Quiroga Argerich 

El espíritu de Clara Schumann

Barcelona. 5/10/2016, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana. Concierto inaugural ibercamera. J. S. Bach: Partita núm. 2 en domenor, BWV 826. J. Brahms: Cuarteto para cuerdas op. 51, núm. 1. R. Schumann: Quinteto para piano en mi bemol mayor, op. 51, núm 1. Martha Argerich (piano). Cuarteto Quiroga. 

Imperdible la cita del pasado miércoles en el Palau de la Música de Barcelona con el flamante inicio del ciclo ibercàmera, en su 33ª temporada. Una artista legendaria como la pianista argentina Marta Argerich y un cuarteto de cuerdas español en un gran momento de forma, como es el Cuaretto Quiroga, ofrecieron un hermoso maridaje musical. No hay que engañarse, a pesar del prestigio y evidente calidad del Cuarteto Quiroga, la sombra de Martha Argerich es muy alargada, y el hecho de anunciarse en el programa un inicio de recital con la artista sola al piano, ya hubiera hecho que el Palau de la Música estuviera lleno a rebosar. Es sabido de lo insólito de sus apariciones solistas, pues hace tiempo que Argerich, una artista que a sus 75 años, vive una dorada madurez artística envidiable, prefiere actuar acompañada por otros músicos para recrearse en memorables conciertos de música de cámara donde sus aportaciones al piano tienen el sello inconfundible de su personalidad arrebatadora. Por eso, su solo con la Partita núm. 2 de Bach, fue como un regalo para la audiencia que pudo disfrutar y recrearse junto a esta gran dama de las teclas, de su sonido limpio y cristalino, con su perfección técnica y recreación sonora merced a una digitación poderosa y flexible a la vez. Su Partita núm. 2 de Bach, obra de cabecera de cualquier solista de teclado, y pieza que forma parte de su repertorio desde hace años, deslumbra por la nitidez y gracilidad pero también por un pulido control del tempo. Así se pudo ver como en el inicio del primer movimiento, la Sinfonia que en su forma de obertura francesa, Grave adagio - Andante, Argerich balancea con una riqueza acústica subyugante, donde el tempo se controla y moldea como construyendo la pieza. El Bach de la argentina es potente y sin una búsqueda aparente ni específica de un sonido barroco historicista, consigue llegar a la esencia de la forma y la estructura de perfección bachiana. Desde una Allemande llena de profundidad en contraste con un espíritu que rebosa extroversión, pasando por un Courante lleno de vitalidad, para llegar a una Sarabande donde consiguió trascender tiempo y espacio. Aquí es donde Argerich llegó a la esencia de la música, donde su mágica interpretación y legendario sello se destiló con hipnótico efecto, construyendo con una lectura sentida y profunda un sonido que pareció que trascendía desde otra galaxia, abismal y telúrica. Una pianista en majestad. 

No lo tenía fácil el Cuarteto Quiroga luego, más que por la dificultad del cuarteto de Brahms, por el clima que dejó una memorable Argerich, pero la musicalidad del conjunto, su calidez de sonido y una gran complicidad hicieron disfrutar del cuarteto op. 51, núm 1 con gratificante resultado. Los Quiroga gozan de un equilibrio entre los cuatro instrumentistas más que notable, desde la dulzura y casi se diría fragilidad del primer violín, pasando por la energía electrizante del segundo, la calidez emotiva de la chelista y la perfección y seguridad inalterable del viola, su discurso sonoro con Brahms, rompió desde un primer movimiento, Allegro, donde las dinámicas y el ritmo que recuerdan tanto a Schubert, se desplegó con un sello de calidad y homogeneidad que se mantendría hasta el intenso final del Allegro, alla breve. Una lectura del genio romántico brahmsiano que en mano de los Quiroga tiene una refrescante pátina de cordial vitalidad. 

Pero el plato fuerte del concierto era sin duda alguna el Quinteto op. 44 de Robert Schumann, una obra de cabecera donde la inspiración y la calidad de su autor la han convertido en obra favorita de los conjuntos de cámara y de pianistas. Martha Argerich es una consumada schumaniana, especialista como pocas y digna heredera de Clara Schumann, la célebre esposa y solista de piano para quien fue escrita y que la estrenó públicamente. Esta monumental obra tiene en Martha Argerich, una intérprete de primer orden que ha dejado huella en sendas grabaciones discográficas con compañeros de la calidad del violonchelista Mischa Maisky o con Renaud Capuçon al violín. Desde el primer movimiento, un enérgico y chispeante Allegro brillante, la solista argentina imprimió su sello, vibrante y fogosa desde la teclas, marcó el espíritu de la obra con una vitalidad realmente sorprendente a sus 75 años. Pero el contrapeso y la riqueza que ofrecieron los Quiroga se pudo degustar en el maravilloso segundo movimiento, In modo d’una marcia, esa especie de requiem de cámara condensado en una marcha fúnebre donde la voz del primer violín y del chelo marcan el tempo y el carácter inicial de la pieza. Aquí se pudo degustar la belleza de la simbiosis del sonido dulce y empastado del cuarteto español, ofreciendo el reverso calmo y equilibrado a una solista electrizante y de espíritu libre como es la argentina. Con un Scherzo pura teatralidad, donde los arpegios de Argerich, explosivos y contundentes parecían llevar en volandas a los Quiroga quienes respondieron con efervescente soltura, se llego al Finale. Allegro ma non troppo. De nuevo la fuerte personalidad de la pianista argentina se hizo protagonista con la reexposición del tema del primer movimiento, alternado con el tema final, en una doble fuga puro nervio, puro romanticismo schumaniano, donde la complicidad del cuarteto y la solista fue a mayor. Estos poco más de siete minutos finales fueron un festín musical que bordó con justicia esta obra inmortal de la música de cámara, Martha Argerich se ofreció generosa y clara como un diamante en bruto, pulida por la dulzura de los Quiroga quiene supieron enfundarse en el reto mayestático de Schumann y Argerich, Los estruendosos aplausos finales se transformaron en un bis de lujo, de nuevo el tercer movimiento, el Scherzo que todavía sonó más molto vivace, encendido e incendiario. El fuego abrió la 33ª temporada de Ibercámara, en Barcelona todavía se recuerda y se recordará.