Parsifal Bayreuth 2018 EnricoNawrath

 

El sonido inmaterial

Bayreuth. 26/07/2018. Festival de Bayreuth. Wagner: Parsifal. Andreas Schager, Günther Groissböck, Elena Pankratova, Derek Welton, T J. Mayer, Tobias Kehrer, Tansel Akzeybek, Timo Riihonen, Alexandra Steiner, Mareike Morr, Paul Kaufmann, Stefan Heibach, Ji Hoon, Katharina Persicke, Bele Kumberger, Sophie Rennert, Wiebke Lehmkhul. Dir. de escena: Uwe Eric Laufenberg. Dir. musical: Semyon Bychkov.

Sin duda una de las noticias y atractivos artísticos de la 107 edición del Festival de Bayreuth era el debut en el foso del director Semyon Bychkov (San Petersburgo, 1952). El ruso recoge el testigo del último director eslavo que dirigió en el Festspielhaus, ni más ni menos que Kirill Petrenko quien dirigió el Ring del Bicentenario del 2013 al 2015. Se da además la coincidencia de que el año que viene se ha confirmado el próximo debut de Valery Gergiev como director de la nueva producción de Tannhäuser que abrirá el Festival en 2019. De modo que la escuela rusa de la dirección orquestal está de enhorabuena.

No parece coincidencia que Bychkov haya debutado con Parsifal en el templo wagneriano, pues ésta fue la primera ópera que él mismo vio en su juventud en Bayreuth y también fue la primera ópera de Wagner que dirigió en su carrera, en 1997 en el Maggio Musicale Fiorentino. En una entrevista para el programa de mano Bychkov alude al sonido inmaterial de esta ópera, a sus pentagramas cósmicos, como choques de galaxias que se fusionan, nacen y renacen en si mismas, un crisol de poética interpretación que se ha reflejado en una lectura trascendente, de perfil lírico y belleza contemplativa. 

El maestro de San Petersburgo proyectó una partitura de serena placidez, sin estridencias, con un atinado uso de las dinámicas y un tempo flexible y profundo. La orquesta respondió de manera fantástica, con ese sonido etéreo y denso ‘made in Festspielhaus’, con unas cuerdas de sensual tersura (escena de las muchachas flor) e iridiscentes en el final de la ópera; y con unos vientos y metales, sobre todo estos últimos, de radiante belleza y majestuosidad (escena de la consagración del primer acto, música del Viernes Santo). 

El tradición rusa de Bychkov dejó su impronta en la especial belleza de los metales, haciendo de su lectura un discurso subyugante e hipnótico. Es cierto que pudo sorprender una concepción muy personal del tempo, con momentos de especial letargo (seducción de Kundry a Parsifal) lejos de otras lecturas mucho más sensuales o eróticas, pero precisamente ahí estuvo el sello personal de una lectura diferente, clásica y moderna a la vez.  Un triunfo personal, pues, para Bychkov; un logro merecido, capaz de aportar nuevos puntos de vista a la lectura de la última ópera wagneriana. Debut sugestivo e inspirador con un título que es ‘propiedad de Bayreuth' como ningún otro. 

El reparto voló a un grato nivel, repitiendo alguno de los nombres de los dos años anteriores como la segura y potente Kundry de Elena Pankratova. De canto marmóreo, sin fisuras y con una extensión considerable, agudos lanzados con gallardía y centro y graves pulidos. Así y todo no es una cantante de gran imaginación en el fraseo, lejos de una Meier por ejemplo, y sus colores son más bien monótonos. Más telúrica que camaleónica como respondería a un carácter que es un crisol de mujeres, según las propias anotaciones de Wagner en la partitura: desde la Eva del paraíso, a María Magdalena, de Venus a Valquíria, de mensajera del Grial a esencia de la naturaleza hindú (Prakriti). Pankratova puede impresionar con su canto, pero no consigue llegar a la esencia del rol femenino más complejo del universo femenino wagneriano.

El timbre afilado y penetrante del tenor austríaco Andreas Schager, también repetidor de las dos ediciones previas como Parsifal, se antoja algo frío, sobretodo en el primer acto, donde su potencia y modos algo toscos pueden desconcertar. Pero el cantante sorprende con la melosidad de su proyección y cuidado del fraseo en un segundo acto sorprendente, para llegar al tercero donde la humanidad de Parsifal y su redención muestran gradaciones en el canto dignas de una cantante de raza avezado en este exigente repertorio.

Recogiendo el testigo del gran Georg Zeppenfeld, quien cantó el papel en las dos ediciones anteriores, debutaba como Gurnemanz el bajo austríaco Günther Groissböck, excelente actor y un valor canoro que aporta seguridad y generosidad interpretativa. Quizás el color, más baritonal que bajo según la posición, con pérdidas de esmalte y algún que otro agudo de sonido fijo, no ayudó a ahondar en la belleza de un rol que tiene alguno de los monólogos más largos escritos por Wagner. Pero su entrega, efusividad y control del registro lo confirman como uno de los valores seguros del ‘reparto clave de la casa’. No en vano será el nuevo Wotan de la nueva producción del Ring que se estrenará en 2020.

De color atractivo y timbre terso, el joven y generoso cantante australiano Derek Welton ofreció como Klingsor una lectura más humana que mefistofélica del nigromante, cuidando la emisión con detalles de gran clase en el fraseo. De escultórico canto, tesitura impecable en su extensión, cuidada calidez en su proyección y búsqueda de colores en el texto, Thomas J. Mayer firmó su primer Amfortas en Bayreuth con brillantez y convicción. Resto del reparto compacto y seguro, efectivas las Muchachas flor, equilibrados los Caballeros del Grial y algo pálido el Titurel de Tobias Kehrer, a quien la amplificación perjudicó notablemente incidiendo en un vibrato innecesario. 

De nuevo, y como parece ser ‘sagrado’ en Bayreuth, inolvidable labor del coro. Ofrecieron la mejor muestra de ese ‘sonido inmaterial’ propio de este teatro único en el mundo. Bychkov supo infundir el lirismo y luminosidad de la escritura coral wagneriana, ofreciendo una labor inolvidable con la firma de Eberhard Friedrich como director de uno de los mejores coros operísticos del mundo.

La producción de Uwe Eric Laufenberg que muestra un Parsifal más panteísta que religioso, que cree más en una humanidad libre del yugo innecesario de la fe mística. Puede parecer que va en contra de la esencia de la obra, pero no es menos cierto que la lectura funciona, con la panreligión como mensaje que unifica a la humanidad. Si bien la producción se puede hacer algo pesada, por estática, la batuta ‘salvadora y lírica’ de Semyon Bychkov elevó la función a sus mejores cotas de calidad musical.