verbena revoltosa agao eduardo buxens© Eduardo Buxens.

Una función más... o menos

11/11/2022. Pamplona. Teatro Gayarre. Ruperto Chapí: La revoltosa, con Hevila Cardeña  (Mari Pepa), Aurora Frías (Soledad), Javier Povedano (Felipe), Amelia Font (Gorgonia), Carlos London (Tiberio), Rafael Álvarez de Luna (tabernero), Karmelo Peña (Candelas) y otros. Tomás Bretón: La verbena de la paloma con Hevila Cardeña  (Susana), Aurora Frías (cantaora), Javier Povedano (Julián), Amelia Font (Antonia), Santos Ariño (Hilarión), Rafael Álvarez de Luna (Cándido), Karmelo Peña (Sebastian), Carmen Aparicio (Rita) y otros. Coro de la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO)  Dirección: Iñigo Casalí Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección de escena: Antonio Ramallo y David López. Dirección musical: José Antonio Irastorza.

Siempre es de agradecer que se programe zarzuela y que se ofrezcan en programa doble estos dos títulos tan conocidos pero permítaseme antes de comentar la función en sí, el ofrecer dos modestas reflexiones en torno al género y sus circunstancias. La primera, que vista la edad media del público asistente al Teatro Gayarre –y a la que yo en poco la mejoro- bien harían los programadores en pensar que serán de estos títulos en unos veinte o treinta años. Porque, por un lado, apenas se veía gente joven, menor de cuarenta me atrevería a decir; y por otro, porque estos dos títulos reflejan una sociedad y un lenguaje, además de unos valores, con los que a la actual juventud le resulta cada vez más difícil identificarse. Con esto, añadir que con los dos títulos que nos ocupan y otro par de ellos que podríamos citar se tapan a todo el resto, hasta el punto de que en su rutina, el aficionado al género chico está arrinconando al mismo al reduccionismo más absoluto al insistir erre que erre en los mismos títulos, sin dar oportunidades a tantos otros que hoy apenas son recordados.

La segunda cuestión, dicha desde el más profundo y escrupuloso respeto a todos los elementos implicados en una representación, creo conveniente apuntar que llevamos unos cuantos años escuchando en los mismos títulos a los mismos cantantes, en las mismas producciones, con los mismos directores y las mismas puestas en escena en prácticamente todas las funciones. Creo, sinceramente, que la zarzuela está necesitada de una renovación que tendría que advertirse, en primera instancia, en las puestas en escena. Por todo ello se entenderá que la doble función del Teatro Gayarre, que por cierto estaba prácticamente lleno,  puede calificarse de ser exactamente tal y como la esperábamos. Vocalmente hablando se cubrió con suficiencia el expediente y escénicamente, nos servimos de auténticos profesionales, de actores más que solventes que nos pudieron hacer pasar un rato agradable.

En el aspecto vocal si nos referimos a ellas destacaremos una Hevila Cardeña dominadora de los papeles y con una voz agradable y de agudo aun solvente; Aurora Frías fue una compañera notable aunque como cantaora quedo algo mate en la verbena, le faltó fuerza; esa fuerza es la que le sobra a raudales a Amelia Font, un auténtico terremoto actoral, con una Gorgonia de manual y una señá Antonia irrepetible por excesiva; Carmen Aparicio fue un lujo como Rita y María Jesús Sevilla dio cumplida cuenta a sus dos roles, como Casta y Encarna.

Por lo que a ellos respecta destacar a Javier Povedano, capaz de darle enjundia vocal y planta adecuada tanto a su Felipe como, sobre todo, a su Julián; un Santos Ariño, veterano, que nos ofreció un don Hilarión que aunque estaba muy lejos de la tradición bufa, histriónica y única de Miguel Ligero era tan legítimo como interesante. Rafael Álvarez de Luna se llevó al público de calle por responder al clásico cómico de zarzuela y hacerlo una vez más a la perfección; Karmelo Peña fue, como siempre, un buen actor y un más que suficiente cantante, capaz de replicar a Hilarión al comienzo de la obra de Bretón; y, finalmente, las aportaciones de Carlos London y Jesús Ortega, fueron un lujo. Entre los papeles menores, ejemplar el sereno de Aitor Kamiruaga así como los dos guardias y tantos y tantos pequeños papeles que fueron asumidos por miembros del coro y otros profesionales a una altura general digna de aplauso.

José Antonio Irastorza, sempiterno director de este tipo de funciones, volvió a demostrar que el género no tiene secretos para él; la reducida plantilla de la Orquesta Sinfónica de Navarra cubrió el expediente y dio a la representación cierto color orquestal. El coro estuvo algo descoordinado en los momentos de conjunto, sobre todo en la primera obra. La puesta en escena de Antonio Ramallo y David López fue convencional, la misma para las dos obras y con el uso de proyecciones a telón bajado con imágenes relativas al tiempo del estreno de ambas obras, la última década del siglo XIX que le dieron cierta originalidad al preludio de La revoltosa.

En el descanso entre las dos obras una mujer muy mayor me preguntó por mi opinión por la función primera, la de Chapí. Un servidor no se explayó y ella, franca, afirmó que aunque no sabía nada de música, le gustaba lo que estaba viendo y escuchando, y es que estaba viviendo exactamente lo que quería. Y por ahí va el tema: que se ofrece lo que una gente quiere ver y oír porque siempre ha visto y oído lo mismo. Pero, ¿y en veinte o treinta años?