Estar a la altura
Madrid. 16/05/21. Auditorio Nacional. Temporada 20/21 de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Obras de Copland, Revueltas y Milhaud. Alondra de la Parra, directora de orquesta.
La cruz.
(Punto final
del camino).
Se mira en la acequia.
(Puntos suspensivos).
A menudo se asocia a Silvestre Revueltas sólo con ritmo y color, en una visión superficial de su obra. Su Homenaje a Federico García Lorca es mucho más que eso. Es compromiso. Ese que parece faltar a los artistas de hoy en día. También a muchos de su época, no vamos a engañarnos. Compromiso e implicación por una causa. Por el arte. Por la cultura. Por la vida.
La música del mexicano bebe de lo directamente vivido, en este caso de la pérdida de un amigo, de un icono de iconos, de una identidad como es Lorca, y que se une en el tiempo al fallecimiento de sus propias hijas y de su hermano. Revueltas rompe también con las formas establecidas, entregándose al mismo tiempo a una causa social, para la que, entendía, debe servir el arte. Tal y como escribiría el compositor hispano-cubano Pedro Sanjuan, el de Revueltas, con su Homenaje, es un “Verdadero duelo: dolor, acritud, lirismo de exaltación amarga, lirismo acibarado, de tinte rojo, de tonos desgarradores, fuerte, que canta lo monstruoso en su forma más atroz… ¡El poeta ha muerto asesinado…, y solo así, como lo hace Revueltas en su Duelo, y no de otra manera, puede evocarse su muerte!”
Y por supuesto, Revueltas no renuncia a sus raíces, construye desde ellas una música que comienza en elegía, con una trompeta realmente protagonista y que, es imposible no unirlo, recuerda a la Fanfarria de Copland, estrenada casi una década después. A los hombres (y mujeres) caídos. Pronto los compases se llenan de baile, creando un mundo cuasi-hipnótico, a través de numerosas capas superpuestas, de ostinati y notas pedal, confrontando temas y melodías. Una explosión rítmica y de color también, efectivamente. Desde el primer momento, Alondra de la Parra expuso de forma impoluta, al frente de la Orquesta Nacional de España, todos estos detalles, toda el andamiaje que sustenta el universo musical del mexicano, al mismo tiempo que supo imprimirle del pulso y la hondura necesarios. Su capacidad de análisis, de exposición de planos y estructura de la obra fue realmente bienvenida, tal y como ocurrió al final del programa, con ese rondó de Milhaud e su Buey sobre el tejado. Sólo espero, algún día, tener la oportunidad de disfrutar de un Mahler, por ejemplo, en manos de De la Parra.
En esta ocasión, el aire festivo, alegre (marcado con maestría por el piccolo de la Nacional), con ese color orquestal que recuerda a las bandas de música mexicanas (no encontramos fagots, chelos o violas, aligerando el tono), encontró un maravilloso contrapeso en la elegíaca labor de la trompeta (con un colosal Manuel Blanco, en un programa cuyas tres obras representan una prueba de fuego para su instrumento). Exquisito en el espressivo, con gran control dinámico y delicadísimo morendo. No sólo él, sino toda la formación estuvo a gran altura, destacándose la labor del pianista en el místico ostinato del Duelo, así como la tuba, a quien se dió especial protagonismo, pero también cada miembro de maderas y metales. No me quito de la cabeza, tampoco, la intervención del clarinete.
Revueltas terminó y estrenó su Homenaje a Lorca, siempre tan allegado a la música (el poema que abre estas líneas pertenece a su dedicatoria a Sainz de la Maza), al visitar España en plena contienda de la Guerra Civil, como presidente de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de México, invitado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas, en el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura. Organizado por nombres como María Teresa León, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Luis Cernuda o María Zambrano, entre muchos otros. En los encuentros participaron nombres como los de Ernest Hemingway, Pablo Neruda u Octavio Paz, uniéndose a menudo sus versos con la música de compositores que les mostraron su apoyo. Así, por ejemplo, como despedida a la delegación mexicana, se organizó un concierto en el Palau de la Música de Barcelona, en octubre de 1937, donde la música de Revueltas sonó junto a los versos de Paz y María Luisa Vera, precedido de un discurso de León. Mientras el mexicano hacía escala en París, de regreso a su país, recibió una carta del mencionado Copland, con quien había entablado amistad años antes. De camino a España, Revueltas intentó verse con él en Nueva York, para organizar algunos conciertos con su música. Copland le decía: "Desearía poder darte buenas noticias acerca del concierto que sugeriste. (...) El problema es: ¡una orquesta de cámara! Si fuera música (sic) de cámara sería diferente...".
Una formación de cámara fue precisamente la elegida por el músico estadounidense para estrenar su Appalachian Spring, ballet para Martha Graham que le valió el Pulitzer de Música y que terminó reorquestando en una suite orquestal, al año siguiente. De la Parra volvió a hacer brillar a la Nacional, en una lectura fluida, distendida, con poso no obstante y obteniendo ricos paisajes de color, bucólicos y ensoñadores, lo que perseguía Copland, con grandes fraseos y paletas melódicas que alcanzaron su cénit en los dos movimientos rápidos, pero también, especialmente, en el meno mosso del sexto y el subsiguiente, camino ya del clímax final, muy bien erigido.
Qué fácil debería ser el estar a la altura... y qué complicado, a tenor de lo vivido, parece ser en realidad. A la altura De la Parra y atriles de la Nacional. Revueltas estuvo a la altura en su lucha y en su homenaje a Lorca, quien siempre estuvo, a su vez, a la altura, trascendiendo a todos y todo... y qué poco hemos sabido estar a su altura, como sociedad, como país, como acervo y sentir nuestro que es el granadino... mientras su cadáver sigue abandonado en una cuneta, como tantos otros. Nos queda mucho por superar, por aprender.
Foto: Orquesta Nacional de España.