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Esfuerzo recomepensado 

Pamplona. 04/02/2022. Palacio Baluarte. Verdi: Un ballo in maschera. Sergio Escobar (Gustavo III). Maria Pia Piscitelli (Amelia). Artur Rucinski (Renato), María José Montiel (Ulrica). Nina Solodovnikova (Oscar), entre otros. Coro lírico de la AGAO. Orquesta Sinfónica de Navarra. Waut Koeken, dirección de escena. Yves Abel, dirección musical.

Montar una ópera escenificada no es fácil. Es un espectáculo que más allá de lo meramente musical acarrea unas exigencias técnicas considerables. Y esto se acrecienta cuando hablamos de un espacio multidisciplinar y que no es una casa de ópera al uso. A todo esto hay que añadir que en tiempos de pandemia conseguir que el público acuda a una función es mucho más complicado que antes. Por eso hay que reconocer el esfuerzo que el equipo de Baluarte ha hecho para poner en pie la ópera que comentamos hoy. Con el valor añadido de un auditorio casi lleno gracias al interés de los aficionados y unos precios muy competitivos para lo que suele costar una entrada de ópera en España. Y los resultados de ese esfuerzo que comentábamos ha dado como resultado una función de muy estimable valor, sobre todo en el plano musical.

Un ballo in maschera, una de las óperas más redondas y populares de Giuseppe Verdi, sufrió, como otras de sus obras, los avatares de una censura que aún tenía bastante influencia en los diversos reinos de la Italia antes de la Unificación. Basada en el libreto que Eugène Scribe preparó para la obra Gustave III de Daniel-François Auber, narraba de forma muy teatralizada el asesinato del monarca sueco del mismo nombre que la obra. En Nápoles, capital del conservador Reino de las Dos Sicilias, donde estaba previsto el estreno, la censura no permitió que se vieran ideas regicidas en pleno impulso unificador del Resurgimento. Finalmente, y cambiando Suecia por la lejana Boston y el puesto de rey por el de gobernador, se pudo estrenar en Roma en 1859. Durante la vida de Verdi no volvió a representarse con su localización original, pero a partir de la segunda mitad del siglo XX empezó, en algunas reposiciones, a volverse a situar la acción en el país nórdico. Es el caso de estas funciones en Baluarte. Realmente no cambia nada en la obra pero digamos que hay un cierto aire de desagravio al compositor, que estuvo muy involucrado como siempre en la elaboración del libreto, por las presiones que sufrió.

Sergio Escobar, que encarnaba al rey Gustavo III, posee la tesitura que el rol exige, acompañada de un timbre atractivo y una buena proyección. Así lo demostró en las partes central y más grave de su papel, en las que supo matizar y darle una forma adecuada a su canto. En el tercio superior, muy exigente en este rol principal, no estuvo tan acertado. Hubo agudos bien ejecutados, pero también muchos momentos de desajustes y problemas que no permitieron redondear su actuación y deslucieron el empeño y esfuerzo del tenor que eran evidentes.

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En una línea muy italiana, de canto canónicamente clásico, se movió Maria Pia Piscitelli como Amalia. Con una voz de bello color y con excelente teatralidad en la expresión triunfó en las hermosas arias que Verdi compuso para este papel, como en la estremecedora Ecco l'orrido campo ove s'accoppia del segundo acto y, sobre todo, en  Morrò - ma prima in grazia, donde estuvo magnífica. Como también magnífica fue la actuación del barítono Artur Rucinski como, Renato, Conde de Anckarström, esposo de Amelia. Sin ser una voz que arrebate con su timbre, consiguió ser uno de los triunfadores de la noche, sobre todo en esa soberbia página del tercer acto que es Alzati! là tuo figlio...Eri tu, en la que supo transmitir primero la ira y luego la tristeza que embarga al personaje y en la que recibió la más sonora ovación de la noche.

María José Montiel fue Ulrica, la adivinadora que pronostica el futuro de los protagonistas. Aunque el rol está escrito para una contralto, Montiel, que es una excelente mezzo, resolvió su papel con profesionalidad y soltura. Agradable sorpresa la de la soprano Nina Solodovnikova en el un poco repelente papel de Oscar. Descubrimos una cantante de grandes cualidades, con una voz brillante, de extenso volumen, que deslumbró en todas sus intervenciones, especialmente en la perfecta ejecución de las coloraturas de su parte en el tercer acto. Una artista con mucho futuro sin duda. A buen nivel el resto del reparto aunque destacaría el Cristian de Darío Mayo y a David Lagares, siempre tan profesional, esta vez como el Conde Ribbing. El Coro lírico de la AGAO supo cumplir con profesionalidad su cometido, especialmente la parte masculina, que tiene más intervenciones en la ópera. 

Buen trabajo de un consumado profesional como es Ives Abel. El maestro canadiense, siempre atentísimo al escenario, comenzó con unos aires lentos, pero poco a poco supo tomarle el pulso a la partitura firmando una lectura de gran nivel. Estuvo acompañado en el foso por una excelente Orquesta Sinfónica de Navarra que supo dar brillo a una partitura de gran brillo musical.

La producción, procedente de varios teatros franceses y de Luxemburgo, y firmada por Waut Koeken, es de corte clásico, sencillo y bastante básico. Juega con la idea de teatro dentro del teatro, y sin ser muy atractiva permite que la historia discurra sin mayores dificultades. Quizá en un teatro de ópera habría que pedir algo más de trabajo dramático en la propuesta pero para un auditorio como el de Baluarte resultó suficiente.

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