Euforia vienesa
Barcelona. 19/05/2022. Auditori de Barcelona. Mozart: Cuarteto en re menor KV421. Schubert: Quinteto para cuerda D.956. Cuarteto Casals. Santiago Cañón (violoncello).
Muy vienés el programa que propuso el Cuarteto Casals en la sala Oriol Martorell del Auditori. Mediante el Cuarteto para cuerda número 15 en re menor KV421 de Wolfgang Amadeus Mozart nos conectaron con las raíces del plato fuerte de la sesión, que iba a ser el Quinteto para cuerdas en do mayor D.956 de Franz Schubert, última obra y corona del catálogo de música de cámara de uno de los mayores maestros del género.
Pero el Cuarteto de Mozart tenía, por supuesto, entidad propia por su madurez, su plasticidad y su tensión expresiva. La atmósfera vaporosa, la entrada poco clara (tanto como las intenciones) y la inconcreción de la pulsación durante las primeras pàginas del primer movimiento del cuarteto no parecían lo más adecuado para la obra ni fueron, en absoluto, una ilustración de lo que íbamos a ver y escuchar. Mucho más ilustrativa de lo que nos esperaba fue la delicadeza del sonido durante todo el movimiento y la mejora del conjunto ya a medida que se desarrollaba el primer movimiento.
Para el segundo movimiento ya era evidente que la velada prometía y que todas las piezas estaban en su lugar. Una danza sobre pizzicato ejecutada con sublime elegancia por Abel Tomàs (violinista de gran estilo) animó el tercer movimiento y en el Allegretto ma non troppo que cierra la obra el conjunto lució bellos contrastes dinámicos.
Todo en orden par el atracón de romanticismo de cámara que nos prometía la segunda parte: el Quinteto para cuerda de Schubert. En este quinteto Schubert añadió a la clásica formación de cuarteto un cello en lugar de una viola, que era lo más frecuente. Compuesto pocos meses antes de la muerte de su autor, este quinteto no despertó el interés del editor al que le fue ofrecido y es por ello que tardaría más de veinte años en ser ejecutado y publicado.
El primer movimiento se desarrolló con un discurso muy fluido y una ejecución virtuosa y matizada. La parte lenta que introduce el segundo movimiento fue ejecutada en un modo extremadamente expresivo y en todo el conjunto de este movimiento memorable el Cuarteto Casals lució un sonido precioso y voluminoso (cuando ello era requerido). Grandes dinámicas y enorme tensión dramática para esta pieza volcánica. Tanto es así que el final del movimiento dio lugar a una ovación espontanea y muy merecida de un público ya entregado.
El tercer movimiento fue tenso y preciso, emocionante en la dosificación de las dinámicas y causa de otra ovación que no estropeó la atmósfera porque cuando todo fluye de ese modo no hay boicot posible. Todo ello condujo a un final excelentemente acompañado por los cellos (Santiago Cañón, en su primera aparición en Barcelona, era el cellista que se había añadido al cuarteto para completar el conjunto) y hubo heavy metal, emoción y esplendor hasta el final del programa.
El bis consistió en el famoso Minuet de Boccherini, escrito para una formación insólita por sus dos cellos y que por lo tanto era de lo más oportuna. Libre y elegante una vez más el primer violín y dinámicos los cellos en los pizzicatos. En conjunto podemos hablar de una velada memorable en que el Quartet Casals mostró su nivel superlativo para un repertorio tan apasionante como bien seleccionado.
Foto: © David Ruano