¿Quién será? ¿Quién será?
Valencia. 10/12/21. Les Arts. Puccini: Madama Butterfly. Marina Rebeka (Cio-Cio-San). Marcelo Puente (Pinkerton). Cristina Faus (Suzuki). Àngel Òdena (Sharpless). Mikeldi Atxalandabaso (Goro). Fernando Radó (Bonzo), entre otros. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Emilio López, dirección de escena. Antonino Fogliano, dirección musical.
"Los ojos que dibujó Suzukichi no son los de las serpiente, son los ojos de la explosión. (...) Miraba el cielo con los ojos bien abiertos y fue aquel ojo el que le poseyó. Desde entonces ya no pudo ver otra cosa. Yo tampoco; no hay ojos que den tanto miedo como ese".
Kane ante sus nietos en Rapsodia en agosto. Akira Kurosawa.
Les he hablado ya en muchas ocasiones de mis abuelas. No me extenderé hoy mucho sobre sus maravillas, pero me es imposible escuchar Madama Butterfly sin recordar a mi yaya Pilar, soprano aficionada, cantando de pe a pa el rol de Cio-Cio-San. Eso sí, en castellano, porque en su época, la de la posguerra, la cantaban así, "para disfrutar más". Y siempre que se arrancaba con ella, ya alcanzados los ochenta o noventa años, lo hacía por la mitad de su conocida aria: "¿Quién será? ¿Quién será? Y cuando llegue, ¿qué dira? ¿Qué dirá?..." ¡No sé ni cómo hacían para que entrase en métrica! Con esta anécdota quisiera hacer ver que esta ópera de Puccini y más concretamente el papel de la joven japonesa lleva estando en el imaginario, en el ideal y en muchas metas de tantas y tantos amantes de la lírica desde hace décadas. También, obviamente, de las sopranos líricas o lírico-spinto que suben cada día a un escenario. Es lógico que una cantante como Marina Rebeka, de mayor ascendencia y presencia internacional cada temporada, con compromisos que le llevan a cantar Il pirata, Norma, Anna Bolena, Il trovatore o La vestale en los últimos tiempos, quiera probar suerte como Madama Butterfly.
Es este un papel harto complejo, por vocalidad y psicología, que Rebeka, en su debut oficial, resuelve con notables resultados. Aun teniendo en cuenta que, como las protagonistas de los títulos que he citado anteriormente, es uno de esos personajes que no se cantan a la perfección la primera noche, sino que requieren un rodaje, una vivencia junto a ellos, la soprano letona presenta una concepción creíble, homogénea en lo vocal, con momentos intachables, como su delicadísima entrada en escena. En el global, es una muchacha apocada y entregada, tal y como el drama le requiere, un tanto plana en alguna escena, como el Tu, tu piccolo iddio que parece requerir mayor contraste, pero siempre sutil en lo vocal.
A su lado, el ingrato (vocal y dramáticamente hablando) Pinkerton fue cantado por Marcelo Puente, quien sustituía a última hora a un indispuesto Piero Pretti y salvando los muebles con entrega y conocimiento de causa. Mostró un timbre ancho y oscurecido, así como una colocación un tanto peculiar, siempre sonoro, donde pianísimos y agudos no terminaron de emitirse siempre como debieran. Estupenda la valenciana Cristina Faus como Suzuki, sentida y preocupada en la interpretación dramática, intachable en la vocal. Contundente, de menos a más, comenzando sin demasiadas sutilezas el Sharpless de Àngel Òdena, y extraordinario el Goro de Mikeldi Atxalandabaso, un secundario que siempre es garantía de éxito y quien también sustituía a un compañero en el último momento, en este caso Jorge Rodríguez-Norton.
La propuesta del valenciano Emlio López, que regresa a Les Arts cuatro años después, tira de tradición y, con ella, de innercia. Sin duda es una puesta en escena muy bella. Y muy simbólica. Como un enamorado del japón histórico que soy, esté o no de acuerdo con sus costumbres, recibo esta Butterfly con mucho agrado. Sin duda, los amantes de las escenografías más clásicas saldrán encantados de la sala. Se aprecia el sakura del cerezo, una casa shoji con sus tatamis y sus detalles de ikebana, kimonos, abanicos... y un tori que es testigo de todo cuanto acontece, sin duda tomando como modelo el de Nagasaki, que permaneció en pie tras el bombardeo atómico de 1945, pero también reflejándose en un suelo que, así lo he recibido yo, conecta con el tori que "surge" de las aguas de Miyajima, isla frente a Hiroshima. Al parecer, agua era lo primero por lo que suplicaban los supervivientes. Y es en esta época y entrando de lleno en ello donde López situa la narrativa, con certero pulso, drama y movimiento escénico. Salpica la idea global, además, con transversalidades culturales, como la bellísima coreografía con la que sella el Coro a bocca chiusa, una alegoría a la caza de la mariposa, con sincera referencia a Loie Fuller y sus vaporosas telas flotantes. Y, por qué no, esa sangre final tras el harakiri, tan Kurosawa y que por eso he querido traerle como introducción a estas reflexiones. No termina de resultar redondo el resultado debido a un video a telón bajado en el (no muy usual) Intermezzo del segundo acto, realmente innecesario; por la pantalla a modo de velo con el que se cubre el segundo acto, simbolizando la "ceguera" de Cio-Cio-San, pero que resulta un tanto molesta y... bueno, lo ya dicho en funciones de años anteriores: resulta cuestionable que un cónsul estadounidense se pasee por Nagasaki tras el lanzamiento de las bombas.
Desde el foso, la batuta de Antonino Fogliani resultó, sobre todo, efusiva. Demasiado en ocasiones, con un sonido compactado y tempi por momentos un tanto pesantes, siempre de bellas y efectivas sonoridades ante una formación de primer nivel como es la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Se tapó en pasajes a los cantantes, quizá producto de tratarse del estreno y hubo entradas con los cantantes y escenas, como la final, que podrían haber quedado mejor resueltas. Es de esperar que, a medida que avancen las funciones, se encuentre un mayor equilibrio. Asimismo, el Cor de la Generalitat Valenciana estuvo soberbio en todas y cada una de sus intervenciones.