CarminaBurana Baluarte21 Zaldua

Titubeantes pasos 

17/04/2021. Auditorio Baluarte, de Pamplona-Iruña. Carmina Burana, de Carl Orff. Sonia de Munck (soprano), Carlos Daza (barítono), Konstantin Derri (contratenor), Orfeón Pamplonés, Escolanía del Orfeón Pamplonés y Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: Luis Miguel Mendez.

A riesgo de ser un pesado me siento en la obligación de comenzar esta reseña hablando, una vez más, de la pandemia que nos azota. Porque las grandes obras sinfónico-corales han estado abandonadas en los últimos trece meses -¡qué largos se nos están haciendo!- por aquello de la necesidad de mantener distancia de seguridad no solo entre el público sino también entre los mismos intérpretes. Y obras como Carmina Burana, siempre propensas a las grandes dimensiones, o bien se han eliminado o, en el mejor de los casos, adaptado, tal y como pude comprobar personalmente en el Auditorio de Madrid en la presentación de la misma obra pero en su versión para dos pianos y percusión, de la que se hizo pertinente crónica.

Pues bien, la Fundación Baluarte ha programado la célebre obra de Orff y no éramos pocos los que pensábamos desde el momento de la presentación que quizás nunca podría llegar a realizarse; afortunadamente, nos equivocamos.

El sábado, a eso de las ocho de la tarde, el escenario, aun vacío de personas, presentaba un imponente aspecto al estar repleto de instrumentos, sillas, atriles y partituras, lo que preveía la presencia de decenas de intérpretes sobre el mismo. En la parte trasera, allá donde las agrupaciones corales suelen situarse, ocurría tres cuartos de lo mismo. Y permítaseme un pequeño requiebro al desarrollo ordinario de la crónica: algún día habremos de recordar las ingentes dificultades sufridas por agrupaciones corales, ora profesionales –las menos- ora amateurs para algo tan elemental como ensayar.

La obra propuesta por la Fundación, ya queda dicho, era Carmina Burana, de Carl Orff, una de las obras más populares del siglo XX y que ha sufrido –creo que con cierta justicia- furibundas críticas acerca de su calidad y relevancia musicales. En cualquier caso, siquiera por encontrarse de nuevo con la multitud musical, bien valía el viaje.

El balance es ejemplo de los tiempos que vivimos: buenas intenciones pero resultados sospechosos. Lo mejor, parte de los solistas vocales, que pusieron toda su intención en la interpretación, mereciendo mención especial la labor del barítono catalán Carlos Daza, lo mejor de la velada con diferencia: buena voz, bien proyectada, eficiente fraseo, agudos muy solventes y potencia suficiente además de intención sobrada para dar carga de teatralidad a su trabajo. Muy bien.

A nivel similar aunque con particela mucho más reducida el contratenor ucraniano Konstantin Derri, que jugó con los hombres del coro mientras interpretaba en su única intervención al pato que tras pasar por el horno acaba en el plato de un comensal, interrelacionándose con ellos a través de gestos y miradas. En mi opinión solo le sobro un agudo final no escrito por destemplado y bastante inoportuno. Me gustaría repartir los mismos elogios para la soprano madrileña Sonia de Munck que si bien estuvo aceptable en el In trutina quedó totalmente superada en el, por otro lado, inclemente Dulcisimme. 

En el lado menos positivo de la noche quiero mencionar la labor del Orfeón Pamplonés, al que supongo afectado por las actuales circunstancias para poder ensayar en condiciones: falta de empaste, titubeos en las entradas, voces sueltas y si bien en las páginas –bastante frecuentes- del dominante forte se sintieron más o menos cómodos cada momento de trabajo en el piano era demostración de falta de coordinación y unidad. En mi modesta opinión ello quedo más patente en las voces masculinas –sobre todo en las agudas- que en las femeninas. Eficiente la Escolania del mismo Orfeón en su breve intervención.

Luis Miguel Méndez tuvo un ímprobo trabajo en coordinar a las dos estructuras presentes, el ya citado orfeón y la Orquesta Sinfónica de Madrid. Desconozco cuantos ensayos se hicieron de forma conjunta pero Méndez tenía que hacer importantes esfuerzos para coordinar coro y orquesta (la página In taberna fue bastante clarividente en este sentido) y para homogeneizar el volumen de una orquesta que en este tipo de obras tiende fácilmente a la expansión excesiva.

Por lo tanto, un concierto que tiene de positivo el reencuentro con las obras de grandes dimensiones aunque aun el público presente sea reducido; de menos positivo, una interpretación con lagunas. Seguro que en un futuro inmediato las cosas volverán a su cauce.

Foto: © Iñaki Zaldua