Reflexiones sobre unas oposiciones
Aprovechando el revuelo mediático y la reacción en las redes sociales que han ocasionado algunos sucesos de las oposiciones que están teniendo lugar en estos días en Madrid y Valladolid, considero que sería positivo analizar en términos generales el procedimiento de ingreso a cátedras, sobre todo las instrumentales. Cuáles son sus características y si realmente es efectivo para evaluar la función que desempeñarán los futuros docentes. Por otra parte, me parece interesante comparar nuestro sistema de oposición con los procedimientos en otros centros de excelencia de nuestro entorno europeo o americano.
Si se analizan los porcentajes de las diferentes pruebas dentro de toda la fase de oposición, aunque pueda haber pequeñas diferencias según los criterios que ha establecido cada Tribunal, se constata que la parte escrita y su defensa oral ocupan un espacio privilegiado -el 70%-. En cambio, la parte práctica del recital apenas un 20% y a la impartición de la clase se le dedica solo un 10%, cuando esta última prueba es el verdadero motivo de la oposición. Considero que estos son unos porcentajes que podrían servir para seleccionar un profesor de una asignatura teórica, pero no son adecuados para elegir a un catedrático que deberá formar a futuros músicos en un nivel terciario. Tampoco es necesario unificar el procedimiento para todas las asignaturas de una carrera musical, tendría más sentido adecuar las pruebas a la especificidad de cada asignatura. Hace 15 años que me desempeño como profesor de viola en el RCSMM (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid) y nunca me vi en la necesidad de escribir sobre asuntos pedagógicos o normativos, mi actividad docente está dedicada a las clases, exámenes o reuniones. Que haya escrito y publicado trabajos académicos es voluntario por mi parte y está al margen de mis obligaciones en el conservatorio.
Por otra parte, si miramos a nuestro entorno del Espacio Europeo de Educación Superior, por ejemplo, en la prestigiosa Universität der Künste de Berlín el proceso es completamente diferente: se crea una comisión que selecciona, entre todos los interesados que se postulan, unos pocos candidatos que por consenso mayoritario resultan interesantes para la institución. El candidato da un recital de 45 minutos con un programa elegido por él mismo, y posteriormente imparte dos clases de 40 minutos, una para un estudiante adelantado y otra para uno que recién comienza a estudiar en el nivel superior. Luego hay un coloquio con el jurado de 10-15 minutos. Esto es todo. Y en caso de necesidad, se puede realizar todo el proceso en dos horas y media.
Mi colega, Hartmut Rohde, quién me ha facilitado amablemente toda esta información, también añadió que los tribunales están integrados por catedráticos, profesores de nivel intermedio y también estudiantes, todos con voz y voto. Y además, en la fase inicial de selección también hay medidas para evitar la discriminación de la mujer. Estos candidatos no tienen que escribir ni una sola palabra. No hace falta aprender un temario de 31 apartados, ni demostrar que se es capaz de analizar una partitura, o hacer una lectura a primera vista (¿qué sentido tiene esto?) y, menos aún, presentar una Guía Didáctica. ¿Acaso con este procedimiento, tanto más sencillo, obtienen peores resultados? Al contrario, tienen importantes solistas con trayectorias internacionales como docentes y despiertan un gran interés por parte de excelentes estudiantes de todo el mundo.
No es el momento de analizar detalladamente los procedimientos selectivos de Gran Bretaña, o universidades americanas. Todas tienen en común que existe una selección previa, según el perfil de profesor que se esté buscando, y coinciden en dar una importancia decisiva a la clase, ya sea en forma de masterclass o clases a estudiantes de diferente nivel.
¿Cuáles son los problemas o conflictos que se podrían evitar si se adoptara un sistema semejante al de otros países europeos? Es frecuente la queja de opositores de obtener calificaciones exageradamente bajas. Esto podría tener varias razones: por ejemplo, aunque el candidato haya tocado bien, el jurado considera que no tiene nivel, o suficiente experiencia, para ocupar una cátedra. Otra posibilidad, que lamentablemente es bastante frecuente, es que haya animadversión o problemas personales de algún miembro del tribunal con el opositor. Al haber una selección previa, se evita el mal trago del primer caso, y al ser el jurado más numeroso y con presencia de estudiantes, es mucho más fácil evitar esas arbitrariedades injustificables del segundo caso.
Otra situación que se puede dar con nuestro sistema actual: si el opositor tiene buena memoria, facilidad en la escritura y una buena oratoria, aún teniendo poca experiencia docente y tocando medianamente bien, puede llegar a ser catedrático.
En fin, no quiero cansar al lector con todas las situaciones indeseables que se pueden suscitar con el procedimiento de oposiciones vigente. También soy consciente de que para modificar este sistema habría que cambiar el marco legal y esto no es fácil. Pero el derecho a la reflexión aún lo tenemos, y si este breve escrito sirve para iniciar un debate que con el tiempo pueda llevar a cambios que interesen a toda la comunidad educativa, ha cumplido su cometido.
Alan Kovacs
Catedrático de viola del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid