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Albert Guinovart: "Es el compositor quien debe hacer el esfuerzo y no el oyente"

ENTREVISTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA DE PLATEA MAGAZINE Nº20 JULIO - SEPTIEMBRE 2021.
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Albert Guinovart es un músico referencial en Cataluña y en España, tanto en su faceta como intérprete, desde el piano, como en la compositiva. Acaban de concederle un Premi Alícia de la Acadèmia Catalana de la Música, por su obra Les aventures de Monsieur Jules y ha presentado su último disco, titulado El lament de la terra, editado por Sony Classical, con la Orquestra Simfònica de Barcelona y Diego Martín-Etxebarria. Hablamos de todo ello con el autor catalán, muy querido en su tierra (tiene el Premi Ciutat de Barcelona y hasta le han dedicado una tarta en la Ciudad Condal), buceando en las obras que componen el álbum y conversando sobre la actualidad musical.

Antes de nada, ¡felicidades por su reciente Premi Alícia de la Acadèmia Catalana de la Música!

Muchas gracias, estoy muy contento. Junto con la presentación de mi último disco, que finalmente pudo hacerse hace unas semanas, son muy buenas noticias.

¿Qué se puede escuchar en ese disco, El lament de la terra?

Incluye tres obras. La primera de ellas, que da título al álbum, fue un encargo de la Orquestra de Barcelona, hace ya bastantes años, estrenada en 2009. Yo lo concibo como un poema sinfónico y, aunque no es que yo me considere abanderado de la lucha contra el cambio climático, sí que estoy preocupado por ello y me sirvió como inspiración. No es que yo quiera influir en nada a la gente, pero como artista, hay temas que te motivan y bueno... no dejo, como persona, de ser sensible hacia ello.

¿Cómo se estructura la obra? En una primera parte, las primeras notas que pueden escucharse son las de La canción de la tierra, de Gustav Mahler. Viene a ser un poco como un leitmotiv que simboliza al hombre constructivo frente al hombre destructivo, que también aparece en la obra, con una música más, digamos, urbanita y de toques militaristas. Tras un desarrollo de la primera parte, se nos conduce a una especia de cataclismo, que podemos identificar con varios acordes dodecafónicos y de ahí... ¡la nada!

¿Cómo es esa nada?

Claro, realizar la nada en música... es complicado. Me decanté por hacer algo más textural. Algunos colegas compositores me dijeron que ha quedado algo muy interesante, aunque yo no es que sea especialmente amante de los efectos sonoros. Este efecto dura un par de minutos, hasta llegar a una tercera parte, que es un canto a la esperanza.

Y la esperanza...

¡Bueno, es que soy positivo! (risas). Pienso que estamos aún a tiempo de arreglar las cosas, ¡de que el mundo mejore!

Al estar la partitura estrenada en 2009, con todo el tiempo y las cosas que han sucedido desde entonces, si volviese a escribir la obra, ¿volvería a hacer lo mismo?

(Ríe) ¡Pues no lo sé! Es una buena pregunta... es que yo también he ido cambiando como persona y como músico. Voy evolucionando y, aunque no sé si realizaría exactamente lo mismo, sí que es probable que me aproximase bastante. Y, seguro, con un mismo final esperanzador. En definitiva, las personas que tenemos cierta plataforma de expresión, estamos obligados a dar un mensaje de esperanza, en la música y en la sociedad. Tenemos, siempre, que intentar cambiar mejor. No soy muy de recrearme en la tristeza, incluso en los tiempos que corren.

Le veo realmente convencido de que la música puede transmitir un mensaje...

(Piensa) Mire, no sé muy bien qué contestarle. Siempre me he considerado un músico, un artista de oficio. Mi oficio es la música, mi vocación. Creo que no soy nadie para intentar convencer a nadie de otras cosas extramusicales. Desde luego, la temática del clima, del cambio climático, me inspira para poder escribir una obra de arte como esta partitura. Sin embargo, creo que cualquier persona tiene que poder disfrutar de ella sin necesidad de conocer su argumento o su título. La obra tiene suficiente fantasía e imaginación como para atraer al público por sí misma, sin que este tenga por qué saber el mensaje que hay implícito en ella.

Sí que es cierto que, sobre todo a partir del siglo XX, hay cierta necesidad de que el artista esté comprometido con el tiempo con el que vive. Lo comprendo, pero lo entiendo ya desde la base de cada uno de nosotros, como personas que somos. Como artista, yo soy músico y hago música. No soy Greta Thunberg, no soy meteorólogo ni científico. Simplemente, como persona de este mundo, es un tema que me afecta y, como me expreso a través de la música, esto es lo que he escrito.

 

"No hay que ser originales a toda costa. Hay que ser auténticos"

 

Escuchamos en la obra ciertos motivos de la naturaleza...

Sí. Aparte del leitmotiv mahleriano que le comentaba, también quise plasmar el destino y, además, introduje ciertos efectos orquestales, a través de los cuales podemos escuchar a las aves quejándose, el movimiento del magma de la tierra, o el viento... ¡incluso los lamentos de la flora! Cuando tienes oportunidad de trabajar con una plantilla orquestal grande como la de la OBC, la imaginación vuela.

De hecho, la imagianción ha volado desde hace siglos con la naturaleza: Mahler, Brahms, Strauss..

¡Exacto! En algunas críticas me han llegado a comparar con Leonard Bernstein o con ciertos compositores más melódicos como Rachmaninov, pero aquí, creo, se me puede ver la huella mahleriana o straussiana en la orquestación, muy exuberante. Y, aunque esta es un poco más especulativa que otras obras, sin renunciar al elemento melódico, que siempre intento que nunca se pierda.

¿La melodía está garantizada con Albert Guinovart?

Sí, creo que tengo la suerte de que me define algo que, aunque no debería ser tan raro, hoy en día sí lo es: soy intérprete. No creo que usted conozca a un solo intérprete que se plantee no gustar al público. Todo el mundo, cuando hace un programa, lo hace pensando en si va a gustar. ¡Primero de todo, a ti! Pero inmediatamente después piensas en qué reacción va a tener el público. Lo que el intérprete siempre quiere es triunfar para que le vuelvan a llamar. Esta forma de ser que tengo como intérprete, que la llevo de forma intrínseca, se traslada a mi faceta como compositor. No concibo hacer música que pueda desagradar, ¡Aunque me interese mucho experimentar en un momento dado!

Pero, ¿todo puede ser experimentación?

Bueno, ¡cualquier obra es una experimentación! ¡Claro! Si no, con una sola obra ya hubiese bastado en la historia de la música. Sin embargo, creo que tiene que haber unos límites en la composición. Si no, incluso al melómano más acérrimo, puede acabar interesándole muy poco lo que ha ido a escuchar.

El ruido, que decía Antón García Abril...

¡Sí! Con Antón me entendía muy bien... Parece que cuando hablas de melodía, todo sea muy fácil, pero no lo es, en absoluto. Desde luego, si la música me apasionó desde que era pequeño, fue gracias a las melodías. La melodía es la que nos engancha a la música.

Volviendo al disco, su obra Les mans del vent, me ha parecido, tiene también una atmósfera posromántica.

¡Absolutamente! A veces hay gente que se define a sí misma como un nuevo posromántico... pero yo, creo, ¡soy directamente posromántico! ¡Soy más antiguo todavía! (Risas). Parezca que me haya saltado unas cuantas décadas del siglo XX, de las vanguardias, pero no es verdad. Si hago esta música que hago, es por que conozco toda la música que se ha hecho con anterioridad. A veces, uno actúa por reacción. El otro día, en la presentación del disco en Barcelona, contestaba a una pregunta que me hacían: Este disco es bastante actual, que no va más allá de los últimos diez años de mi carrera y recoge una época bastante ecléctica de mi música. Al principio yo era muy radical, en el sentido antiradical. Quiero decir, en mis comienzos sólo quería hacer música con acordes tríadas, todo muy inocente, muy blanca... como reacción a toda la complejidad de las generaciones anteriores.

A veces le comento a mis alumnos: uno tiene que reaccionar a las generaciones anteriores. Es algo que siempre ha pasado. Sin embargo, hoy en día parece que en la música académica se lleve cierta rutina de experimentación que bueno, al final todo acaba pareciéndose un poco. La vanguardia acaba siendo rutina, tradición... Pues sí.Cuando la vanguardia entra en la academia, ahí surge la contradicción.

Escuchando el concierto de Les mans del vent, me parece que tampoco renuncia usted, siquiera, el virtuosismo más técnico del solista.

¡Claro! Es que, sin olvidar la parte de la orquesta,  ¡un concierto ha de ser para que se luzca el solista! También como pianista que soy, no puedo renunciar a obtener recursos del Romanticismo, donde se desarrolló el piano como tal. Es verdad que ha habido otras contribuciones estupendas al piano, como las de Debussy, pero digamos que mi aportación al piano proviene aquí desde la tradición del Romanticismo.

 

"Cuando la vanguardia entra en la academia, surge la contradicción"

 

Entiendo que el piano, si no es todo, es mucho en su obra.

Es curioso porque, al principio, yo no quería mezclar demasiado las dos facetas. Además, los otros pianistas no te van a encargar a ti obra para piano... por lo que al principio no tenía muchas partituras para piano. Sin embargo, llegó un momento, hace años, en que me vi en la tesitura de escribir para piano, para poder estrenar ciertas cosas. Ya digo, en los últimos años. Con todo, tengo mucha música coral, cantatas, sinfónica...

¿En qué se diferencia este tercer concierto de sus otros dos anteriores?

Primero de todo, me gustaría decir que para mí, es muy emotivo. Lo estrené como encargo para la Banda Municipal de Barcelona, en su 125 aniversario. Después lo reorquesté y, aunque ya había tocado Mozart y otras cosas anteriormente, mi debut “grande” con la OBC fue con el Concierto en fa de Gershwin, con Franz Paul Decker a la batuta. Este concierto mío lo dirigió él en su última visita a Barcelona.

Respecto a mi Segundo concierto para piano, he puesto un poco más de énfasis ahora, en la parte para piano. Digamos que el segundo no es tan lucido para el solista y en este Tercero quise darle ese toque más virtuosístico del que hablamos. Además, aunque el Segundo era un poco oscuro, este Tercero tiene partes oscuras contrastadas con otras más brillante. En resumen, el Tercero es más maduro, sobre todo comparado con el Primero, que es una obra de juventud. 

Con todo, no dejan de ser un reflejo de su propia evolución.

¡Claro! En ellos está expresado todo lo que soy como artista, en cada momento de mi vida como persona. Ahora soy mucho más consciente de lo que significa una nueva obra mía, en el momento en el que la entrego. Hoy en día, como le digo a mis alumnos, la modernidad no es hacer ruido, sino adaptarse al mundo que estamos viviendo. Hoy en día la gente no tiene capacidad de concentración y todo es más breve, más corto. Lo del TikTok es el mejor ejemplo. De esta manera, no es que con la música quiera hacer cosas muy cortas, no, pero busco llevar al oyente por muchos sitios diferentes. Cada vez soy más consciente de ello. Es el compositor quien debe hacer el esfuerzo y no el oyente.

¿El público es quien marca la tendencia? Lo cierto es que con una generación anterior: Marco, De Pablo, Halffter... era el público el que tenía que pasar por sus formas...

Sí. Todo esto va en consonancia con lo que venimos hablando desde un principio: ¡es que yo no soy nadie! ¡Sólo soy un músico! ¿Por qué tengo que obligar al público a algo? En este sentido, sin personalizar en nadie, sí es cierto que en generaciones anteriores había compositores que se creían por encima de todos los demás. Entendían que el esfuerzo lo teníamos que hacer el resto, público incluido. Aquello de que el compositor nunca triunfa en vida, pero sí en la posteridad... bueno, pues si a ellos les interesa, me parece perfecto, pero yo prefiero y quiero gustar en vida, lo que pase una vez me haya muerto, me da igual (risas). Mi inspiración, en este sentido, es Mozart. Si continúa gustando hoy en día es porque pasaba de la alegría absoluta a una cosa triste y después a algo jocoso... todo ello llevándote él, sin que como público tengas que hacer un esfuerzo. 

Enlazando de nuevo con el disco y terminando con su contenido, entiendo que El somni de Gaudí es una conexión con su ciudad.

Sí. El somni de Gaudí contiene unos temas provenientes de un musical que compuse en 2003, para una nueva producción por un aniversario del arquitecto. A pesar de que hubo nombres de primer nivel implicados, resultó que, en realidad, la vida de Gaudí como tal, más allá de sus creaciones, tampoco tenía mucho interés... y hacerlo en una ciudad como Barcelona, donde puedes ir a vivir su creación a la calle... no tenía mucho sentido y, la verdad, no tuvo mucho éxito. Como compositor, sin embargo, sí que me inspiraba muchísimo y mi idea fue realizar una sinfonía sobre temas de Gaudí. Tuve un encargo de la Sinfónica de Castilla y León y, aunque yo quería realizar una sinfonía grande, a lo Mahler, de gran duración, por estas cosas de hoy en día en que todo tiene que ser breve, el proyecto finalmente se quedó en este poema sinfónico, que vendría a ser el primer movimiento de aquella sinfonía soñada. Quién sabe... quizá algún día la termine...

Ha mencionado anteriormente a sus alumnos, ¿cómo ve a los jóvenes, próximos compositores que pasan por la ESMUC?

Por mi experiencia, creo que está saliendo gente muy preparada. En general, los planes de estudios están demasiado cerrados, son poco flexibles. Mi carrera, por ejemplo, hoy en día sería muy difícil llevarla a cabo desde un principio. Poder hacer de compositor y de pianista al mismo tiempo... simplemente, no puedes. Que alguien tan joven tenga que decidir si quiere dedicarse a una cosa o a la otra, en exclusividad, es contraproducente.

Cuando yo era joven, más joven (risas), dedicarse a la música iba en contra de todas las convencionalidades. Yo siempre tuve el apoyo de mi familia, pero en general, dedicarte a la música no estaba siempre bien visto. Por eso tenías que hacerlo con muchísima pasión y convencimiento para ser capaz de salir adelante. Hoy en día, sin embargo, como ninguna carrera te asegura nada, porque anda que no hay abogados o biólogos trabajando de camareros... hay gente que, por probar y porque le gusta la música, se mete a estudiar al conservatorio. Sin pasión, sin una ilusión apremiante. Y quizá no tenga razón, pero no creo que sea positivo. Por otro lado, hay escuelas de música, no las superiores, sino anteriores, que no preparan muy bien a los estudiantes y los hay que llegan al superior con una formación un tanto irregular.

Lo que sí le puedo decir, seguro, es que la ESMUC, a diferencia de otras escuelas, es bastante abierta, sin una estética muy definida. Allí estoy yo, pero también está Mauricio Sotelo, Bernat Vivancos o Aureliano Cattaneo, por ejemplo, por lo que se combinan estéticas muy diversas, teniendo el alumno que pasar por, al menos, dos profesores. 

¿Tiene usted alguna máxima cuando el alumno llega a sus clases?

Con todo, yo prefiero dar herramientas antes que guiarles en una estética determinada. Que el alumno absorba el oficio. La cuestión interna ya es cosa de cada uno. Muchas veces se sienten presionados, influenciados para ser modernos. Lo que tienen que hacer es bien las cosas y creer mucho en ellos mismos. Siempre les digo que no quieran ser originales a toda costa. Lo que tienen que ser es auténticos. Si buscas en tu interior y encuentras tu yo auténtico, ya serás distinto. Y lo serás de forma honesta, no artificial como resultado de buscar una originalidad exterior, no propia.

Foto: Antoni Bofill.