No todo es querer
Gijón. 9/07/2016. Teatro Jovellanos. Bellini: La sonnambula. Gustavo Ariel Vita (Conde Rodolfo), Olena Stroia (Amina), Quintín Bueno (Elvino), Aurora Peña (Lisa), Paola leguizamón (Teresa), Alberto Camón (Alessio), Gaspar Braña (notario). Orquesta Filarmónica de Asturias, Coro IOS. Dir. de escena: Ignacio García. Dir. musical: José Gómez.
Por segundo año consecutivo el International Opera Studio ha organizado un pequeño stage de verano para jóvenes cantantes de ópera que ha culminado con la puesta en escena de La sonnambula, de Vincenzo Bellini, lo que no deja de ser reto importante. Quiero con esto advertir que cualquier valoración de esos jóvenes cantantes ha de hacerse teniendo en cuenta estas circunstancias así como los medios con los que se han podido contar, sin detrimento de una mínima calidad exigible.
No dejó de ser llamativa la escasa asistencia de público. Desde mi localidad apenas un tercio del teatro se veía ocupado y eso que Gijón no es plaza que pueda sentir saturamiento de oferta operística; al mismo tiempo era sintomático el hecho de que el teatro anunciara en su fachada próximos eventos mientras que la función del día parecía ser inexistente. Se evidenciaban problemas organizativos que lastraron en demasía el desarrollo adecuado de la función.
En referencia al desarrollo de la misma cabe subrayar la labor de José Gómez dando bríos a una orquesta que sonó con dignidad suficiente. Sobre el coro señalar que no recuerdo prestaciones peores que las del llamado Coro IOS, fundamental de la sección masculina. Para mi particular recuerdo quedará la imagen de coralistas que, para mi asombro, no abrieron la boca en toda la función. ¿Qué hacían sobre el escenario? La puesta en escena, de Ignacio García, era de extrema sencillez. Conviene apuntar que la partitura sufrió diversas amputaciones, siendo las del acto segundo excesivas hasta hacer incomprensible la ya de por sí ridícula dramaturgia.
En referencia a los cantantes la ucraniana Olena Stroia fue una Amina de agudo fácil aunque falto de control en su volumen; en su haber cabe decir que creó personaje, yendo más allá de la tentación de reducir el mismo a un conjunto de alardes pirotécnicos vocales. Esta soprano ya tiene cierta carrera y está anunciada en la Marina de la próxima temporada del Teatro de la Zarzuela. Su Elvino era el madrileño Quintín Bueno, con excesiva tendencia al canto extrovertido y efectista, quizás demasiado alejado del bel canto belliniano. Sus agudos eran potentes aunque su fraseo era demasiado precipitado y falto de matiz.
El argentino Gustavo Ariel Vita construyó un Conde con una voz tan atractiva como pequeña. Su voz tiene un bello color pero ante cualquier obstáculo sonoro desaparece; la valenciana Aurora Peña fue una Lisa suficiente. La colombiana Paola Leguizamón fue vocalmente una notable Teresa aunque excesivamente rígida en el plano actoral mientras que Alberto Camón dio realce a su Alessio, además de tener que suplir la inexistente sección masculina del coro.
El escaso público recibió con moderado entusiasmo el final de la función aunque fueron llamativos los bravos y aplausos enfervorizados lanzados por el maestro de canto del mencionado curso, Chris Merritt que, presente en la sala, trató de provocar cierto entusiasmo entre el público. Esta misma compañía presentará el primer fin de semana de septiembre Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi. Una mejoría de la organización además de garantizar una orquesta y –sobre todo- un coro mejores se convierten en objetivos ineludibles.