Los comuneros 

Una iniciativa digna de aplauso

Burgos. 16/10/2021. Auditorio Forum Evolución. Igor Escudero: Los comuneros. Alejandro Roy (Padilla, tenor); Fernando Campero (barítono, don Pedro Girón);  José Concepción (tenor, cardenal Cisneros); Conchi Moyano (soprano, reina Juana);  Alfonso Baruque (bajo, Bravo); Xavier Casademont (barítono-bajo, Don Iñigo de Velasco); Ferrán Albrich (barítono, un fraile), Coro Vix Vitae, Coro Primo Tempo, Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dirección escénica: Cristian Santos. Dirección musical: José Luis López Antón.

No nos engañemos: que se estrene una ópera es un notición; que esa ópera se interprete en dos semanas en ocho ciudades distintas roza la proeza; y que ello se haga en ocho ciudades sin tradición operística es, sencillamente, increíble. Por ello, las primeras líneas de esta reseña tienen que ser para felicitar muy efusivamente la iniciativa que se ha desarrollado en torno al estreno de Los comuneros.

Ópera en Soria o Palencia no es plato habitual y menos si hablamos de un estreno absoluto, por ello que este arte llegue a estas y otras ciudades es digno de aplauso. Eso sí, siempre hay lugar para el papanatismo y un Ayuntamiento como el de León se cierra a participar en la gira por aquello de la temática comunera castellana, siendo sustituida por Ponferrada, ciudad en la que sus dirigentes culturales demuestran tener una perspectiva mayor que los de la capital, dueños de la misma que la de los equinos con anteojeras. Supongo que en León estará prohibido incluso emitir en los cines el Don Carlo, de Giuseppe Verdi por aquello del desprestigio de la corona española. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

Por aquello de la cercanía geográfica un servidor eligió la última función de la gira de ocho, a realizar en el precioso Auditorio Forum Evolución, de Burgos. ¡Qué cierto es que uno no termina de sorprenderse ante la belleza de tantos y tantos auditorios salpicados por la geografía española y que, en esto de la lírica, están infrautilizados! Y tras la función, como parece obligado, uno tiene luces y sombras que comentar sobre una función que, vaya por delante, mereció mucho la pena.

Siendo como es Los comuneros una ópera contemporánea creo es de justicia comentar que tal concepto –ópera contemporánea- debería colocarse en barbecho y ser sustituido por otro más acertado: óperas contemporáneas. No es cuestión de ser tiquismiquis sino reivindicar que la multiplicidad de estéticas hoy en día existentes en la lírica es tal que en un mismo año pueden estrenarse obras de enorme diversidad. Es esta una de las ventajas de amar y sentir la ópera de los siglos XX y XXI, que uno puede encontrarse en el mismo año obras tan dispares que parecieran artes distintas. Analicen, por poner un simple ejemplo, algunos de los estrenos de obras que han tenido cierto recorrido y que se presentaron en 2003 y saquen sus conclusiones: Ainadamar, de Golijov; Don Quijote, de Cristobal Halffter; Rasputin, de Rautavaara o Dada, de Nyman. Ahí reside, precisamente, el gran valor del arte lírico actual. Y ahí podemos entender el lenguaje personal de Igor Escudero.

Volvamos a las luces y a las sombras: entre las primeras, la misma iniciativa y el nivel de interpretación vocal de la mayoría de los intérpretes. ¿Puedo reconocer que asistía temeroso del reparto por aquello de ciertos prejuicios? Pues bien, el nivel medio fue notable, destacando entre el grupo de solistas, el asturiano Alejandro Roy, un tenor a la antigua, de voz recia, sólida, de sonido broncíneo que ayudó a caracterizar a Padilla como un héroe derrotado. Muy bien también el barítono canario Fernando Campero dando vida al peculiar don Pedro Girón, participe de la rebelión más por interés que por convicción. La voz de Campero tiene presencia y color adecuados y lo cierto es que supuso una sorpresa muy agradable. Para terminar con el trío protagonista, la soprano zamorana Conchi Moyano enseñó una voz de timbre hermoso, con mucho la mejor dicción de la noche y dio realce al único personaje femenino de la obra.

El resto de los cantantes estuvieron en un peldaño algo inferior, sin menoscabo de que el resultado global fuera más que aceptable. José Concepción, algo corto de volumen para dar autoridad a su personaje, correcto Ferrán Albrich en el breve papel de fraile y discretos los restantes. La parte coral, que no tiene envergadura relevante, fue discretamente ofrecida por miembros de al menos dos entidades corales: poco empaste, escasa uniformidad y algún que otro desajuste hicieron que las escenas de conjunto quedaran algo pálidas, tanto por el escaso volumen como por el exiguo número de coralistas y el paupérrimo texto que tuvieron que declamar las más de las veces.

Bien la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el año de su trigésimo aniversario y aunque en algún momento hubo cierto desequilibrio entre foso y escenario en detrimento del segundo, bien llevada la obra por José Luis López Antón. La puesta en escena fue bastante práctica –para poder facilitar los numerosos cambios de la misma en la hora y cuarto de la obra-  y convencional aunque se resolvió con acierto la escena final, la de la decapitación de los comuneros. 

Mencionado el apartado vocal y escénico, conviene quedarse en la obra misma pues Los comuneros presenta en la modesta opinión de quien firma estas líneas su debe más importante en su estructura dramática. Han quedado mencionados los minutos de duración de la obra, setenta y cinco, y creo que por ahí reside en punto más flojo de la propuesta de Igor Escudero.

Entiendo que pretender contar la historia de los comuneros en todas sus vertientes, política, económica y social, puede ser tarea ardua pero vista la obra me parece que su planteamiento es bastante desequilibrado: el acto I se centra en la figura de un decadente cardenal Cisneros y la gestación de la revuelta, culminando con la muerte del religioso; el segundo, en el papel de la reina Juana y su relación, bastante caótica, con los rebeldes; el tercero y último se basa en la batalla de Villalar (abril de 1521, es decir, hace quinientos años), derrota y ajusticiamiento de los comuneros. Todo ello en 75 minutos parece empresa difícil, de ahí que sobre todo en el acto III la sensación de precipitación de escenas sea inevitable. Llega un momento en el que parece más importante que la obra tenga una duración adecuada –supongo que pensando en un público poco habituado a las duraciones de este arte- más que en construir un libreto equilibrado y claro. Lo mismo podría apuntarse al quedar Padilla como líder mientras que Bravo y, sobre todo, Maldonado, quedan en segundísimo plano, hasta el punto de que el tercero es papel silente.

La escritura de Escudero para las voces huye de límites y trabaja sobre todo con las franjas centrales: con la excepción de Padilla –y quizás por contar con la presencia de un tenor como Roy-  el resto de las tesituras huyen de dificultades extremas. Apenas tenemos momentos ariosos, destacando más una técnica de recitado continuo en el que el texto adquiere importancia. Por ello me parece aun más sorprendente que en pleno siglo XXI se sigan proponiendo este tipo de espectáculo sin la pertinente presentación del texto en las pantallas adecuadas. Hubo momentos en los que el seguimiento del texto de la obra –a pesar de estar en castellano, lógicamente- era muy complicado.

El Auditorio Forum Evolución presentaba una entrada pobre; no creo que llegara al 50% a pesar de que aun permanecían una de cada tres butacas inutilizadas para su uso público. Y sin embargo los huecos eran significativos. Una lástima. Eso sí, importante presencia de autoridades locales, algunos de los cuales callaban al posar ante los fotógrafos pero no durante la representación.

Creo que la labor realizada por instituciones públicas e iniciativa privada con este título marca el camino adecuado para impulsar la ópera en cualquier lugar, por escasa tradición que pueda tener. Por fin, un proyecto se mira con perspectiva amplia, superando el típico titánico esfuerzo para función única. Ya podrían aprender esos que se sientes cómodos en sus taifas particulares.

Foto: © Alejandro Contreras