Antonio_Salieri_painted_by_Joseph_Willibrord_Mahler.jpgAntonio Salieri, en un retrato pintado por Joseph Willibrord Mähler 

Salieri, un maestro cosmopolita.

En el bicentenario de su fallecimiento.

Desde el siglo IX hasta 1797 la República de Venecia (la Serenissima) se mantuvo idéntica a sí misma hasta que su proceso de decadencia acabó con ella en 1797, integrándose primero en la Francia napoleónica y siendo repartida entre Francia y Austria posteriormente. Allí nació en 1750 Antonio Salieri (en Legnago, concretamente en la Via Disciplina lo que, a juzgar por los testimonios de la época sobre la personalidad del músico fue una afortunada casualidad). Aunque Salieri ya no vivía en ella por entonces, tuvo que ver el final de la Serenissima como tantos otros cambios decisivos que caracterizan el mundo en el que Salieri tuvo que vivir. Nada sabía entonces de la Querella de los bufones que implicó entre 1752 y 1754 a figuras como Lully, Rameau o Rousseau entorno al debate parisino sobre la estética operística. Más tarde pudo vivir una situación análoga.

En su infancia veneciana fue alumno de Giuseppe Tartini (1692-1770), uno de los mayores virtuosos del violín de su época cuyas innovaciones en el estudio del violín solo fueron superadas con la llegada de Niccolò Paganini. Todo dentro de la normalidad hasta que la orfandad llama a su puerta en 1764 trayendo adjunta la ruina familiar a causa de ciertos negocios marítimos de su difunto padre, caso parecido al explicado por este mismo autor en esta misma publicación acerca de Beaumarchais. Parece que la naciente burguesía asumía a veces riesgos excesivos.

Al año siguiente, sin embargo, se produce un hecho que de momento no tendrá incidencia alguna pero que pronto favorecerá la progresión de Salieri: la coronación de José II en Austria. El padrinazgo de Florian Leopold Gassmann le llevó en 1766 a Viena, donde recibió clases de alemán, francés, latín y poesía italiana. (en clase de latín traduce “Gradus ad Parnassum”  de Johann Joseph Fux (1660-1741)). Allí recibió durante años el favor del emperador recién coronado.

Entre las primeras obras que escribió en su nuevo hogar destacan una Missa in stile a cappella, un Salve regina y un Tantum ergo en Fa mayor, basado en las últimas dos estrofas del himno eucarístico Pange lingua, escrito por santo Tomás de Aquino, todas ellas sacras. El repertorio profano (instrumental en este caso) le ocupó ya, sin embargo, en 1769 con el Concierto para oboe, violín, violoncello y orquesta en re mayor. Era poco habitual por entonces el uso concertante del cello aunque Vivaldi y C.P.E Bach ya habían tanteado el terreno y junto a Salieri consolidaron el papel solista de este instrumento autores como Haydn y Boccherini.

El_actor_Murray_Abraham_como_Antonio_Salieri_en_la_pelicula_Amadeus.jpegEl actor Murray Abraham como Antonio Salieri en la película 'Amadeus'

Sin embargo el género que dio a Salieri, como a tantos otros, la máxima gloria, fue la ópera. Con el apoyo de Gluck pudo estrenar en 1770 en Viena Le donne letterate, de la que resultaron dos encargos: “L’amore innocente” y “Don Chisciotte alle nozze di gamace” (basada en un episodio del “Quijote” de Cervantes) pero estas tuvieron escaso éxito. Hubo que esperar a la Armida de 1771 para ver su consagración en Viena, rotundamente confirmada por La fiera di Venezia (1772). Tal fue el éxito de esta obra que Mozart, recién llegado a Viena en 1773 escribió seis variaciones para piano sobre un tema de esta obra, en el mismo año en que Salieri escribía sus dos únicos conciertos para piano.

Allende las fronteras austríacas, en París, la ópera y las cuestiones estilísticas relacionadas con ella resultaban ser problemáticas y Salieri no se pudo mantener completamente ajeno a ellas. En 1774 Gluck estrenó su  Ifigenia en Aulide, episodio relevante en la llamada Querelle des gluckistes et des piccinnistes. Aunque en cierto modo los dos bandos de la querella se dividían también por motivos nacionales (siendo los piccinninistas los defensores del modelo operístico italiano) Salieri se posicionó a favor de Gluck (que era en cierto modo su mentor, del cual había corregido muchos manuscritos y para el cual había ejercido de copista).

Aunque no todo fue ópera en la vida de nuestro autor (escribió en 1776 la notable La passione di Gesù Cristo, sobre texto de Metastasio), el siguiente hito en la gloriosa carrera de Salieri consistió en estrenar ni más ni menos que la Scala de Milán

con L’Europa riconosciuta, escrita en 1778 en plena gira italiana y que incluía la veleidad poco frecuente en la época de mostrar un asesinato en escena. En el mismo año y la misma gira, ya en Venecia, pudo Salieri estrenar la que probablemenmte fuera su ópera cómica más famosa, representada frecuentemente durante el siglo XIX: La scuola de’ gelosi, cuya obertura ha sido muy ejecutada y grabada dentro de la escasa difusión que su obra ha tenido durante el pasado siglo. Y aún tuvo tiempo de volver a Milán y a Cervantes en 1779 con Il talismano, con libreto de Goldoni basado en La gitanilla, aunque en este estreno Salieri solo escribió el primer acto (los otros dos son de Giacomo Rust). Más adelante podría completar la obra entera de su puño y letra.

A su vuelta a Viena el emperador José II había ideado el concepto del National-Singspiel con el que contentar a las clases populares (que entonces incluían a la burguesía y no se sentían muy interpelados por los modelos italianos). Salieri se resistió pero no pudo rechazar el encargo en 1781 de Der Rauchfangkehrer aunque parece que su alemán era bastante elemental. Y si esto podía parecer un pequeño excurso al margen de su producción básica (la ópera italiana), el destino convertiría a Salieri en un auténtico modelo de compositor cosmopolita cuando advino su debut en Francia con el éxito clamoroso de Les Danaïdes en 1784, estando todavía encendidas las brasas de la querella entre los seguidores de Gluck y los de Piccinni, en la cual Salieri, como italiano pero muy cercano a Gluck, representaba hasta cierto punto una síntesis. La obra disfrutó de hasta 127 representaciones en París entre la fecha de su estreno y 1828.

Con ello se completaba la imagen histórica del Salieri operista, un autor cosmopolita que integró en sus obras el estilo galante de un Paisiello, la reforma gluckiana y los usos instrumentales del clasicismo vienés, componiendo ópera italiana, francesa y Singspiel. Las influencias de Gluck y del clasicismo sinfónico y sonatístico vienés de un Haydn son muy presentes en La grotta di Trofonio (1785), otro éxito clamoroso del maestro en Viena.

Su retorno a París en 1786 con Les horaces (basada en una obra de Corneille) no fue tan glorioso y Beaumarchais la consideró “un peu sévère pour Paris”. Ese mismo año se llevó a cabo el famoso torneo con Mozart convocado por el emperador en que uno debía presentar una comedia italiana y el otro un Singspiel y en el cual parece que Salieri resultó “vencedor”. Y todavía tuvo tiempo al año siguiente de desquitarse de su última experiencia parisina con Tarare, “opera nello stile tragicomico” que explotaba la popularidad de lo exótico, lo pintoresco y los temas de aventuras encarnada por Grétry y su éxito entre 1783 y 1785 de La caravane du Caire o Richard Coeur-de-Lion

De esta obra se estrenó una versión italiana llamada  Axur, Re d’Ormus, que fue representada en 1788 en la boda de Francisco II antes de ser coronado emperador. Sea como sea su enorme éxito parisino se vio en parte paralizado por la Revolución Francesa de 1789, tras la cual Francia (por lo menos) no volvió a ser la misma.

Feodor_Chaliapin_como_Salieri_y_V._P._Shkafer_la_opera_Mozart_y_Salieri_Moscu_1898.jpgFeodor Chaliapin como Salieri y V. P. Shkafer en la opera "Mozart y Salieri' (Moscú, 1898)

Da una idea del carácter de su tan comentada relación con Mozart el hecho de que en 1791 asistiera al estreno de Die Zauberflöte con el propio autor en el año de su muerte. No se sabe si el deceso fue un disgusto para Salieri, de lo que no hay duda es de que sí lo fue (aunque breve) su sustitución como kapellmeister en Viena a favor de Cimarosa en los años 1791 y 1792 (justo el año en que estrenó el famoso Il matrimonio segreto). 

La proximidad (para bien o para mal) de Salieri a tantos músicos y acontecimientos relevantes es uno de los hechos fascinantes de su trayectoria, que incluye la participación activa en el estreno de “Die Schöpfung” de Haydn en 1798 y su magisterio sobre Beethoven (que le dedicó las 3 sonatas para violín y piano op.12)

o Schubert  (que en 1815 le dedicó sus lieder D.162). Esta ocupación como maestro (con otros alumnos como Hummel, Meyerbeer, Czerny y Liszt) fue ocupando cada vez más sus quehaceres, lo que no le impidió escribir un Falstaff (1799) basado en Shakespeare (antes del renacimiento del interés por el bardo inglés) y de notable factura.

 Y algunas otras obras significativas entre las cuales fue ganando presencia la música sacra (un Requiem excelente en do menor en 1804) y perdiendola la ópera. Para hacernos una idea de la trascendencia y la influencia de este autor poco apreciado durante el siglo XX y parcialmente revalorizado en las últimas décadas basta darle la palabra a Berlioz: “Me estaba convirtiendo en un estudiante como tantos otros (…) cuando, una tarde, fui a la Ópera. Tocaban allí Les Danaïdes de Salieri (…) Apenas dormí la noche que siguió a esta representación”. Lamentablemente estamos aún en el punto de que parece que lo más notable que hizo en su vida fue no asesinar a Mozart a pesar de la pertinaz rumorología. Visto cómo le pagó el Señor el abstenerse de hacerlo parece que más le hubiese valido haberlo hecho y que su fama póstuma fuese, por lo menos, justa.