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Mujeres y hombres frente al espejo

Bordeaux. 04/03/2019. Gran Teatro Ópera de Bordeaux. Francis Poulenc: La voix humaine. Anne-Catherine Guillet (mujer, soprano). Thierry Escaich: Point d’orgue. Anne-Catherine Guillet (ella, soprano), Jean-Sebastien Bou (el, barítono) y Cyrille Dubois (el otro, tenor). Orquesta Nacional de Bordeaux-Aquitaine. Dirección escénica: Olivier Py. Dirección musical: Pierre Dumoussaud.

La voix humaine, de Francis Poulenc pasa por ser una de las óperas más representadas del siglo XX y una de las más recurrentes compuestas tras la Segunda Guerra Mundial. Ya sabemos que es una obra singular tanto por su brevedad –supera por muy poco los cuarenta y cinco minutos- como por su planteamiento dramático: en único personaje, mujer colgada al teléfono tratando de evitar lo que parece inevitable cual es la finalización de su relación con un hombre, ignoto para el espectador y del que todo lo que sabemos lo conocemos a través del hilo telefónico, de la conversación y de los silencios de la protagonista. Un planteamiento valiente para su época –La voix humaine fue compuesta en 1958- y que ha tenido múltiples imitadores.

Eso sí, no creo que seré original si afirmo que las veces que he disfrutado de la obra en directo o a través de las numerosas grabaciones existentes he meditado muchas veces qué sería del personaje situado al otro lado del cable, ese hombre que se nos aparece como egoísta, manipulador de la mujer, frío y calculador. De ahí que conocedor de la propuesta de la Ópera de Bordeaux al anunciar el estreno de Point d’orgue, de Thierry Escaich no puedo negar que apunte en mi agenda como una de las prioridades a seguir. Y es que Point d’orgue se presenta como una secuela desde el punto de vista masculino de La voix humaine. No me negarán que, a priori, el interés era enorme.

Vayamos por partes: la representación comenzó con la obra de Poulenc y hay que decir que la interpretación de Anne-Catherine Gillet fue de enorme brillantez, de calidad vocal y dramática dignas de elogio. A ello ayudó la propuesta escénica de Olivier Py colocando al espectador como voyeur de una habitación de hotel decorado de forma bastante retro al cerrar todo el escenario con un muro oscuro con la excepción de esa ventana que nos permite irrumpir en la intimidad de la mujer desesperada. Nuestra situación también nos permite vislumbrar la calle por la que llegan a pasear tanto el destinatario de las múltiples llamadas como otros paseantes, ajenos a la tragedia de ella.

La habitación da vueltas, como la vida de la mujer; la habitación se invierte llegando a ser el techo suelo y viceversa, como la vida misma de la mujer donde la esperanza es frustración y viceversa. Ya sabemos cómo acabará todo: una mujer sin nombre, destruida, sin alicientes para tirar adelante, optando por la aparente salida más fácil. Cincuenta minutos llenos de tensión y con un resultado final excelente, a lo que contribuyó una dirección musical eficiente de Pierre Dumoussaud, aunque en momentos puntuales abusara del volumen orquestal.

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Tras el descanso llegaba la novedad, el estreno en la ciudad de una obra que vio la luz en el mismo 2021, en marzo, en el Teatro des Champs-Élysées, de París y que es producto de la colaboración entre cinco teatros franceses, a saber, el ya mencionado parisino, el que nos ocupa de Bordeaux más los de Dijon, Saint-Étienne y Tours. Una iniciativa, en definitiva, ejemplar al permitir que una obra reciente pueda conocerse en al menos cinco importantes ciudades francesas.

Point d’orgue tiene un planteamiento complementario a la obra de Poulenc. Desde la misma perspectiva del espectador pero pudiendo contemplar una habitación más acogedora dos hombres dan rienda suelta a una relación amorosa y sexual aparentemente radical. En la relación Él es el sujeto dominado por El otro –seguimos sin identificar a los personajes- tanto física como psicológicamente. Él es un juguete en sus manos, se deja llevar en los juegos eróticos que intuímos, lo que no obsta para que al mismo tiempo esté comprometido con una mujer a la que no sabe cómo abandonar. Aquí se produce la relación directa con la obra de Poulenc pues esa mujer que finalmente acabará siendo abandonada es –o puede ser, no puedo asegurarlo al cien por cien- la misma mujer maltratada en La voix humaine. Eso sí, la mujer débil de Poulenc es ahora fuerte con Escaich pues es capaz de tomar decisiones, de tomar las riendas de su vida y abandonar a un patán que lleva doble vida y que es incapaz de afrontar su condición sexual y/o sentimental con un mínimo de sinceridad.

Vocalmente hablando la intervención de Ella es testimonial y Anne-Catherine Gillet vuelve a ofrecernos una brillante intervención. La obra, sin embargo, descansa sobre las voces de los dos hombres y el compositor nos los presenta con escrituras vocales bien distintas. El personaje Él lo encarna Jean-Sébastien Bou, un barítono de voz sonora, ancha y bien proyectada que en el pequeño y coqueto –e incomodo, si me permiten la digresión- teatro de la ciudad resonaba como un cohete. La escritura de Escaich es bastante central y basada en la declamación.

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Todo lo contrario a la hora de abordar el personaje de El otro, el amante controlador y un punto mefistofélico. El tenor Cyrille Dubois tuvo que pelear con una tesitura extrema, un canto florido y muy exigente que en algunas ocasiones dejó al solista en cierta evidencia. Escaich parece querer describirnos con esa tesitura extrema y dificultosa la psicología misma del personaje. En cualquier caso, una interpretación vocal notable y sobresaliente en su caracterización de dominante sexual.

La escritura orquesta del Thierry Escaich se mueve por estéticas poco radicales, haciendo de Point d’orgue una obra relativamente fácil de escuchar y a la que Pierre Dumoussaud dio realce y sinceridad evidentes. La propuesta de Py en la segunda obra se movió por características similares a la primera, insistiendo en la habitación giratoria aunque en este caso la perspectiva ofrecida al espectador fuera mayor al abrirse también el baño a la derecha y el pasillo del hotel a la izquierda.

El teatro presentaba una entrada aceptable aunque lejos del lleno. La respuesta del respetable fue de importante aceptación y lo cierto es que tras dejar pasar unos minutos y digerir la experiencia uno concluye que el viaje mereció la pena.

Fotos: © Éric Bouloumié