Orfeo liceu Ruano a 

Che puro ciel

Madrid. 13/06/2023. Teatro Real. Gluck: Orfeo ed Euridice. Helena Rasker (Orfeo), Polina Pastirchak (Euridice), Giulia Semenzato (amore). Freiburger Barockorchester, RIAS Kammerchor de Berlín, Renè Jacobs, director.

Orfeo ed Euridice de Gluck está considerada como la primera ópera que sigue los postulados de la famosa ‘reforma’ que el compositor inicia en el siglo XVIII, basada en la simplicidad, en que prevalezca la importancia del texto; buscando la pureza, el no artificio. Los excesos y divismos, los adornos recargados, la pompa y la sobreactuación, las exhibiciones huecas, se intentan dejar de lado en favor de la naturalidad, la austeridad, y el equilibrio. Ese equilibrio que proviene del nuevo gusto clásico, basado mas en la estructura, en el ‘fuste’, antes que lo superfluo, que la ‘voluta’. Aun así la instrumentación de Gluck es muy rica y detallada, muy estudiada; algo que se deja ver a lo largo de la partitura. Son colores muy naturales, a la acuarela, pero nítidos y característicos. Todo ello se nota en el interés del compositor por personalizar dicha instrumentación en las diversas versiones que realizó a lo largo de su vida, algo que se puede apreciar en los cambios entre la primera versión (la de Viena), y la posterior de París. Las cornetas y chalumeaux son reemplazas por oboes y clarinetes; o las respuestas instruméntales del estrófico “Chiamo il mio ben così” fueron dadas por la flauta, las trompas y los cornos ingleses en la versión del estreno, mientras que en París los cambia por trompa y dos clarinetes. Son sólo algunos ejemplos, pero ilustran ese mimo y pensamiento en la instrumentación que Gluck tenía en mente, y que a modo de suaves y tenues colores, subrayan y comentan la acción y el texto, tan continuada y hasta cierto punto unitaria, según los nuevos preceptos de la citada reforma. 

El hacer Orfeo y Euridice con una orquesta con instrumentos y criterios historicistas, siempre realza este mimo y cuidado en la instrumentación. Los colores llegan mas naturales, auténticos y puros con las cuerdas de tripa y el vibrato contenido, los instrumentos de viento originales, el corpus instrumental reducido, y el diapasón original; todo esto facilita el equilibrio y la escucha de todas las voces. Es algo que hay que agradecer y valorar a Rene Jacobs, a la Freiburger Barockorchester, y al RIAS Kammerchor Berlin. El director, después de toda una importante y extensa trayectoria trabajando con estos criterios, está claro que busca ese limpieza de elementos espurios, y consigue una naturalidad y lógica en el discurso sonoro muy de agradecer. Esa claridad nos permitió escuchar texturas y detalles otras veces ocultos, como el solo de violoncello que contesta el diseño hermano del traverso en el “Che puro ciel”, y que contribuye a pintar el bucólico y arcádico momento de la página de forma más definida. Fue en general una lectura ordenada, de fraseo muy natural, cuidada, limpia, aunque quizá tendente a lo pequeño. Ya desde el primer acorde de la obertura, se percibió un sonido excesivamente amortiguado. La luminosa tonalidad de do mayor no emanaba con la suficiente luz, y el brillo de la página de apertura quedó apagado, sin expansión ni energía suficiente para contrarrestar el absoluto cambio que Gluck dispone en el subsiguiente y oscuro número (“Ah se intorno a quest’ urna funesta”) en do menor. La realización tampoco fue del todo inmaculada, el viento con tendencia a estar levemente mas alto de afinación con respecto a la cuerda, no consiguió empastar al cien por cien, al igual que las propias secciones de la cuerda unas con otras. Quizá la extraña disposición de la orquesta, dividida y enfrentada en dos, con un inmenso espacio en medio para el arpa, y el viento al fondo y alejado, no contribuyese a una perfecta escucha entre los músicos. Es verdad que todo fue encajando mas a lo largo del concierto, y que estamos hablando de pequeños ajustes, pero tampoco contribuyó el desmadejado y no del todo preciso gesto de Jacobs. Las leves desajustes y pequeñas imprecisiones existieron, y la concertino se convirtió en la segunda directora muchas veces, no ayudando tal situación a unificar del todo los distintos criterios. 

Orfeo liceu Ruano b

En esta ocasión se ha ofrecido la primera versión de la obra escrita por Gluck, la estrenada en Viena en italiano por el castrato Guadagni, cantante que había recibido formación actoral del reformador teatral inglés David Garrick, del que se dice que despertaba las iras del público al negarse a recibir aplausos para no romper la ilusión teatral. La ‘reforma’ de Gluck no sólo fue mérito de él, vino impulsada por distintos factores y artífices , y este elemento es uno mas de ellos. La holandesa Helena Rasker encajó bien en esa unidad e ilusión teatral. Desgranó su parte con una elegancia contenida y muy musical. Su voz un punto tragada y con vibrato algo tendente a lo stretto, tiene un bello color uniforme que se debilita un tanto en las notas mas graves. Apiana muy bellamente, y consigue fundirse con la orquesta de forma siempre orgánica y natural. Contenida en la comunicatividad, siempre expresó de forma natural su extenso rol, y consiguió finalmente ganarse al público con su expresión sincera y noble. Agradable sorpresa el Euridice de Polina Pastirchak haciendo notar desde el primer momento una bella colocación de la voz que emanó un brillo de bellos y refulgentes armónicos. Estupenda su manera de decir y recitar, muy de escuela operística italiana, ademas de su forma de diferenciar estrofas y remarcar palabras. Sin problemas, simpática, y en su sitio el amor de Giulia Semenzato en su breve papel de artífice de la acción y final feliz.
 
Fotos: © David Ruano (del mismo concierto en el Gran Teatre del Liceu)