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El tenor de su generación 

Madrid. 21/06/2022. Teatro de la Zarzuela. Obras de Soutullo y Vert, Moreno Torroba, Usandizaga, Guridi, Casella, Serrano, Guerrero, Vives, Alonso y otros. Xabier Anduaga, tenor. Giulio Zappa, piano.

A menudo los críticos tendemos a regodearnos en tecnicismos, seguramente para demostrar(nos) lo mucho que sabemos (si se diera el caso) y buscando epatar al lector. Olvidamos a menudo, sin embargo, que la mayor parte de la audiencia acude a los teatros en busca de emociones, ni más ni menos. Les podría decir pues muchas cosas sobre la voz de Xabier Anduaga, y sin duda las apuntaré más tarde, pero lo más importante de todo es que llegado un punto en su recital en el Teatro de la Zarzuela, simplemente, me emocionó. Fue imposible no derramar unas lagrimas con la primera de sus propinas, la conocida nana en euskera ‘Aurtxo polita‘, cantada con un hilo de voz de extraordinaria ternura y delicadeza.

Entretanto, Anduaga había dado muestras de muchas virtudes a lo largo de la velada. Claramente, es el tenor de su generación, con una voz grande y bien timbrada, de insolente y franca presencia, ciertamente contundente para ser la de un lírico-ligero (de hecho tiene más de lírico que de ligero, a mi entender). El joven tenor vasco frasea con gusto y con arrojo, se entrega en las partes dramáticas y busca el recogimiento en los pasajes más íntimos. Tiene una indudable madera de tenor, de hechuras clásicas.
 
La colocación del instrumento de Anduaga se diría todavía un work in progress, ya muy depurado, en el sentido de que el tenor donostiarra posee una impostación natural que parece cada vez más consciente, desde un punto de vista técnico, con la voz bien cubierta y con el paso al agudo resuelto con suficiencia, dejando atrás una cierta tendencia a nasalizar el sonido. 
 
El programa del concierto era un verdadero tour de force por las romanzas más conocidas y populares del género lírico español. Anduaga fue valiente presentando una panoplia tan amplia y arriesgada, no podía esconderse en ninguna pieza. En líneas generales, apenas cabe reprocharle un remate algo desabrido en alguna de las romanzas, como en la jota de El trust de los tenorios o en el célebre 'No puede ser', donde pudo poner menos carne en el asador a fuer de un mayor control del instrumento. 
 
Tuve la impresión de que Anduaga puede permitirse cantar con menos vigor, guardándose algo de su voz, al menos en un teatro de estas dimensiones. Lo mejor de su hacer vino con las páginas donde podía cantar con amplitud, desplegando su voz en claroscuros, jugando con las dinámicas, exhibiendo un fiato generoso y bien apoyado, como fue el caso en 'Yo no se que veo en Ana Mari' o 'Flor roja', de ribetes fletistas en su interpretación. Ambas piezas estuvieron cuajadas de una lograda media voz, de hermosa resonancia.
 
Anduaga posee una intuición musical muy apreciable, advierte de un modo natural donde poner el acento y dónde guardar la ropa. El intéprete donostiarra brilló así con luz propia en la dos romanzas de Usandizaga, escogidas de sendas óperas, Mendi-mendiyan y La llama, desplegando un instrumento de un lirismo muy prometedor.  
 
En conjunto, y más allá de esas pequeñas irregularidades, absolutamente lógicas en una voz tan joven, estamos sin duda, ya lo apunté antes, ante el tenor de su generación. Nuestros grandes tenores de hoy en día, desde Celso Albelo a Javier Camarena pasando por Jorge de León, Ismael Jordi y otros colegas, tienen asegurado un relevo, el día de mañana y sin necesidad de que ellos se apeen de sus agendas, ni mucho menos.
 
Anduaga no es ya solo un valor al alza, es una voz en plenitud, en manos de un intérprete cabal y con un potencial extraordinario. La próxima temporada tendremos ocasión de disfrutar mucho de su voz por España, pues tiene compromisos en el Liceu (Don Pasquale), en ABAO (I puritani y Così fan tutte), en el Teatro Real (La sonnambula) y en Les Arts (Don Giovanni).
 
Al piano, Giulio Zappa no tuvo una noche especialmente inspirada. Se le advertía tenso e inseguro y sin embargo el tenor pareció encontrarse cómodo con su acompañmiento. Zappa tuvo unos cuantos deslices, demasiado pendiente de la partitura en su iPad, con el que no pareció llevarse especialmente bien, hasta el punto de tener que recomenzar el 'Te quiero morena' por un fallo en la pantalla.
 
Foto: © Elena del Real