Albelo Moreno Puritani Liceu18 Bofill

 

A vueltas con las identidades

Barcelona. 21/10/2018. Gran Teatro del Liceo. Bellini: I puritani. Celso Albelo, María José Moreno, Andrei Kymach, Nicola Ulivieri, Lidia Vinyes-Curtis, Gianfranco Montresor, Emmanuel Faraldo. Dir. de escena: Annilese Miskimmon. Dir. musical: Christopher Franklin.

Triunfo evidente de dos cantantes españoles en el Liceu. Y contraste inmediato: cuando ya el público abandonaba la sala, un grupo de espectadores ejerció su libertad de expresión pidiendo la excarcelación de los políticos catalanes en prisión preventiva desde hace un año. Seguramente, mientras actuaban en escena, nadie reparó en que Celso Albelo y María José Moreno son españoles. Como por descontado ellos no habían reparado en si el público ante el que cantaban era catalán, riojano o neozelandés. La cultura, y con ella la lírica, siempre ha buscado sobreponerse como un lenguaje universal, más allá de las identidades locales; y no acallándolas, sino intentando conjugar el valor de lo propio con la valía de lo ajeno.  

Como hemos apuntado en el editorial de la última edición impresa de Platea Magazine, parece vano desde antaño todo esfuerzo por separar arte y política, estética e ideología. Lo que sí parece imperativo es buscar que su nexo sea constructivo, reflexivo al menos. Toda esta larga introducción para decirles que la propuesta de Annilese Miskimmon para estos Puritanos me parece sumamente oportuna y plenamente justificada. Otra cosa es que su resolución estética nos pueda gustar más o menos -confieso que en este punto me deja un tanto indiferente-. Pero solo cabe aplaudir el arrojo de una directora de escena nacida en Belfast que apuesta por llamar la atención sobre el caracter ciclico de determinados conflictos políticos y tensiones sociales, vinculando la acción de la obra de Bellini con la Irlanda del Norte sacudida por el IRA. Un contexto en el que ella misma vivió y creció; y un contexto que a buen seguro dista menos de lo que pudiera parecer de aquella Inglaterra de Cromwell y compañía. Lo dicho, pues: la propuesta de Annilese Miskimmon me parece un ejercicio valiente y plenamente justificado, sumamente válido. La directora de escena consigue que lo biográfico y lo político se conjuguen sin traicionar el espíritu original de la obra. Habida cuenta del estancamiento cíclico que atraviesa la tensa relación entre España y Cataluña, estos Puritanos, todo un toque de atención sobre las identidades, deberían hacer reflexionar a más de uno.

Por cierto, ojalá las ideologías y el politiqueo de más baja estopa no tenga nada que ver con la salida de Christina Scheppelmann al frente de la dirección artística del Liceu. Lo cierto es que todo apunta a que su salida -su no renovación mejor dicho- es una consecuencia directa de la entrada de Valentí Oviedo como director general del teatro. Y no pocas voces apuntan a la decidida estrategia de éste para volver a jugar a la política con el futuro del coliseo de las Ramblas. Mal camino, se antoja...

 

Veinte años han pasado ya desde la primera Elvira de I puritani que María José Moreno cantó en Oviedo allá por octubre de 1999. Y más de quince años lleva también Celso Albelo paseando su Arturo por los principales escenarios de medio mundo. Ambos compusieron una pareja ideal para protagonizar esta partitura belliniana. Albelo volvió a ofrecer lo mejor de su canto, esto es, aristocracia y clase en el fraseo, elegancia en el decir, poesía en los acentos y un juego dinámico emocionante. Todo ello para redondear un Arturo emotivo, ideal sobre todo en el tercer acto, donde suena aguerrido y herido, valiente y dolido. Bellísima la canción del trovador, vibrante el ‘Credeasi misera’ y sobresaliente el dúo con María José Moreno. Ésta sigue resolviendo con soltura el canto de agilidad, con alguna puntual dureza en un par de ascensos más expuestos. Cantante correctísima, su belcanto es limpio, como pulida es su emisión; tan solo cabe echar de menos en su caso un color más personal del instrumento y unos acentos algo más intensos; nada que impida quitarse el sombrero ante una Elvira como seguramente ninguna otra soprano española ha cantado antes.

El resto de voces, aunque correctas, rindieron a un nivel claramente inferior: buen material, aunque poco estiloso, el de Andrei Kymach como Riccardo; insuficiente y demasiado anónimo, como en tierra de nadie, el Giorgio de Nicola Ulivieri; y meramente correcta la Enrichetta de Lidia Vinyes-Curtis. Mejores impresiones, en cambio, con la voz de Gianfranco Montresor como Giorgio; sería bueno escucharle en papeles de mayor empaque para valorar mejor su valía. Finalmente, muy correcto Emmanuel Faraldo en su breve cometido como Bruno.

Ordenada y nítida la dirección musical de Christopher Franklin, a pesar de algunos tiempos ocasionalmente pausados en demasía. Faltó un punto de brío, en consecuencia, en algunas escenas, aunque acompañó con exquisito gusto a los solistas en sus pasajes solistas, sobre todo en las páginas de mayor lirismo y evasión poética. La orquesta y el coro titulares del teatro sonaron esta vez un punto por debajo de lo escuchado en anteriores producciones, sembrando alguna duda sobre esa trayectoria ascendente que claramente venían trazando. Por cierto, aunque en realidad se debieron a la producción de Miskimmon, se antojaron muy discutibles los numerosos cortes en la partitura, sobre todo por innecesarios.