Guerrero OSCYL Wagner 21 a

Exuberancia

18/12/2021. Valladolid. Centro Cultural Miguel Delibes. Lorin Maazel/Richard Wagner: Der Ring ohne Wörte. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dirección musical: Giancarlo Guerrero.

Supongo que podemos aceptar como intrínsecamente humana la tendencia a simplificar las cosas. A muchas personas se les reduce familiarmente el nombre incluso a pesar de no tenerlo muy largo y esa tendencia se acentúa ante nombres y/o apellidos extensos. Con la música ocurre algo muy parecido; ¡en cuantas tertulias habré escuchado eso de que si a Wagner se le quitaran unos cuantos minutos la cosa sería mucho más digerible! Cuestión ante la que los wagnerianos no podemos sino poner cara de asombro, en la convicción de que en las obras maestras nunca falta ni sobra nada.

Con la tetralogía wagneriana se ha hecho muchos intentos de reducción y algún que otro despropósito. Por ejemplo, en el 2012 y en el Teatro Colón de Buenos Aires se hizo una versión de la magna obra que alcanzaba solamente la mitad de la duración ordinaria, con amputaciones traumáticas como suponía el dejar el Sigfried en hora y cuarto. ¡En fín!

En este sentido la propuesta de Lorin Maazel es, quizás, la más lógica; se trata de unir los muchos fragmentos en los que la orquesta ocupa un papel protagonista para crear una especie de poema sinfónico de 75 minutos de duración al que el autor ha denominado Der Ring ohne Wörte, es decir, El anillo sin palabras. Y esto es lo que hemos podido escuchar en el precioso auditorio de Valladolid, de nombre oficial Centro Cultural Miguel Delibes, y que es otra maravilla que he descubierto de entre la red de infraestructuras musicales extraordinarias que existen en el estado.

No negare que para los amantes de la tetralogía esta pieza es un sinfín de momentus interruptus pues cuando en buena lógica esperamos la voz de este o aquel personaje se nos aparece una pequeña célula musical que nos transporta de un pasaje musical a otro. Por poner un ejemplo, el preludio del acto I de Die Walküre, tras una breve mención al dúo Siegmund-Sieglinde está directamente unido al pasaje orquestal con el que se cierra el mismo acto y uno no puede sino sentir cierto desasosiego al ver tal grado de concentración.

Una vez aceptado el juego, la versión funciona como obra orquestal de gran dimensión –la obra llega a la hora y cuarto- y exigencia orquestal, teniendo percusión, metales y viento un protagonismo infrecuente al habitual en los programas orquestales convencionales.

Der Ring ohne Wörte peca desde su planteamiento inicial de cierto desequilibrio: la mitad del poema está extraído de Götterdämmerung mientras que, por ejemplo, de Siegfried solo aparecen “mencionados” unos 6 ó 7 minutos. En la mayor parte de las veces se utilizan los momentos exclusivamente orquestales aunque hay una transcripción vocal evidente en el caso ya mencionado del acto I de Die Walküre, en el momento de la declaración de amor entre los hermanos welsungos.

De todas formas, la propuesta funciona y es un ejemplo del arte orquestal del compositor de Leipzig. La exuberancia de la obra es absoluta, en ocasiones apabullante y el maestro nicaragüense nacionalizado costarricense Giancarlo Guerrero hizo todo lo posible por mostrárnosla; para ello contó con la implicación de los miembros de la amplia plantilla orquestal. Ha sido mi primera vez en un programa de abono con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y solo puedo reconocer y aplaudir la alta categoría exhibida en el concierto, con especial protagonismo de las secciones más exigidas: muy bien la percusión y los solistas de metal, especialmente trombón y trompeta, de una seguridad envidiable, sin que ello suponga desdoro del resto. Viento y cuerda no quedaron a la zaga, pudiendo subrayar el papel de violoncelos y contrabajos. Los golpes de martillo de Mime y los enanos y las llamadas de Siegfried con la trompa se hicieron desde fuera del escenario, ayudando a crear por breves momentos distintos planos sonoros.

A diferencia de otros lugares, en el auditorio vallisoletano aun se dispone para el público solo el 50% del recinto y este presentaba un lleno casi absoluto. La respuesta popular, tras un respetuoso silencio al final de la obra, fue de largos aplausos y vítores tanto para el director como los miembros de la orquesta. Por desgracia, dos personas decidieron unir a la interpretación musical sus tonos de teléfono móvil sin que nadie se lo pidiera. El maestro Guerrero se volvió, perplejo y amenazador, ante la insistencia –y cercanía- del primero de ellos. Una lástima que no aprendamos un mínimo de consideración.