SerseLiceo

Efervescencia barroca

Barcelona 15/04/2016. Gran Teatro del Liceu. Händel: Serse. José Maria Lo Monaco (Serse), Hanna Husáhr (Romilda), Dominique DQ Lee (Arsamene), Veronica Cangemi (Atalanta), Ivonne Fuchs (Amastre), Christian Senn (Elviro), Luigi De Donato(Ariodate). Ensemble Mattheus. Dirección musical: Jean-Christophe Spinosi.

Hablar de una ópera de Händel en el Liceu de Barcelona, es ya de por sí noticia, en este caso buena noticia. Como bien versa en el programa de mano, el siempre interesante y clarificador artículo firmado por Jaume Tribó, alrededor de la historia de este título en los anales del Liceu, este Serse, supone el estreno absoluto de esta ópera en el teatro de las Ramblas. Si se cuenta que además es sólo el quinto título händeliano en la historia liceísta, después de cuatro Giulio Cesare, una Alcina (entonces escenificada en el Teatre Nacional de Catalunya por la reconstrucción después del último incendio), un Ariodante, un Tamerlano (en versión de concierto) y una Agrippina, la cosa se pone más que interesante. Contar en la historiografía del teatro un estreno absoluto como este reseñado, con una versión de concierto, desvirtúa algo el evento, pero lo cierto es que tanto el conjunto de instrumentos originales, el Ensemble Matheus, como su director titular, un relampagueante Jean Christoph Spinosi, consiguieron que la falta de escenificación pasara desapercibida gracias a un reparto muy homogéneo y a un espíritu barroco lleno de vida. Es posible que a más de uno se le atragante algo la manera poco ortodoxa y movimientos espasmódicos de Spinosi en el podio, como también es conocida su poca preocupación por las formas. Lo cierto es que sabe insuflar su innegable vena teatral y su chispeante espíritu a un conjunto orquestal que rebosa buenos instrumentistas y un sonido pleno y colorista. Así pues, con una visión madura y viva de esta penúltima opera seria italiana de Händel, asistimos a la recreación de una obra maestra llena de melodías hermosas y concisión en las arias (ninguna rebasa los siete minutos). No está el público del Liceu acostumbrado a las óperas barrocas y siempre se ha dicho que el teatro es demasiado grande para óperas de este período. Y sin embargo, la labor brillante, contagiosa y refrescante del Ensemble Matheus hizo que las casi tres horas de espectáculo se pasarán como un suspiro. Spinosi jugó la carta de la complicidad, jugando con guiños a Mozart, solo de violín del director, introducciones tipo jazz con el contrabajo y el clave, e incluso haciendo cantar a la orquesta alguno de los pequeños coros de la ópera. Todo ello habrá parecido a algunos una extravagancia, pero el sonido fue pleno y la brillantez de la lectura irrefutable. La conexión con el público de hecho fue increíble, pues vivió y disfrutó de la ópera con silencio cómplice, ¡sin ataques de tos!  fervorosos aplausos finales, coronando una función redonda. 

Entre los cantantes, quizás no destacó ninguno como una primera figura de espectacular resultado, pero la conexión con la partitura, el respeto por el estilo y las efectivas entradas y salidas marcaron un ritmo a la altura del impuesto por Spinosi desde la orquesta. La mezzo italiana Jose Maria Lo Monaco vino a sustituir a la anunciada Malena Ermann, y hay que reconocerle la buena labor, prestaciones musical y vocal con un resultado más que digno. Poco profunda y algo fría en el celebérrimo Ombra mai fu inicial, la voz es de proyección algo justa, sin mucho cuerpo, pero con un timbre cálido y agradable que aprovecha bien por toda la tesitura a pesar de lucir bastante mejor en el registro agudo que en unos graves donde el instrumento pierde esmalte y atractivo. Su punto álgido interpretativo fue con una soberbia Se bramate, espectacular aria di bravura del acto segundo, donde demostró flexibilidad, matices, garra interpretativa y seguridad técnica además de gusto notable en las variaciones. Destacó con luz propia el contratenor canadiense de origen coreano David DQ Lee como Arsamene, antiguo primer premio masculino del Concurso de Canto Francisco Viñas en su edición del 2006. Lee ofreció refinamiento estilístico y vocal merced a un instrumento maleable, de atractivo color y extensión homogénea y plena, destacando en agudos pulidos y graves abaritonados de gran impacto, además de hacer gala de un control de la respiración virtuosístico y un sentido del drama descubriendo un gran intérprete. Otra de las cúspides de la ópera fue el hondo y bellísimo lamento del acto segundo Quella che tutta fè, donde David DQ Lee dejó literalmente sin aliento al público del Liceu. Iluminó la gran sala de la lírica barcelonesa la voz radiante y de timbre diamantino de la sueca Hanna Husáhr como la enamorada y sufridora Romilda. De gran facilidad en el registro agudo, su voz fresca y sana dio a la función otro punto de calidad indiscutible, segura y seductora, su aria È gelosia del acto segundo fue de lo mejor de la velada. Encantadora se mostró la soprano Veronica Cangemí como Atalanta, la hermana celosa que sin embargo se llevó al público en el bolsillo por su gran expresividad y recursos de estilo de calidad contrastada. Debut en el teatro 25 años después de ganar los premios especiales de mejor cantante de lied y de Schubert de la edición XXIX (1991) del Concurso Viñas. Cangemí, quien usó el mismo vestido con el que ganó los premios ese año, se mostró especialmente cómplice con el publico y si bien la voz ha perdido color y esmalte, las tablas y la elegancia expresiva le dieron una categoría que la hizo recibir los aplausos en arias como la pizpireta Un cenno leggiadretto del primer acto o la sentida y conmovedora Voi mi dite del segundo acto. La tercera voz femenina del reparto fue la de la mezzo alemano-suiza Ivonne Fuchs, demostró carisma y coloraturas fluidas y un atractivo registro grave. Las dos voces masculinas graves las resolvieron con profesionalidad y soltura, Christian Senn como Elviro, el personaje bufo de la ópera, ostensiblemente más pendiente de la partitura que el resto de sus compañeros, quien quiso sorprender al público catalán cantando la popular “baixant per la font del gat” en una de sus salidas a escena, antes de cantar la cómica Chi volar fiora de un segundo acto que reunió lo mejor del reparto. Y por último el Ariodate de Luigi De Donato, quien con una voz sonora y un timbre algo rugoso cantó con convicción y buenas maneras sus dos escuetas arias, destacando en su intervención final Del cielo d’amare con desinhibida cadenza conclusiva. Caras de felicidad entre el público al acabar la ópera, sensación de haber asistido a una función que no perdió el ritmo en ningún momento, de efervescente resultado para dar justicia a una de las mejores partituras operísticas del gran Händel. Un día que pasará a los anales de la historiografía liceísta, pues se estrenó Serse también un 15 de abril, hoy hará ya 278 años. Su música se interpreta hoy con más vida que nunca, con intérpretes como el Ensemble Matheus y Jean-Christophe Spinosi el futuro de la interpretación barroca está más que asegurado.