Anna Maria Helsing 

A buen puerto y sin perder el norte

Barcelona. 19/02/22. El Palau de la Música Catalana. Obras de Saariaho, Bernat Vivancos y Sibelius. Núria Rial, soprano. Orfeó Català. OBC. Anna-Maria Helsing directora.

Aunque no resulta inusual ver a la OBC ocupar la sala del Palau de la Música, casi es más habitual que el nombre de una de las compositoras contemporáneas de referencia de los últimos tiempos figure en uno de sus programas. El pasado sábado 19 de febrero la sala modernista acogió el doble estreno –nacional e internacional respectivamente– de Oltra Mar, de la finlandesa Kaija Saariaho (1952), y el espiritual encargo comisionado por el propio Palau, Cinc Pregàries, firmado por el catalán Bernat Vivancos (1973). Al margen de la amplísima separación estilística, temática y conceptual, ambas obras reunieron suficientes alusiones nórdicas como para ceder de manera natural y geográfica el peso del final del programa al maestro finlandés Jean Sibelius (1865-1957), de quien se interpretó el poema sinfónico Las Oceánides, op. 73 y su Sinfonía nº7, op. 105. La experimentada sueco-finlandesa Anna-Maria Helsing, debutante en la Ciudad Condal, ponía rumbo al norte entre aplausos de pasaje y atriles de tripulación.

El primer puerto de esta travesía escandinava fue la atmosférica y corpulenta Oltra Mar (1999) –'A través del mar', en castellano–, obra en siete partes para coro y gran orquesta basada en tres textos muy diferentes entre sí, pero compartiendo cierta temática en común: “el cielo, los planetas y las emociones humanas”, para representar el viaje de la vida a través de las olas. Saariaho integra la voz en el tejido orquestal y elabora un discurso denso e inquieto, sucediendo bloques de clústeres y materiales verticales sin olvidar el uso de efectos tales como murmullos y siseos como retórica marítima –oleaje, tormentas–. Este último aspecto debió motivar la decisión de colocar el coro en los laterales del primer piso en lugar de situarlo sobre la orquesta, lo cual favoreció la interpretación al potenciar el efecto panorámico y sobre todo inmersivo. Bajo el timón de Helsing, quien ya ha estrenado trabajos de Saariaho, la orquesta se desenvolvió bien a pesar de ser una obra que demanda continuamente amplitud, destacando el arranque de la pieza y los movimientos segundo y cuarto.

A toda vela, el siguiente fue el esperado estreno de Cinc PlegàriesCinco Plegarias– de Bernat Vivancos, obra para soprano y orquesta. Antes de alternar la docencia con la composición, Vivancos estudió con el noruego Lasse Thoresen, uno de los máximos exponentes de la fusión folklórico-contemporánea, y luego se interesó por la “búsqueda de la espiritualidad a través de la inspiración espectral”. La cantante Núria Rial dio vida a estas cinco oraciones –las cinco invocaciones recurrentes de la tradición cristiana– con su cálida y contemplativa voz. Las plegarias de Vivancos anhelan la conexión directa con el público mediante un lenguaje sencillo, alejado de arcaísmos evidentes o de un carácter excesivamente litúrgico, algo que, por ejemplo, la inclusión del órgano en la plantilla pudiera haber dado lugar innecesariamente. Así pues, destacó el Ave Maria por su fluida armonía y cambios de modo, seguido de un Gloria celestial pero sutil con campanas de fondo. Rial sobrellevó bien los agudos en el Salve y la teatralidad del Jo confesso; en cuanto al Parenostre Padre nuestro–, cabría recalcar la imprevisibilidad que conlleva interactuar con el espectador, el cual no siempre prefiere pecar de precavido que de confiado. La obra concluyó en todo caso con la calurosa acogida del público y abrazó la plegaria de Vivancos; un público que también ve en lo tonal y en lo tradicional otra forma de hacer música contemporánea.

El último capítulo de la travesía, ya establecido en torno al imponente Sibelius, comenzó con las citadas oceánidas –de las cuales se dijo ser “la mejor evocación del mar jamás producida en la historia de la música”– y prosiguió con la particular séptima sinfonía, la última gran obra del máximo exponente musical de Finlandia. Consistió en un entretenido tramo final pero sin sorpresas que Helsing surcó y navegó hasta buen puerto, con mejor fortuna a través de ese océano de ninfas que a través de una sinfonía sin excesiva inspiración –sobre todo en los cambios drásticos de dinámica– pero siempre sin perder el norte y con viento a favor.