Falstaff Michele Monasta Maggio Musicale Fiorentino

Doppio Sir John 

Florencia. 05/12/21. Teatro del Maggio Musicale Fiorentino. G. Verdi: Falstaff. Nicola Alaimo (Falstaff), Ailyn Perez (Alice Ford), Sara Mingardo (Quickly), Caterina Piva (Meg), Francesca Bocompagni (Nanetta), Matthew Swensen  (Fenton), Simone Piazzola (Ford), Gianluca Buratto (Pistola), Christian Collia (doctor Cajus) y Antonio Garés (Bardolfo). Coro y Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Dirección musical: John Elliot Gardiner. Dirección escénica: Sven-Eric Bechtolf.

Van a permitirme adentrarme en esta reseña marcando cuales eran a priori los tres alicientes más reseñables de esta función, más allá de disfrutar de esta ciudad-museo que es Florencia: la tercera, la presencia de Xabier Anduaga en su primer Fenton; la segunda, el mero hecho de escuchar Falstaff, una de las obras más grandes de un grande de la lírica; y la principal por aquello de la imprescindible mitomanía, la presencia de un director musical de prestigio como es John Elliot Gardiner. Y por aquello de terminar en lo más álgido comenzaré subrayando que se confirmó la ausencia del tenor donostiarra en esta ópera verdiana, prometiendo dedicar a su sustituto unas líneas posteriores. Desconozco las razones de la ausencia de Anduaga pero bien que noté su ausencia.

En torno a Falstaff siempre he conocido muchas discusiones. Hay verdianos que la consideran una obra menos interesante por aquello de que Verdi –que no olvidemos, en 1893 es un anciano que está de vuelta de todo y que ha conseguido todo aquello que se proponía- evoluciona desde su lenguaje propio, por ejemplo el exhibido en la trilogía popular, a uno más maduro e influenciado por las nuevas formas estéticas  que poco a poco se estaban consolidando en el mundo operístico. Un servidor es un fan declarado de la obra, pasión que la función que nos ocupa no ha hecho sino consolidar. Porque esta función fue un éxito con muy pocos matices.

Finalmente, la presencia de John Elliot Gardiner. En mis primeros años de afición operística su nombre estaba ligado a compositores como Purcell, Haendel o Gluck aunque en los últimos años su repertorio ha llegado a compositores tan diversos como Berlioz, Britten o Verdi. Siempre me ha parecido emocionante ver llegar al podio del director a un casi octogenario con algunas dificultades de movimiento –pocas en el caso de este director-, abrazar la batuta y revivir e impulsar la música hasta conseguir hacernos vibrar con el ímpetu otorgado a la obra. Sencillamente memorable.

Falstaff es una obra de conjunto aunque como es lógico destaca la figura del gordinflón, decadente y patético Sir John Falstaff. El resto de los personajes, en mayor o menor medida, bailan al son que marca el noble por lo que es fundamental disponer de un gran protagonista y un efectivo conjunto que le complemente de forma digna. En este sentido la actuación de Nicola Alaimo solo puede calificarse de referencial. El bajo-barítono siciliano nos dio una lección tanto en la parte actoral con su imponente presencia física y por saber describir la parte más patética del personaje, con pequeños gestos que ayudaban a construir el rol hasta conseguir darle absoluta credibilidad; pero es que además fue capaz de responder a todas las particularidades cantoras del papel con sobresaliente voz: agudos consistentes, proyección magnífica, color adecuado,… Fue el gran triunfador de la noche. Quedarán en mi recuerdo momentos tan diversos como la alegría de su arieta Quand'ero paggio del Duca di Norfolk o el impecable monólogo Ehi! Taverniere.

Si continuamos con los hombres apuntaremos un Simone Piazzola que quizás en lo teatral hizo un Ford más italiano que inglés pero vocalmente no tuvo mácula. Muy bien en su E sogno o realtá. Los dos sirvientes de Falstaff estuvieron sobresalientes, destacando por su voz profunda y voluminosa el Pistola de Gianluca Buratto y por su actuación teatral el Bardolfo del andalúz Antonio Garés. El doctor Cajus de Christian Collia pasó más desapercibido.

Al principio apuntaba al anunciado Fenton de Xabier Anduaga pero finalmente el papel fue asumido por el tenor alemán Matthew Swensen, superado totalmente por el papel. Voz escuálida, deficientemente proyectada hasta hacer que su momento estelar, Dal labbro il canto estasïato vola, pasara sin pena ni gloria, así como sus escenas de conjunto con Nanetta. Actoralmente también se mostró bastante limitado

Por lo que a ellas respecta, nuevamente la nota media es muy alta, sostenida sobre todo por la Alice de la estadounidense Aylin Pérez, de voz cristalina, de agudos dominantes en las escenas de conjunto y siendo capaz de crear un personaje tan pizpireto como inteligente. Muy buena actriz, muy buena cantante. Al mismo nivel la contralto veneciana Sara Mingardo, habitual en otros repertorios y que fue capaz de enseñar graves consistentes y carnosos. Sus reverenza eran ejemplo de buen canto y buen humor. El trío de comadres lo completaba Caterina Piva, a nivel notable, sin desmerecer de sus compañeras. El lunar fue la Nanetta de Francesca Boncompagni, bastante sosita en lo actoral y con continua emisión de sonidos fijos en la franja aguda del personaje, además de una afinación más que sospechosa. 

La producción escénica de Sven-Eric Bechtolf es capaz de conjugar un respeto escrupuloso a lo dictado por el libreto con un dinamismo que permitía rápidas transiciones entre escenas. En realidad, estamos ante un único escenario que apenas es modificado por algo de atrezzo y cambios en la parte posterior del escenario creando ora el fondo de La Jarretera ora las ventanas necesarias para volcar al noble decadente al rio Támesis. Los movimientos escénicos eran eficaces y dinámicos y el enorme escenario del teatro quedaba ocupado de forma inteligente. La escena final en el bosque de Windsor quedo aparente y destacaba sobremanera el vestuario de los miembros del coro que, por cierto, cantó de forma excelente la escena mencionada.

Terminamos con la batuta del sir John Elliot Gardiner y reitero mi consideración de que fuimos muy afortunados: Verdi otorga a la orquesta de Falstaff una importancia máxima y Gardiner dibuja esa paleta orquestal con un dinamismo exultante, empujando a todos los intérpretes a crear esta obra cumbre de la Historia de la Ópera.

El Teatro del Maggio Musicale Fiorentino es espectacularmente bello y grande y no puedo sino reconocer mi sorpresa al comprobar una presencia de espectadores que intuyo no superior al 60%. El público respondió con devoción tanto por el primer sir John, Alaimo, como por el segundo sir John, la batuta. El resto del reparto fue bravamente aplaudido y despedido puesto en pie con la excepción de los enamorados Swensen y Boncompagni, abucheados por parte de alguno de los presentes. 

Foto: © Michele Monasta / Maggio Musicale