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Domènec Terradellas: Triunfar y morir en Roma

Domènec Terradellas (Barcelona, 1713, Roma, 1751), fue el compositor catalán más célebre del s.XVIII. Esta frase, que puede sonar rimbombante, como cinematográfico el título del artículo, no esconde sino la fascinante vida artística y obra de un compositor que por no tener claro, ni siquiera se tiene claro la fecha exacta de su nacimiento.

Según una partida bautismal, se cita la fecha del 13 de febrero de 1711; según otra fuente, la partida de defunción en Roma, con la fecha de mayo de 1713, donde se apunta que el compositor de Barcelona murió con 38 años. Si restamos esa edad a 1751 da como año de nacimiento 1713, y ese es el año que mayoritariamente se ha aceptado como válido. 

Aquí hay que hacer mención del considerado máximo especialista sobre Terradellas, el musicólogo, malogradamente fallecido en marzo del 2020, Josep Dolcet.  Dolcet murió sin haber publicado la biografía de Terradellas, escrita como recopilatorio final tras ser el ganador de la I Beca Ernest Lluch de recuperación del patrimonio musical en 2006. Dolcet realizó un trabajo de investigación musical y de búsqueda en la misma ciudad de Roma, de documentos, partidas y fondos musicales romanos donde Terradellas trabajó y murió, presuntamente asesinado.

El título de su investigación sobre el compositor catalán del XVIII, “Domènec Terradellas, un compositor europeo”, se ha quedado en un limbo literario-musical, sin saberse todavía las razones. Y es que una larga sombra de dudas, leyendas y poco reconocimiento musical por parte de las instituciones culturales nacionales, hacen de Domenech Terradellas, todavía hoy, a más de tres siglos de su nacimiento, una figura fugaz y casi anecdótica en la vida musical catalana.

Discípulo del mestre de Capella de la Catedral de Barcelona, Francesc Valls, pronto fue enviado a Nápoles, donde estudió como alumno aventajado de Francesco Durante, en el Conservatorio dei Poveri di Gesù Cristo (1732-1740). Allí más que aprender ópera de Durante del estilo que aprendió seguro fue del sacro, como gran maestro que era Francesco de la música religiosa.

Donde realmente Terradellas se empapó de la escuela napolitana italiana fue en los teatros de ópera. El músico barcelonés se convirtió en un prometedor compositor en un periodo musical fascinante, donde un Barroco crepuscular vislumbraba ya el naciente Clasicismo.

En Nápoles estrenó su primer oratorio: Giuseppe riconosciutto (1736). Pero fue con el éxito de su ópera La Merope, estrenada en el Teatro delle Dame de Roma, en 1743, lo que le supuso un triunfo definitivo en una Italia musicalmente en ebullición.  Con el estreno de Artaserse (1744) en el Teatro San Giovanni Grisostomo de Venecia, Terradellas se ganó ya la simpatía y admiración del mismísimo Rosseau, por entonces embajador francés en la ciudad de los canales. Rousseau cita en más de una ocasión las bondades musicales de Terradellas en sus famosos escritos sobre música, situándolo en el mismo nivel que Hasse, entonces el gran referente musical de la opera seria. 

Hay que recordar que es la época de esplendor del género barroco por antonomasia: la opera seria, con sus rígidos modelos de arias da capo, recitativos, en una suerte de óperas de solistas que se alternaban arias, sin prácticamente uso del coro ni de números de dúos, trios ni por supuesto cuartetos.  Época del dominio de los textos de Apostolo Zeno, de quien Terradellas usó dos libretos en dos de sus óperas más célebres (La Merope y Sesostri) y por supuesto de Metastasio, del que Terradellas musicó su ópera: Artaserse con texto del mítico escritor romano.

Era de los superdotados del canto. Los grandes divos de entonces, los famosísimos castrati, eran los indiscutibles Primo uomo de las óperas, con sus facultades prodigiosas, extensión inhumana y facilidad por decorar con filigranas imposibles y notas estratosféricas unas melodías y una tesitura sólo al alcance de voces de otro mundo.

No hay que olvidar que, todavía hoy, es imposible imaginarse cómo era la voz de un castrato, y mucho menos recrearla. Ni los intentos cinematográficos, como en el célebre film Farinelli, il castrato, Gérard Corbiau (1994), donde la voz de Farinelli se recreó mezclando artificialmente la voz de un contratenor con la de una soprano, bajo la supervisión musical de todo un especialista como Christophe Rousset, no dejó contento ni a propios ni a extraños. Tampoco la considerable mejora técnica y vocal de los contratenores actuales, Jaroussky o Fagioli por mencionar dos de los más reconocidos y admirados, llegan al supuesto nivel sobrehumano que los castrati consiguieron en su época. 

Todo este caldo de cultivo fue en el que Domènec Terradellas triunfó en Italia, razón por la cual fue nombrado Maestro de capilla de la Iglesia degli Spagnoli de Roma, donde trabajó de 1743-1745. Por razones personales pidió excedencia y se encaminó a Londres, donde fue director del Kings Theater Haymarket, el teatro donde había triunfado Haendel tan sólo unos años antes, nada más y nada menos.

Terradellas llegó a estrenar un pasticcio, Annibale in Capua (1746), junto a otros compositores, y dos óperas ya sólo de su autoría: Mitridate (1746) y Bellerofonte (1747) ambas con libreto de Francesco Vanneschi. Durante esos años en Londres, el compositor se codeó con un joven Gluck y con títulos de operistas de éxito, de la calidad de Porpora, Galuppi o Hasse. Su gran triunfo y mérito fue no sólo no palidecer en ese panorama musical de primer orden, sino que se le recuerde como un gran referente de los maestros de la Escuela napolitana italiana de su época.

Así fue como los éxitos de las dos óperas de Terradellas fueron sonados, con reposiciones que llegaron a la decena y alabanzas de personajes relevantes como el musicólogo Charles Burney. De hecho, Burney cita en más de una ocasión las virtudes del maestro catalán, y le otorga el hecho de ser el introductor del efecto del in crescendo de la orquesta en Inglaterra, ¡nada menos! También le concede ser el introductor de los instrumentos solistas en los recitativos.

Y es que Terradellas fue un exquisito orquestador con una vena melódica envidiada por compañeros italianos como el celebrado Niccolò Jommelli, al que las malas lenguas culpan de la violenta muerte del barcelonés en Roma, al poco de estrenar su última ópera: Sesostri, 1751.

Poco se sabe cúando y porqué Terradellas se fue de Londres, con un breve periplo por los Países Bajos, y supuesta estancia-pasada por París. El estreno de su última ópera, Sesostri, de nuevo en el Teatro delle Dame de Roma, en 1751, fue su gran aportación final al mundo de la lírica.

De un refinamiento orquestal y vocal propio de un compositor en el dominio de su arte, Sesostri supuso el punto final para un compositor que con 38 años murió, supuestamente acuchillado, encontrado su cuerpo abandonado en el rio Tiber. Un final cruel y que comenzó a verter una especia de leyenda negra que ha perseguido su nombre hasta hoy en día.

La leyenda cuenta que murió a manos de unos lacayos, asesinos a sueldo, pagados por el envidioso Jommelli, quien había estrenado otra ópera de temática egipcia en Roma: Cesare a Egitto (1751) en la misma época que el Sesostri de Domènec. El escaso éxito de su Cesare y el triunfo del catalán pudieron llevarlo en un ataque de ira a contratar a los sicarios que le quitaron la vida.

La veracidad de esta historia ha pasado el halo de la leyenda y nunca podremos saber del todo cierto si esto fue así. Otras versiones dicen que murió envenenado, por un compositor celoso de su éxito… Y hasta otra versión menciona que fue un suicidio debido al fracaso de su Sesostri... Sea como fuere, Domènec Terrradellas murió en la flor de su arte, en la Roma de 1751, a cinco años del nacimiento de Mozart, el futuro compositor que llevaría el clasicismo operístico a su máximo esplendor llevando el género de la ópera mucho más allá de lo que nunca había conseguido ningún otro compositor desde tiempos de Monteverdi.

Quien sabe si Domènec Terradellas hubiera legado muchas más obras maestras y hubiera trascendido el Barroco tardío y hubiera regalado al opus operístico títulos clasicistas de hermosos acabados. La calidad indiscutible de su escritura vocal, la fineza de sus colores en una orquestación siempre rica e imaginativa, el ardor de su teatralidad y olfato dramático y unas melodías llenas de vida y hermosura merecen reivindicarse.

Es de justicia nombrar el otro músico que, junto al musicólogo Josep Dolcet, más ha hecho por sacar a relucir la figura de Terradellas, la del director musical Juan Bautista Otero.

El músico barcelonés llegó a grabar las tres óperas más importantes de Terradellas para su sello RCOC, con su formación La Real Compañía Opera de Cámara: Artaserse (Venecia, 1744), grabada en el Palau de la Música Catalana en junio del 2008; Sesostri, (Roma, 1751), grabada en l’Auditori de Barcelona, diciembre 2010; y La Merope (Roma, 1743) del que parece ser no se llegó a editar el CD debido a problemas internos de producción todavía del todo tampoco aclarados.

De nuevo la sombra de esta “maldición Terradellas”, que parece sigue pululando empañando la que ha sido sin lugar a dudas la figura del compositor catalán más importante del siglo XIX. Sesostri se estrenó en 1754 en el Teatre de la Santa Creu de Barcelona, tres años después de la muerte de Domènec Terradellas. Este estreno supuso el del primer compositor catalán en poner en escena una ópera en Cataluña, dato historiográfico digno de mención.

La suerte de la música de Terradellas sigue esperando que los programadores, las instituciones y sitios emblemáticos como el Liceu de Barcelona, donde nunca se ha programado ninguna ópera suya, pongan en escena sus óperas y hagan honor al compositor. 

Inexplicablemente su música sigue ausente de nuestra realidad musical. Solo la iniciativa perserverante pero puntual de Juan Bautista Otero, empañada por un final empresarial opaco que puso fin a su ambicioso proyecto de la Trilogía Terradellas: Artaserse, Sesostri y Merope, ha quedado como un testigo musical y artístico a la altura de la importancia del compositor. 

Tanto la grabación de Artaserse como la de Sesostri, recibieron varios premios, entre ellos el Orphée d’Or francés a la mejor grabación de una ópera de un compositor extranjero. 

Queda en Youtube una playlist donde se puede disfrutar de fragmentos de Sesostri, en las interpretaciones que tuvieron lugar en el Auditori de Barcelona en diciembre de 2010, con las voces de Sunhae Iim (Sesostri), Alexandrina Pendantchanska (Nitocri), Kenneth Taverner (Amasi), Ditte Andersen (Artenice), Tom Cándale (Fanete) y Raffaella Milanesi (Orgonote). Un testimonio que refleja la grandeza, calidad y belleza de su música.

La memoria de Domènec Terradellas sigue esperando su oportunidad de reivindicarse como lo que fue, el mejor compositor operístico catalán del siglo XVIII. Sirvan estas palabras de recuerdo, homenaje y ganas de romper una maldición digna de una película de Hollywood.