Una aportación desde lo local

19/11/2023. Pamplona. Teatro Gayarre. La pícara del Baztan, de Iñigo Casalí. Itxaso  Moriones (soprano, Itxaso), Carolina Moncada (mezzosoprano, Mari), Igor Peral (tenor, Mikel), Darío Maya (barítono, Antxon). Banda Ehten Nafarroa, Coro de la AGAO. Dirección escénica:Carlos Crooke. Dirección musical: Iñigo Casalí.

Desde hace años es tema recurrente de conversación entre los melómanos interesados la preocupación existente en torno a la zarzuela y su aparente anquilosamiento por la continua representación de unas pocas decenas de títulos en la inmensa mayoría de las plazas –en todas ellas, quizás con la excepción del madrileño Teatro de la Zarzuela y el Festival de Teatro Lírico Español, de Oviedo- por lo que cualquier aportación siempre ha de ser bien recibida.

En los últimos años ha habido distintas propuestas y a bote pronto recuerdo el Maharaja de sabor asturiano, de Guillermo Martínez, estrenada en 2017 en el Teatro Campoamor o los más recientes estrenos de Policías y ladrones, de Tomás Marco y Trato de favor, de Lucas Vidal en la última temporada del coso de la calle Jovellanos. Para el próximo julio se auncia en Madrid el estreno escénico de El orgullo de quererte, de Javier Carmena, que une la zarzuela con la temática LGTB.

La zarzuela está necesitada de renovación y cualquier aportación ha de ser bienvenida. Y reconozco que recibí con cierta sorpresa la iniciativa de la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera (AGAO) de estrenar una zarzuela “navarra”, a saber, La pícara del Baztan, en colaboración con la Asociación de Txistularis de Navarra. Y es que en esta propuesta había bastantes novedades, las más importantes que se apostara por un tema muy local cual es el de la discriminación de los navarros agotes, excluidos de cualquier relación social durante siglos y que además se apostase por un instrumento particular de estas tierras cual es el txistu.

Respecto a la primera cuestión conviene explicar que los agotes fueron ciudadanos mayoritariamente navarros –aunque también los hubieron guipuzcoanos y aragoneses- que sistemáticamente fueron excluidos –hasta ser obligados a vivir en las afueras de los pueblos- de resto de los ciudadanos por razones que aun hoy no están claras del todo. Tenían prohibido participar de las fiestas populares, entrar en las iglesias por la misma puerta que el resto de los creyentes o mantener relaciones sociales con las personas no agotes pero las últimas razones de todo ello siguen siendo un misterio. Y los protagonistas de esta zarzuela, todos excepto Mikel, el guardia, son agotes.

Por otro lado, el txistu es el instrumento del folklore vasco por antonomasia, junto a la trikitixa, la alboka, la txalaparta y a otros de menor difusión. No es el primer intento de incardinar el txistu en la llamada música “culta”; recordemos los conciertos para txistu y orquesta de Tomás Aragüés o de Félix Ibarrondo. En este caso, Iñigo Casalí dota al txistu de prevalencia en su obra hasta el punto de sustituir a la cuerda por este instrumento. Porque el grupo orquestal que pide el compositor está compuesto por viento, metal y percusión más piano, con ausencia de los instrumentos de cuerda.

Que este localismo sea o no un hándicap para la exportación de este título es algo que solo el tiempo nos dirá pero de lo que no cabe duda es que el estreno ha caído en Pamplona de pie. Porque no deja de ser una gozada ver las dos funciones totalmente vendidas, poder ver a gente intentar comprar entradas una hora antes de la segunda función y quedarse, literalmente, sorprendida ante el cartel de No hay entradas. Es una gozada pero ojalá no sea gozada de un día.

La Pícara del Baztán AGAO y Txistularis 4

La estructura de la zarzuela es simple. Solo hay cuatro personajes principales organizados en dos parejas: Itxaso y Mikel, joven mujer agote y guardia del pueblo respectivamente son dos vecinos de Arizkun que se aman aunque no se hayan atrevido a reconocérselo mutuamente; y Antxon y Mari son cuñados –Antxon, padre de la pícara, es viudo de Haizea, hermana de Mari-, agotes y viven en Bozate, el barrio de la periferia expresamente levantado para ellos rodeados de enorme penuria por la exclusión que sufren. Itxaso, la pícara del título, recurre al robo de pequeños productos en el mercado para poder comer hasta que por mero accidente, es identificada y denunciada por dos vecinos. Ahí saldrá a la luz todo el rencor, el odio de la exclusión irracional y los intentos de cobrarse venganza por el mero hecho de ser distintos de los vecinos de Arizkun.

Antxon y Mari son personajes bien construidos en el libreto, sobre todo ella, con diferencia el personaje más real, más de carne y hueso de la zarzuela; los enamorados son personajes más estandarizados, son más previsibles. Por ejemplo, la escena de la realización de la pócima narcotizante que Mari tiene en solitario nos retrotrae a la Amagoya de la ópera Amaya, de Jesús Guridi, con el recuerdo que hace la mujer de la diosa mitológica Mari mientras reivindica a las antiguas brujas navarras (Zugarramurdi viene enseguida a la memoria) y toda su sabiduría, no entendido por aquellos cortos de entendederas que buscaban en las acusaciones de brujería una forma de acabar con los distintos.

La Pícara del Baztán AGAO y Txistularis 5

Vocalmente la representación tuvo enorme dignidad, con producto local. Y es que esta función fue de esas que se dicen de kilómetro 0. Carolina Moncada (Mari) supo darle a su personaje toda la retranca y dignidad que pedía con una voz no muy potente pero muy adecuada para el personaje; Darío Maya construyó un Antxon juerguista y alocado pero fiel a sus ideas y defensor de su hija con una voz recia y más segura en los graves. La pareja de enamorados fueron la soprano Itxaso Moriones que mejoró según avanzaba la función porque en su primera aparición en la escena del mercado, apenas fue audible y enseñó un agudo solvente mientras que Igor Peral (Mikel) destacó más por el fraseo y la elegancia del canto que por la potencia.

El Coro de la AGAO estuvo muy en su papel, destacando en la escena de la narcotización colectiva, donde una música sugerente acompañaba el gradual dormir de los vecinos. Una pena que no se nos informara de las voces de los dos vecinos testigos del robo de la pícara porque lo hicieron muy bien. Algunos de los coralistas adquirieron protagonismo actoral y la organización también debería haberlos mencionado en su exigua hoja informativa. 

El propio compositor Íñigo Casalí dirigió la orquesta con gesto algo mecánico aunque le puso mucho amor y entrega; la música tiene partes muy basadas en el folklore euskaldun, otros más disonantes y atrevidas como la escena mencionada de la droga de Mari y otras partes parecen dirigidas a ser –en el buen sentido de la palabra- populares, como la escena del brindis, que se repitió en el momento de los saludos y resulta ser muy pegadiza. Nos eran conocidas algunas obras escénicas dirigidas a la juventud –caso de Cuentode navidad o El traje nuevo del emperador- y ahora a dado el salto al público general de forma satisfactoria.

La pícara del Baztan además alterna en los personajes el uso de euskara y castellano. Y es que no podemos olvidar que según distintosy recientes  estudios sociolingüísticos de Navarra el 80% de la población del Baztan es euskaldun, es decir, conoce y usa el euskera. En definitiva, una aportación al género desde lo local y mi deseo más ferviente que al menos en las zonas limítrofes se pueda disfrutar de un título que puede tener futuro a poco que nos salgamos de la fácil repetición ad nauseam de los títulos de siempre de un género que está necesitado de savia nueva.