sira hernandez ramiro e.tif© Ramiro E.

Sira Hernández: "La búsqueda de la luz es lo que motiva a todo artista"

La pianista y compositora Sira Hernández se consolida en su faceta como creadora a través de la grabación de su última obra: Tre Impressione sulla Divina Commedia (Tres impresiones sobre la Divina Comedia), un viaje excepcional donde recorrer al piano la inmortal obra de Dante. Tras estrenarlo en la Biblioteca Nacional de España y preentarse en Madrid, el disco se da a conocer ahora en Barcelona (28 de septiembre, SGAE) y Turín (04 de octubre, Circolo dei lettori). Con ella hablamos de su creación, de la interpretación, del viaje de la vida con sus luces y sombras, y de cómo todo ello impulsa el arte.

Su conexión con Italia, entiendo, viene desde sus principios.

Sí, desde muy pequeña. Mi padre era ingeniero y le llamaron para trabajar allí. Yo fui con mis padres y tenía sólo cuatro años. En principio era para un par de años, pero al final se quedaron dieciséis. Yo acabé mis estudios superiores de piano en Torino, en el Conservatorio Giuseppe Verdi y volví a Barcelona con 24 años.

¿Viene de toda aquella época su interés por Dante? ¿Cómo surgen estas Tre Impressioni sobre su Divina Comedia?

Sí, es que Dante está verdaderamente valorado en Italia. Desde pequeños nos hacían leer y estudiar sus textos. Desde bien pequeños. Como aquí podría suceder con Cervantes. Así pues, me ha acompañado siempre, desde bien pequeña. Piense que nos hacían recitar de memoria partes enteras de sus cantos. Su obra es mucho más amplia, pero la Divina Comedia es, sin duda, su gran obra, que coincide, además, con el nacimiento de la lengua italiana. Tanto él como la Divina Comedia resultan fundamentales para los italianos.

Realmente, yo ya tenía un gran interés por la obra porque tiene una profundidad que va más allá de su texto literal. Todos sus valores simbólicos, la búsqueda de uno mismo, el crecimiento personal a través de los errores que uno puede cometer en la vida... Pasar por los purgatorios e infiernos que hemos de pasar para aprender... Además, algo vital para mi interés en ella es que, al volver a España, una de las amistades más importantes y fundamentales, junto a mi esposo, fue la de Ángel Crespo, poeta manchego, Premio Nacional de Traducción. Entre sus mejores trabajos está la traducción de la Divina Comedia. ¡Además en verso! Es una traducción emblemática. Con él tuve ocasión de volver a ella.

¿Surgió ahí la conexión definitiva?

Entonces comencé a tomar algún apunte musical. A medida que él iba realizando sus presentaciones de la traducción. Surgía algún tema. Ahora, recientemente, al cumplirse hace un año el 700 aniversario de Dante, mi editor me preguntó si no tendría algo para conmemorar esta fecha. ¡Y el caso es que lo tenía! Surgió así el encargo de la Biblioteca Nacional de España de estas Tre Impressioni. Regresé una vez más a La Divina Comedia, en esta ocasión acudiendo también a ediciones más modernas, como la traducción de José María Mico, así como la versión en italiano... ¡Y también en catalán! Con la edición de Sagarra, que es muy buena, con unas notas extraordinarias, ya que van más allá del texto, que es lo interesante aquí: descubrir cada personaje que aparece, los colores que se narran, las plantas, los animales...

¿Cómo ha trabajado todo ello? ¿Ha utilizado algunos recursos expresivos concretos?

Siempre digo que, como soy pianista y compositora, o compositora y pianista, voy a hombros no sólo de mis maestros de composición e improvisación (algo fundamental, la creación del momento, dejarte llevar por ello, casi en trance, como decía Keith Jarrett), sino también de los grandes autores que he ido tocando a lo largo de los años. Esa ha sido mi gran suerte. Tocar desde la música barroca con Scarlatti o Bach a los más contemporáneos como Britten, Mompou o Messiaen. También intepretar músicos más actuales que entiende la música más allá de la concepción del sonido como una serie de signos y notas. Que lo entienden a través de las resonancias, de los armónicos y los juegos fundamentales de pedal. Todo ello me permite que, al trabajar sobre un texto, después de la fase de impregnación de este y conocer cada recoveco de la palabra, de su ritmo interno, la cadencia... poder fluir con él a través de la música. Y en ese fluir, confluyen muchas técnicas diferentes. En un momento dado, mi acercamiento a Dante puede parecer más mompoiano, o puede parecer barroco, renacentista o mozartiano. Me han dicho, incluso, que hay quien le recuerda a Debussy, ¡pero también a Rachmaninov o Liszt!

Más allá de la narrativa de los cantos escogidos, ¿hay alguna relación musical entre ellos?

No, es una cuestión más de fluir en el significado. Es verdad que una cosa me ha llevado a la otra y no acababa una de las partes como si fuera un ente separado del resto. El final de una pieza es, en este caso y de alguna manera, siempre el principio de la siguiente. Se pueden escuchar las partes, perfectamente, como un todo. Hay una voluntad en mi música de que, como la Divina Comedia, sea un viaje. De hecho, cuando Dante pasa de un estado a otro, muchas veces utiliza la estratagema de que se desmaya, ¡para no tener que explicarlo! (Risas). No hay un principio y un final en mi composición. De hecho, la primera versión que realicé, que se grabó en la Biblioteca Nacional de España al presentarla, como parte del Día Dante, al final de la obra regresé al principio. Utilicé las mismas notas del comienzo, volviendo. Llegamos al paraíso, pero ¿qué es el paraíso?. Todo es aquí, todo es ahora. Más tarde me di cuenta que el viaje que realiza Dante en su Divina Comedia tiene un final marcado y no podía darle esa resolución a mi obra. Dante necesitaba que acabara el viaje en lo alto, de forma luminosa... y de ahí la triada de do mayor escogida en las notas finales.

Hablando de luz, su disco anterior recogía su creación Iniciación a la sombra... parece evidente que busca usted a menudo el trabajo, la contraposición sobre la luz. Más allá de la técnica, ¿cómo la ha trabajado? Puede darse una filosofía barroca, un camino mahleriano...

Para mí, y creo que para cualquier ser humano en general, la búsqueda de la luz, del paraíso, que no es sino la búsqueda de la iluminación y estar en paz con el mundo, es lo que buscamos todos. Es algo que, de alguna manera, está siempre en el trabajo de cualquier creador. Salir de las sombras y la oscuridad. Buscar el significado luminoso de nuestra existencia, de la vida y caminar hacia él. Con todo, no podemos evitar el pasar y transitar la noche oscura. Es algo que nos enseña también San Juan de la Cruz. Sin la noche oscura, sin esa soledad interior y ese silencio donde uno parece estar perdido, no hallaremos nunca la aspiración de salir de ella. Por lo tanto, encuentro fundamental trabajar desde esa oscuridad, aceptándola, como un aliciente para ir hacia la luz. Musicalmente, esa búsqueda está en todos nosotros. ¡Hasta en los Nocturnos de Chopin! ¡Son una aspiración a la luz, a la belleza, al amor! La búsqueda de la luz es lo que motiva a todo artista.

Fíjese, me mencionaba mi anterior disco. Ahí hay una pieza que es Don't Forget About That y está dedicada a Primo Levi. Entro, por lo tanto, en los campos de concentración de Auschwitz y toda su brutalidad. Sin embargo, la toqué hace poco en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza y se me acercó una persona para decirme que, aún con todo, no les había dejado destrozados, que habían encontrado momentos, incluso, de belleza, que llevan a cierta elevación. Bueno, hasta en esos lugares como Auschwitz hay que creer, en algún momento, en las cualidades positivas del ser humano para encontrar la fuerza necesaria de superar todo aquello. Los gestos más livianos, pero de buena voluntad, son los que nos salvan. Somos seres que, por mucha oscuridad que vivamos, por mucho que suframos, aspiramos siempre a alcanzar la luz.

Desde luego, hoy en día, es una reflexión muy necesaria. El mismo camino que plantea Dante, escucharlo en música, ha de ayudarnos a todo ello.

Creo, de veras, que es muy importante que tengamos esa concepción. Estamos envueltos, continuamente, en una vorágine de malas noticias, ¡apocalípticas! Como si todo se fuera a acabar mañana... terminaremos por poder pagar el gas, ¡pero al final nos caerá un meteorito como nos anuncian! (Risas). En este contexto actual, hay que creer en el ser humano y en sus capacidades. Con un simple gesto somos capaces de entregarlo todo: una madre por un hijo, un amigo por otro amigo... no todo son haters y redes sociales o las polarizaciones de la política, afortunadamente.

No le pregunto ahora por dos polos contrarios, sino por algo que usted me mencionaba antes y que le habrán preguntado mucho: su binomio como intérprete y creadora. ¿Qué le pregunta o que necesita la Sira intérprete a la Sira compositora? Entiendo que hay una conexión total entre las dos partes.

¡Totalmente! (Piensa) Como usted sabrá, escribo prevalentemente para el piano, que es mi instrumento. Como pudieron hacer Chopin o Mompou, por ejemplo. El piano lo abarca tanto. Es mi instrumento y, como dicen los pilotos, con él he adquirido mis 10.000 horas de vuelo (risas). Ese tiempo me permite jugar, experimentar con él, también componiendo. ¿Que me pide mi yo intérprete y mi yo compositora a la otra parte? Algo difícil de explicar: zambullirme en el sonido, penetrar en él. El sonido ha de ir más allá del instrumento. Resulta casi mágico que un pedazo de madera que pesa tanto pueda emitir tales sutilezas y gradaciones. Realmente, nuestra propia alma, lo que pasa a través de nosotros, que hace que la maquinaria del piano se mueva y genere cada sonido. Nunca he de olvidarme del sonido. Para mí es lo más importante. ¡El contacto empírico con la materia! ¡Con el instrumento! Cuando se habla de técnica trascendental... ¿qué es trascendental? ¡Trascender el propio objeto del piano! Que pesa, es duro, incluso a veces está desafinado... trascender es vibrar gracias al sonido, entrar en él. También desde la composición. Somos vibración, al fin y al cabo. ¡Dejémonos llevar por ella!

En cualquier caso, ¿interpretar su propia obra es una manera de lograr que siga siendo suya?

Sí, absolutamente. Ciertamente, oírla tocada por otras personas es toda una prueba... porque es otra obra. ¡Y me parece muy bien! Yo he trabajado obras como intérprete con compositores vivos y todos lo ven igual. Hay que dar margen de libertad al intérprete. La libertad es totalmente necesaria para la música. El propio Chopin siempre decía que no tocaba la misma obra... o Mompou, al que me dijeron en una ocasión que, tocando una obra propia, alguien se acerco para decirle: "Maestro, esto que ha tocado no está escrito así en su partitura". Y él contestó: "Bueno, ahora sí". (Risas). Ese margen es fundamental. La música está viva y ha de fluir con el momento y cada intérprete. De la sala, del instrumento, de la respuesta del público... es algo que hay que respetarle al intérprete... siempre que no quiera quedar por encima del compositor. Siempre que no quiera hacer suya la obra a toda costa, ¡épater le bourgeois!

Ha mencionado en varias ocasiones que ha tocado en lugares como la Biblioteca Nacional de España o el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza. También ha trabajado en diferentes proyectos multidisciplinares. ¿La música ha de salir del auditorio?

No es que la música deba salir del auditorio, sino que la música ya está fuera de él. Es algo que nos acompaña 24 horas a los músicos. La cuestión es: ¿Ha de salir el público de los auditorios? Sí, quizá sí. Piense que los grandes auditorios, que son fábricas de conciertos, nacen, en el fondo, de la mano de la industria de la música. De los grandes intérpretes, que pasan a ser, para las ventas, más importantes que los compositores. ¿La música dónde nació? En un hogar, donde Bach escribió sus piezas... en una tribu de la Amazonia donde una madre canta a su bebé, o en un pueblo de siglos atrás, donde un guerrero se daba ánimos a sí mismo entonando canciones. Y después, en las comunidades: en la iglesia, en las plazas del pueblo, en las agrupaciones de soldados que partían a la guerra, por ejemplo. La música está y ha de estar en nuestra vida diaria. En todo momento. El auditorio, al fin y al cabo, es una industria, que hay que llenar. ¡Y no renuncio a él! ¡En absoluto! Aunque, personalmente, disfruto más en recintos más pequeños, donde la conexión con el público es mayor.

Terminando y por regresar un poco al principio, en esa elipse a la que usted le gusta acudir: en este camino de la vida, musicalmente hablando ¿Dónde se encuentra Sira Hernández?

Es un momento este muy especial, muy intenso. La composición me llama mucho, me pide mucho de mí y me gusta. El éxito de mi disco anterior, en Naxos, me animó mucho en este sentido. Y ahora, con Sony, todo ha ido a mejor. Ambos discos han funcionado muy bien, han gustado mucho. Así que... ¿por qué no seguir? Es que, además, para mí todo esto es un proceso muy interesante, en el que todo lo que he ido haciendo a lo largo de mi carrera, de mi vida, confluye y va encaminado hacia el reto constante de la composición. No obstante, le digo, que yo sin mis Bach, mi Scarlatti, mi Mompou o mi Britten, por ejemplo, no puedo vivir. Me nutro de ellos. Cada mañana les dedico un tiempo y siempre tengo su repertorio en dedos. Por un tiempo, creo, compaginaré mis dos facetas, aunque no puedo decirle, con el tiempo, qué pasará.

El camino de Dante en la Divina Comedia es, también, hallar respuestas. ¿Ha encontrado usted alguna respuesta musical a la vida al llevar a cabo este trabajo?

Quizá, una de las cosas que más me ha hecho reflexionar es que, en contra de lo que podría parecer, cuantos más conocimientos adquieres, cuanto más has tocado... finalmente lo más simple es lo más puro. Eso es volver al paraíso, a nuestros orígenes. Recobremos esa inocencia, esa sencillez en la mirada que nos hace regresar a aquella ilusión de poner por primera vez las manos en un teclado... esa triada en do mayor que le comentaba antes. ¿El destino ha de ser siempre lo más complicado, lo más difícil? ¿O es volver a las aguas calmadas? De regresar al descanso, a la luz de la paz interior, que es plenitud.