Nott GMJO Kursaal19 Inaki Zaldua 

¡Ay, esos traicioneros metales!

Donostia. 07/03/2019. Palacio Kursaal. Gustav Mahler: Sinfonía nº 3 en re menor, con Elena Zhidkova (contralto), Orfeón Donostiarra, Orfeoi Txiki, Gustav Mahler Jugendorchester. Dirección musical: Jonathan Nott.

La Orquesta Sinfónica Juvenil Gustav Mahler, creada por Claudio Abbado, se detuvo en la capital guipuzcoana dentro de su larga gira por distintos países europeos con la intención de ofrecer al aficionado donostiarra un plato denso; demasiado incluso, visto el resultado final. Y es que la música sinfónica de Mahler y, en especial, esta sinfonía no es sino el intento de concreción por parte del compositor de la infinidad en sí misma. La Sinfonía nº 3 en re menor es un edificio marmóreo en el que se pide a escultores la máxima precisión posible para poder levantar la estructura que vamos posteriormente a contemplar. 

Más de cien asientos vacíos podíamos ver en el escenario, dispuestos tal y como deseaba el señor Nott, minutos antes de comenzar el concierto, dispuestos enfrente de más de cien atriles que recogían el tesoro a descubrir: una partitura gigantesca para una orquesta de enormes dimensiones. Sin embargo, y auque solo sea por arrinconar los epítetos grandilocuentes, merece la pena recordar que Mahler en más de una ocasión exige del músico capacidad de recogimiento y calidad técnica pues cada sección habrá de disfrutar de su momento solista dentro de ese infinito magma que es la obra.

Ya es sabido que con la música de Gustav Mahler no cabe término medio: lo que para unos es artificiosidad y grandilocuencia para otros es hondura y misticismo. A mode de ejemplo apuntar que el primer movimiento Kräftig. Entschieden llega a los 35 minutos y al final del mismo, en mi opinión, lo mejor de la noche, uno ya tiene síntomas de agotamiento. Y l obra llega a los cien minutos. Pero la dimensión misma nos habla de las últimos intenciones del compositor: la descripción artística de la Naturaleza, de la Vida, mediante la cual llegamos a perder la perspectiva del tiempo.

Infinitos contrastes no ya solo entre los movimientos sino dentro de cada uno de ellos, exigiendo al oyente acompañar al intérprete en ese caminar que es la descripción de la Vida misma. No es fácil escuchar una sinfonía de Mahler si has decidido que todo lo que te es ofrecido es “hondura y misticismo”. Y no es fácil para la orquesta ser capaz de transmitir tales características; si lo son, pues para ello existe el efectismo, transmitir “artificiosidad y ampulosidad”.

¿Quiero decir que la lectura de Jonathan Nott y la Orquesta fue superficial? No. Lo que quiero decir es que para la transmisión de tales parámetros se hace indispensable acertar en el apartado técnico pues técnica y emoción no son elementos contradictorios. Y aunque Jonathan Nott lo intento los jóvenes de la orquesta, a pesar de ofrecer momento de alta calidad, mucha implicación e infinita ilusión, pecaron de errores en el fraseo (¡ay, esos metales tan traicioneros!) hasta colocarme/nos en situación previa a la frustración. 

Son jóvenes y tienen que aprender, me decía una amiga melómana a la salida del concierto tras exponerle sucintamente mis reservas. OK. Podemos estar de acuerdo; pero quizás por esa misma razón convengamos en que esta obra mahleriana es demasiado toro para esta orquesta. Que nadie interprete negatividad o menosprecio a lo realizado; el nivel fue notable pero Mahler es muy puñetero a la hora de exigir a la orquesta, entendida como instrumento, y a cada una de sus secciones una altura técnica imponente.

Excelente, con voz oscura de bellísimo color y fraseo intencionado la contralto rusa Elena Zhidkova y eficientes tanto las mujeres del Orfeón Donostiarra como los jóvenes del Orfeoi Txiki, colocado en el palco lateral derecho y que obligaron al director a contorsionarse para dirigirlos-coordinarlos. Una pena que los texto no fueran traducido en la sala.

Una velada notable a la que faltó ese punto de calidad que dan la experiencia de este tipo de conciertos para que rayara a más altura. La recepción popular fue importante pero sin llegar al paroxismo. Por cierto, voy elaborando una teoría sobre el publico donostiarra según la cual el volumen de sus toses es directamente proporcional al intento del director musical por apianar.