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¡Ave Mayr!

Bergamo. 04/12/21. Teatro Sociale.  G. S. Mayr: Medea in Corinto. C. Remigio (Medea). J. F. Gatell (Giasone). M. Torbidoni (Creusa). M. Angelini (Egeo). R. Lorenzi (Creonte). C. Di Torino (Ismene). M. Nardis (Tideo). Coro Donizetti Opera. F. Tartari, dirección del coro. Ochestra Donizetti Opera. J. Brandani, dirección musical. F. Micheli, dirección de escena. Nueva producción de la Fondazione Teatro Donizetti.

Un merecido y precioso homenaje, así es como hay que leer esta exhumación de la Medea in Corinto (Nápoles, 1813) de Giovanni Simone Mayr. El que fuera el principal profesor de Donizetti, maestro de capilla de Santa Maria la Maggiore en Bergamo, e impulsor de la vida cultura y musical de la ciudad natal de Donizetti, estrenó con esta la que para muchos fue su mejor ópera, en el apogeo de su merecida fama.

Medea in Corinto tuvo su première en el Teatro San Carlo de Napoli el 28 de noviembre de 1813, con los españoles Isabella Colbran como Medea y el tenor Manuel del Popolo García como Egeo. La ópera compuesta por encargo del teatro napolitano tuvo un éxito considerable que se replicó con sendos estrenos en los teatros de la Corte de Dresde en 1821 y en París en 1823, donde desde entonces pasó a ser un rol habitual de la afamada soprano Giuditta Pasta. 

Mayr hizo su propia adaptación para el Teatro Social de Bergamo en 1821, edición crítica que se recupera ahora por el Festival Donizetti en el 200 aniversario del estreno de esta edición. Una partitura que se tuvo que recortar y adaptar por las condiciones del Teatro bergamasco de la época, con un coro entonces solo masculino, y con recortes en la rica instrumentación plagada de solos instrumentales virtuosos que sin embargo se mantuvieron en la medida de lo posible.

La hábil batuta de Jonathan Brandani supo hacer brillar esta partitura rica y monumental que bebe de la herencia mozartiana y gluckiana pero ya con las influencias de Cherubini o Spontini en la línea afrancesada de un estilo de ópera seria que convivió con los primeros éxitos del gran Rossini, como Tancredi (Venecia, 1813). 

En efecto, Mayr se revela como un gran orquestador que trufa la partitura de solos instrumentales que enriquecen las arias solistas. Valga como primer ejemplo el solo de violín que acompaña el aria di sortita de Medea, "Sommi dei", aquí con un magnifico Massimo Spadano al arco. 

La lectura de Brandani desde el podio fue sobretodo la de un maestro concertatore que supo dejar fluir la belleza de la partitura tanto en sus difíciles y teatrales arias, con libreto de Felice Romani, como en los variados acompañamientos y en los hedónicos solos de arpa, flauta, clarinete…Un trabajo más artesano que carismático pues le falto ese punch que una partitura compleja y variada como esta requiere.

Una pena que el trabajo del coro masculino quedara totalmente deslucido por su posición en los palcos laterales del escenario impuesto desde la régie. La mayoría de veces sonaron descordinados y por detrás de la batuta del director musical pues desde sus posiciones no veían bien ni la escena ni al maestro en el foso. 

La Medea de la soprano italiana Carmela Remigio sorprendió por la inteligencia del enfoque y la raza canora de una artista con cosas que decir. La riqueza de la articulación y la transparencia del estilo belcantista, generoso y atractivo, auparon a la cantante de Pescara como digna protagonista. El suyo aquí es un rol temible que encarnaron voces legendarias como la Colbran o la Pasta y que exhumaron en su días divas como la Gencer y que Remigio supo hacer suyo con habilidad técnica y sinceridad expresiva. Espeluznante la escena del sortilegio, “Antica notte”, e impactante el aria final en la monumental “Ah! Che freme, o figli miei…Miseri parlogetti”. Un verdadero tour de force solo al alcance de una artista consumada y dominadora de su instrumento. La voz no tiene el brillo de antaño, la proyección es ajustada y se antoja limitada para teatros de mayor envergadura, el timbre ofrece durezas puntuales, pero la solvencia técnica y el dominio del estilo fueron inapelables. Un merecido triunfo personal corroborado por la unánime ovación del público al final de la representación.

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La Creusa de la soprano Marta Torbidoni, por el contrario, ofreció la frescura de un timbre juvenil ideal para el personaje. Instrumento de cuerpo generoso y emisión algo metálica, con un registro superior de vibrato llamativo. Torbidoni se lució en su gran aria "Compi l’opra o ciel pietoso" con el arpa solista de una virtuosa Marta Pettoni.

De timbre luminoso, fraseo y estilo impecable, el Giasone de Juan Francisco Gatell fue de menos a más pues la voz mostró poca presencia al inicio con una emisión limitada y unos armónicos ajustados. La composición teatral de su personaje, sin embargo, ayudó a la construcción de un rol que fue cimentando a lo largo de la ópera con vehemencia y carisma escénico hasta completar una actuación general más que solvente.

Con un instrumento de atractivos matices y cálidez expresiva, el Egeo del tenor Michele Angelini mostró una voz prometedora y estimulante. El problema vino con los cambios de color en el registro agudo, metálico y tendente al sonido fijo, que afeó el timbre además de una emisión por momentos nasal. Los roles secundarios de Ismene y Tideo los solventaron con profesionalidad y carisma escénico la soprano Caterina Di Tonno y el tenor Marcello Nardis.

La nueva producción, firmada por el director artístico del Donizetti Opera Festival, Francesco Micheli, modernizó la trama trágica de Medea. Con unos medios sencillos pero teatralmente eficaces y bien administrados, plataformas que subían y bajaban una escenografía de salón de casa de los años setenta, Micheli transformó el drama familiar de Medea en una disección de la vida marital de dos parejas, Medea-Giasone, Creusa-Egeo.

Así la trama se vive con las infidelidades, trifulcas y altibajos emocionales de ambas parejas, envueltos en una especie de estética del cine italiano setentero con aires vintage. Una Medea a lo Maria Grazia Cucinotta, un Giasone a lo Mastroianni venido a menos pero de atractiva chulería.  El intento de actualizar una tragedia griega con un trasfondo familiar del cine italiano de los 60’-70’ puede que no interesara a todos pero hay que reconocerle al regista el minucioso trabajo de luces, escenografía y dirección de actores que funcionó como un reloj.

Con todo triunfó la música de Mayr, de una orquestación riquísima, unas arias magníficas y un estilo operístico clave que iluminó la opera seria italiana de principios del s.XIX por un maestro bávaro de calidad incuestionable.

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Foto: © Gianfranco Rota