de otra manera en manos del conjunto de origen galo, para dar paso a una segunda sección asombrosamente ensamblada con bloques encajados milimétricamente sin que faltasen tampoco elegantes dinámicas. En sus restantes intervenciones estrictamente instrumentales una obertura de Coriolano de Graun no demasiado destacable como composición permitió manifestar una vena más “italiana”, mientras que el Preludio-Hornpipe de Fairy Queen ejecutado con un tiempo muy vivo, casi festivo, fue un perfecto preludio para el recital, aunque creo lució más la Dance for Chinese man and woman, con su ritmo ternario muy marcado, enfatizando su forma de chacona y carácter de danza. Siempre sabe a poco un conjunto de esta categoría en formato recital, donde se limitan a acompañar al/los cantantes de turno la mayor parte del tiempo, cosa que también en esta ocasión hicieron magníficamente como comentamos a continuación.

No es la de Maria Grazia Schiavo una voz deslumbrante que destaque por poseer lo que podríamos denominar cualidades diferenciales que pudieran llevarla a ser considerada entre las grandes; decir esto tampoco es hacerla de menos, que como dice el pasaje evangélico muchos son los llamados y pocos los elegidos. La falta de cuerpo o de un timbre con mayor personalidad sin embargo se compensan con una elegancia natural, un dominio del estilo adquirido y una disposición para trabajar el fraseo siempre con intención que le permiten transmitir con su canto. No empezó sin embargo bien, ya sea precisamente por encontrarnos al inicio o porque Purcell tal vez le es más ajeno, en todo caso en la bellísima See, even Night más que delicadeza hubo blandura y la sutileza quedó para el acompañamiento de Les Talens. Pero a partir de ahí sus prestaciones mejoraron apreciablemente; ya en el aria de The Tempest, Come down my blusterers, de lleno en los dominios de la coloratura más exigente, ofreció magníficas frases aunque se vió obligada a alguna respiración fuera de lugar. De categoría juzgando por lo que nos ofreció su Cleopatra del Giulio Cesare, Se pietà di me non senti en particular, muy comunicativa y traduciendo el texto con la expresividad justa, algo menos en la celebérrima Da tempesta il legno infranto, donde los problemas vinieron por no medir adecuadamente: en primer lugar, un tempo demasiado rápido para ella, sin descanso siquiera en la sección central, que la llevó al da capo demasiado apurada, y en segundo lugar un exceso ornamental en el mismo, que resultó desmesurado desnaturalizando el sentimiento propio del aria, poniendo de manifiesto qué difícil es dar con el punto adecuado sin caer en la exhibición gratuita. Para cerrar la primera parte, un aria extraordinaria de Veracini, y descubrimiento del día para el que escribe, Allevar la serpe in seno de Rosalinda, que incluye pasajes para chelo casi como si de un concierto para el instrumento se tratase (aplausos para el solista que incluso ejecutó una cadencia al final del aria), y que se ajusta a la perfección a las cualidades de la soprano, con escritura algo más central que le permite un canto de carácter, sin estar huérfana de agilidades.

La segunda parte del recital siguió por el mismo camino de descubrimientos, en este caso procedentes de la ópera Coriolano de Graun, dos arias de diferente naturaleza muy bien ofrecidas ambas por Schiavo, aunque la primera de ellas (Senza di te mio bene), frente a la escritura más liviana de la segunda (Mio dolce sposo) puso de manifiesto una tendencia de la soprano a engrosar la voz artificialmente en ocasiones, cosa que no es nunca recomendable si bien lo hace con cuidado de mantener la homogeneidad, y buscando un efecto expresivo, que la voz suene más “suntuosa”; cuestión ésta al margen las largas frases sostenidas escalando progresivamente hacia el agudo fueron de lo mejor de la noche. Por último, la escena formada por el recitativo acompañado Auch sie verstummt y aria Du, dia vom grauen Wagen nos dejó una nueva muestra de las capacidades interpretativas de la italiana, así como de su versatilidad uniendo en un mismo recital inglés, italiano y alemán. Sorprendente esta muestra de la opera Romeo und Julie de Georg Anton Benda, estructuralemente muy compleja que para mostrar los diferentes estados de animo de la protagonista Julie incluye diversas secciones, momentos claramente irresueltos musicalmente, otros de desconexión entre el acompañamiento y la línea vocal... sonando por momentos mozartiana o belcantista y produciendo una sensación de extrañeza (o extrañamiento) totalmente conseguido por Schiavo.

Dos generosas propinas para finalizar, muy coherentes además con el resto programa, cosa que hay que destacar porque no siempre es norma: una nueva aria de Coriolano de Graun y la sublime Pingeró la sorte mia del Giulio Cesare donde Schiavo mostró nuevamente su capacidad interpretativa con una intensidad que casi rozó lo excesivo para el repertorio, secundada por un Rousset que contribuyó a poner un broche emocionalmente enfático al recital relentizando el final de manera efectista. Magníficas las notas de Eva Sandoval en un programa de mano destacable por su resolución estética (felicitaciones a quien corresponda) en el que se cumplió además con la obligada unión de la figura del Bardo de Avon con la de Cervantes, algo menos agraciado que el inglés en cuanto a su relación con la música.