Luxemburgo Quincena21 a

Sí pero no

Donostia, 02/08/2021. Palacio Kursaal. Obras de Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven, con Yuja Wang (piano) y la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Dirección musical: Gustavo Gimeno.

Los medios de comunicación guipuzcoanos están haciendo un esfuerzo por presentar la Quincena Musical de este año al nivel de las realizadas en los años anteriores a la pandemia; y sí, comparándola con la de 2020 se han dado pasos adelante pero… si uno atiende a la programación presentada notará ausencias como la ópera –de verdad, ¿no se podía hacer ningún esfuerzo por programar algo tan sencillo como, por ejemplo, María de Buenos Aires en el centenario de Astor Piazzola?- y, lo que es peor, la imaginación. Es difícil imaginar una programación más conservadora, con obras de repertorio repetidas ad nauseam que pecan de un conservadurismo atroz.

En el concierto que nos ocupa, el segundo concierto de la Filarmónica de Luxemburgo en Donostia y que se repetirá en el Festival Internacional de Santander, respondió al criterio ahora señalado: el Concierto para piano y orquesta nº 20, KV 466, de Wolfgang Amadeus Mozart y la Sinfonía nº 5, op. 67, de Ludwig van Beethoven, es decir, un concierto "fácil" para el público y de efecto inmediato. 

La atracción de la primera obra era la asiática Yuja Wang, mujer de presencia escénica singular y que ha alcanzado relevancia pública tanto por su calidad técnica como pianista como por su ajetreada vida en las redes sociales. Un servidor, terminada la interpretación del concierto mozartiano tiene poco que oponer a su capacidad ante el teclado pero si hablamos de emoción, cambian las cosas. A uno, que no le gustan nada los bises sí considera que el ofrecido por Wang fue esclarecedor ya que la pianista china vino a decir al público donostiarra: "¿Queréis alarde circense? ¡Aquí os dejo este Mozart tuneado a velocidad supersónica!". Y todos con la boca abierta… pero sin emoción.

La segunda parte no necesitaba presentación: puede ser considerada la madre de las sinfonías. La Quinta de Beethoven es siempre garantía de éxito, como así ocurrió. El planteamiento de Gustavo Gimeno estuvo alejado de la tradición solemne de la germanidad clásica con una exposición del motivo inicial algo precipitada, sin dejar al oyente degustar su sonoridad, un planteamiento tan legítimo como sorprendente. En general estuvimos ante una propuesta ágil, dinámica y coherente, bien expuesta por el director valenciano y que concluyó con un Allegro explosivo. La interpretación de esta obra tuvo mayor interés que la primera, desde luego.

En el Kursaal la ocupación máxima permitida es de un cincuenta por ciento del recinto y eran perceptibles algunos pequeños huecos; sin embargo, después de demasiados meses con teatros casi vacios la impresión de plenitud es indudable. Sin embargo, estamos aún lejos de la normalidad, como lo está la Quincena, que ha programado conciertos, sí, y con relativo interés, sí, pero con poca imaginación.

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