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Fuera de la zona de confort

16/09/2021. Vitoria-Gasteiz. Teatro Ortzai. Orfeo ed Euridice, de Christoph Willibald Gluck. Miguel Gómez (Orfeo), Mireia Tarragó  (Euridice), Ainhoa Lopez de Munain (Amore), Amaia Rodriguez (teclado y dirección musical). Dirección escénica: Iker Ortiz de Zarate.

Ante espectáculos así uno no sabe por dónde empezar a llenar la blanca pantalla: si por describir el milagro del Festival en una ciudad que es un páramo lírico, si por las peculiares características del teatro que recoge la función, si por el shock que le puede suponer a un clasicote como un servidor que le saquen de la zona de confort operística. Para cada uno de los inicios tenía un título distinto y al final, como el lector puede imaginar, me he decidido por la última opción.

Ello no obsta para que haga una breve introducción para aclarar las dos ideas restantes. Esta ópera, aunque fuera de fechas, se inscribe en el I Festival Jalgi Voz! para –según copia directa de la web del Festival presentar al público ocho propuestas artísticas que cuestionan los formatos, espacios y protocolos asociados a los géneros de la música lírica y clásica. ¿Dónde, y en Vitoria? Sí, Vitoria-Gasteiz, ciudad que es la capital administrativa de Euskadi, Comunidad Autónoma singular de trascendencia económica, política y cultural dentro del estado español pero que en materia lírica tiene la misma importancia que el pueblo más pequeño que podamos imaginar, es decir, cero. Así es, por desgracia. Hasta que vienen unas chavalas jóvenes, presentan un festival lírico rompedor en plena pandemia, se lanzan al ruedo sin mirar atrás y crean un cierto desconcierto en el melómano vitoriano. Me alegro.

Ni sé los años que llevamos sin una representación digna de ópera o zarzuela en la capital vasca. Los amantes de la lírica de la ciudad vamos siempre de una ciudad a otra, quemando kilómetros, en busca de voces y sonidos por lo que la propuesta de Jalgi Voz! fue recibida con sorpresa e infinita alegría. Un espacio para el lied, la canción, el jazz,… y la ópera.

Orfeo Vitoria21 b

¿Ópera en el Teatro Ortzai? Aquí es obligado hablar de esta sala, peculiar como pocas. Cuarenta localidades, los artistas te cantan, literalmente, a un metro de tu butaca y el escenario ¿llegará a 18 m²? Impensable una orquesta, con dificultades un hipotético coro y dificultad de movimientos cuando se juntan más de cuatro personas. Y sin embargo tiene un sabor especial, un encanto infinito y es sede de un grupo de auténticos locos de las artes escénicas que se entregan en cada función como si les fuera la vida en ello. Este agosto, en plena canícula, Ortzai ha presentado la versión más gamberra, rompedora e iconoclasta que de La corte del faraón pueda uno imaginar; ¡y lo que nos reímos!

Así pues, aun sabiendo a lo que uno va, sin embargo le acaban sorprendiendo. El Festival anunció Orfeo ed Euridice, de Gluck, uno de los títulos emblemáticos de la historia de la ópera por aquello de la revolución estilística del compositor. Por dos veces tuvo que ser aplazada -¡maldito sea el virus este!- hasta que, de repente, cuando ya teníamos casi olvidado el proyecto, se nos presentan tres funciones para poder reunir a menos de cien personas, afortunadas ellas.

En realidad el proyecto se autodenomina Orfeo ed Euridice, American Version ya que la propuesta, también ésta gamberra y desenfadada, coloca la historia mitológica griega en… ¡la Casa Blanca! Orfeo es un joven que vive en Eslovenia y Euridice es Melanie Trump –que, no olvidemos, es de origen esloveno-, muerta en vida al casarse con Donald. Así pues, la Casa Blanca es el inframundo al que Amore manda al joven con la idea de recuperar a su amor de juventud. Un disparate hecho con muy pocos medios, pero con la imprescindible entrega de una veintena de actores que colaboraron junto a cantantes y músicos para dar empaque teatral a la historia.

Mucha imaginación, mucho humor y retranca que suplen los limitadísimos medios. ¿El resultado? Setenta y cinco minutos de recortada ópera que pasaron en un suspiro. El recorte puede entenderse –que no justificarse- por la ausencia de coro que, en puntuales momentos, fue suplida con versión grabada. En mi opinión, el pero más evidente que puede ponerse a la función

Las voces eran muy jóvenes y, en términos generales, estuvieron a muy buen nivel. Por encima de todas destacó la de Mireia Tarragó, una soprano catalana que dio a Euridice/Melanie un empaque vocal destacable: sonido amplio, dicción notable y desparpajo actoral. Muy bien. La soprano gasteiztarra Ainhoa Lopez de Munain dio vida a Amore y aunque un punto por debajo me llamó la atención el gusto por el detalle y la buena proyección de una voz que quizás no sea muy grande pero se oye muy bien. 

El papelón le correspondía al contratenor castellonense Miguel Gómez, con voz más modesta que la del resto –sin menoscabo de hacer un trabajo digno de aplauso- quizás por no disponer de un material con el suficiente brillo. Por ejemplo, en el trío final quedó apagado frente a sus dos compañeras. Sin embargo Gómez se pasó los 75 minutos en el escenario, sin tregua, y hay que reconocerle una entrega infinita y un trabajo actoral nada despreciable.

La dirección musical la asumió desde el teclado la también gasteiztarra Amaia Rodríguez y digo teclado y no piano o clave porque aquí estuvo otra de las provocaciones de la propuesta: el Yamaha electrónico estaba en un lateral del escenario y la pianista utilizó durante casi toda la ópera formas de sonido que simulaban los sintetizadores de los años 70 del pasado siglo, dando a la música de Gluck un sonido, un sabor altamente peculiar.

De la dirección escénica se encargó Iker Ortiz de Zarate, director de Ortzai y que fue capaz de crear en esta ópera escenas de un surrealismo máximo: el viaje en avión de vuelta a Eslovenia, con un cartón simulando el aeroplano y las pertinentes turbulencias mientras Orfeo canta Che faró senza Euridice es para enmarcar. O la anterior entrada del protagonista a los Estados Unidos mientras la guardia de fronteras engulle una hamburguesa gigante y sorbe ruidosamente un vaso de Coca-Cola. De no creer.

Jalgi Voz! trata de acercar la lírica a personas ajenas a la misma; y lo hace sacando a los espectadores, especialmente a aquellos que estamos baqueteados en muchas funciones convencionales, de nuestra zona de confort. Esta es una función a la que llevaría a muchas personas para que intuyan qué es y cómo puede entenderse la ópera, quizás para perder el miedo a un género que, por desgracia, ahuyenta a muchos solo por la parafernalia que la acompaña. Solo por ello merece mencionarse el nombre de estas locas de la lírica que se han metido en una aventura que roza la temeridad: Maite Arciniega y Ane Ruiz de Gordoa son las responsables. A ellas, gracias por sacudirme la afición a la ópera.