Baluarte ManonLescaut Perles 21 a

EL TALENTO DE LA DEBUTANTE

Pamplona. 5/02/21. Baluarte. Puccini. Manon Lescaut. Berna Perles (Manon Lescaut). Walter Fraccaro (Des Grieux). José Antonio López (Lescaut). Carlos Chausson (Geronte). Pablo García-López (Edmondo). Coro Lírico de AGAO. Orquesta Sinfónica de Navarra. Manuel Hernández-Silva, dirección musical. Susana Gómez, dirección de escena. Versión semiescenificada.

¡Cómo es Puccini! Al final siempre se sale con la suya. Y el drama, construido con esa orquestación tan rica, llena de colores, que es la culminación (sin perder un ápice de modernidad) de un siglo maravilloso de ópera italiana, te arrebata y acabas emocionado. O por lo menos eso me pasa a mí. Junto a Richard Strauss, el italiano sea quizá el compositor que más se ha preocupado del papel de la mujer en el mundo operístico. Sus heroínas (con la salvedad de la antipática Turandot, pero ahí tenemos a Liú para contrarrestarla), siempre nos tienen de su lado, y aunque a veces todas las historias tengan (esta es una concesión a los puristas) un toque folletinesco ¡cómo se disfrutan! Sobre todo si están bien servidas, como es el caso que nos ocupa.

La soprano malagueña Berna Perles sustituía a la anunciada Ainhoa Arteta en el papel principal de Manon Lescaut de Puccini que la Fundación Baluarte de Pamplona ha programado en una versión semiescenificada. El primer acierto (de ahí viene el título de esta crónica) que demostró Perles en su intervención es ser ella misma. Me explico. Arteta es una de nuestras sopranos más conocidas y ha demostrado ser una Manon de primera categoría. Era lógico que el público estuviera expectante a ver que hacía la nueva cantante en ese rol. La malagueña mostró sus cartas desde el principio. No quería sustituir a nadie, ella iba a cantar su versión de la joven Lescaut. Y ahí empezó a ganarse al público. Su segunda muestra de talento fue que, como seguramente habría visto en los ensayos, en un recinto como el Baluarte y con la orquesta en el escenario para llegar plenamente al público había que (digámoslo con elegancia) elevar la voz más que en una representación escenificada y con los músicos en el foso. Perles no entró en ese juego y, aunque en algún momento sus filados y sus medias voces fueron parcialmente ocultadas por el sonido orquestal, ella siguió cantando su Manon. Esa Manon llena de ternura. Coqueta y alocada, sí, pero que se le perdona por su inmadurez y por ese final tan trágico. Fue toda una interpretación vocal fresca y emocionante, a falta de más apoyos que una raquítica escenografía. La soprano muestra seguridad en toda la tesitura con una voz de bello color y con cuerpo, y aunque su agudo fue algo titubeante en el primer acto, en los siguientes estuvo pletórica, exultante. Me gustó en todas sus arias y en el dúo con Lescaut del segundo acto, pero lo dio todo con ese “Sola, perduta, abbandonata…” del acto de la Luisiana. Nunca había oído cantar a Berna Pernes pero me alegro mucho de poder haber tenido esta ocasión de hacerlo. Hay mucho talento en esta cantante. ¡Brava!

Baluarte ManonLescaut Perles 21 b

Otra sustitución (palabra habitual en estos tiempos de pandemia) fue la del Des Grieux que iba a cantar Roberto Aronica. Se hizo cargo del rol Walter Fraccaro, un cantante que conoce perfectamente este papel. El tenor italiano posee un agudo restallante y una proyección muy adecuada para grandes espacios, pues tiene un fiato considerable y su voz llegó sin problemas hasta el fondo del auditorio. Pero en muchos momentos se echó de menos una mayor matización, un esfuerzo por abandonar el forte. Aún así consiguió algunos momentos más líricos en el dúo del segundo acto y en el cuarto. Fue muy aplaudido. Como lo fue, porque tanto se lo merece, el grandísimo Carlos Chausson, que esta vez defendía el antipático papel de Geronte de Revoir. No es un papel de mucho lucimiento para el bajo aragonés, uno de nuestros cantantes más internacionales y de más nivel en todos los sentidos. Aún así él dio, como hace siempre, lo mejor de sí mismo. Siempre es un lujo oírlo.

Muy bien el Lescaut de José Antonio López que sí se esforzó en buscar esa intencionalidad en el canto, en actuar con la voz además de proyectarla, cosa esta que él hace con estimable facilidad. Sus intervenciones del segundo acto, especialmente su dúo con Perles, fueron de lo mejor de la noche en cuanto a esa teatralidad que pide la música de Puccini. Estimable el trabajo de Pablo García López, que se lució tanto como Edmondo como en el papel, más corto, del Maestro de música. Muy bien los comprimarios: Nerea Berraondo y Darío Maya, con un destacado Julen Jiménez. Buenas intervenciones del siempre destacado Coro Lirico de la AGAO que conoce bien los entresijos del canto operístico

No es nada fácil dirigir una versión donde no ves ni te ven los cantantes. Debió haber mucho trabajo de todos en los ensayos, sobre todo de Manuel Hernández-Silva que encajó el puzzle de la obra con mucho acierto. Su trabajo tuvo nervio, expresividad y mostró plenamente esos colores orquestales que decíamos son marca de la casa pucciniana. Un excelente trabajo que se completó con una Orquesta Sinfónica de Navarra sonando a altísimo nivel. Esta orquesta está muy acostumbrada al mundo operístico (es habitual en las temporadas de ABAO, por ejemplo) y aunque siempre me han gustado sus intervenciones creo que esta ha sido especialmente brillante. Director y orquesta emocionaron especialmente en el intermezzo que abre el acto de Le Havre.

Una función muy estimable donde, una vez más en estos tiempos tumultuosos, músicos, cantantes y organización hacen lo imposible porque podamos seguir disfrutando de la ópera en directo. Gracias.

Fotos: © Iñaki Zaldua