Orfeo waltz real javier del real 1© Javier del Real.

La delicadeza

Madrid. 24/11/22. Teatro Real. Monteverdi: L'Orfeo. Georg Nigl (Orfeo). Julie Rosen (Euridice / La Música). Charlotte Hellejant (La Mensajera / La Esperanza). Alex Rosen (Caronte). Luciana Mancini (Proserpina). Konstaintin Wolff (Plutón), entre otros. Vocalconsort Berlin. Freiburger Barockorchester. Leonardo García Alarcón, dirección musical. Sasha Waltz, dirección de escena y coreografía.

Recuerdo como si fuera ayer mi primer encuentro con L'Orfeo. Fue en este mismo escenario del Teatro Real, hace casi 15 años, cuando pude ver, hasta en cuatro ocasiones, la trilogía monteverdiana a lo largo de tres temporadas. Por entonces aún había abonados a los que le daba pánico todo lo anterior a Mozart y servidor recopilaba entradas y noches para empaparse de esta música maravillosa. No es mi vida, con esto, lo que intento relatarles aquí, sino la intencionalidad del coliseo madrileño, de un tiempo a esta parte, por cuidar el Barroco y las músicas anteriores a este.

Es por ello que L'Orfeo se muestra ahora por tercera ocasión desde la reapetura del Teatro Real, sumándose las representaciones que Jordi Savall dirigió en 1999. Puntualmente se han ofrecido recuperaciones como Celos aún del aire matan de Hidalgo, Bajazet de Vivaldi, La Calisto de Cavalli, The Indian Queen de Purcell o Montezuma de Graun. Y fue con Antonio Moral cuando Haendel encontró su catarsis madrileña, recogiendo el testigo Joan Matabosch: Giulio Cesare, Ariodante, Alcina, Agrippina, Theodora, Parténope, Tolomeo, Rodelinda, Tamerlano, Il trionfo del Tempo e del Disinganno... algunas de ellas, incluso, en varias ocasiones.

A comienzos de 2023 que viene verá la luz, por fin y tras tenerse que cancelar por la pandemia, justo cuando estaba a punto de subirse el telón, Achille in Sciro, de Francesco Corselli... y en un par de años más, en principio, tendrá lugar una ocasión única con la recuperación de la música de Francesca Caccini, celebrando los 400 años de La liberazione di Riggiero dall'isola d'Alcina, considerada la primera ópera escrita por una mujer. Por supuesto, aún vibra en la memoria el maravilloso Dido & Aeneas que Sasha Waltz presentara antes de la pandemia, con aquella enorme, hipnótica pecera. 

Si entonces aquel tanque de agua venía a reflejar la importancia del mar, en este Orfeo se nos muestra una puerta enorme entre dos mundos, el de los vivos y el más allá, a donde el protagonista se encamina para recuperar a su amada. Un recreación sobre lo sutil, la delicadeza de la luz y lo agónico en la oscuridad (qué gran trabajo el de Martin Hauk con la iluminación y Tapio Snellman con el video), en una simbiosis perfecta entre danza y lírica, donde no podría definirse claramente a qué espectáculo se está asistiendo. La coreografía se imbuye de la música, forma parte indisolube de la misma y viceversa. En otros momentos, los movimientos coregráficos, simbólicos y marcados, acompañan a la imaginación sin formar parte del drama. Sasha Waltz vuelve a ser, siempre es, en cualquier caso, poesía visual en su propuesta.

Al todo suma la magia de la Freiburger Barockorchester, posicionada sobre el escenario, a ambos lados, con un Leonardo García Alarcón en estado de gracia yendo de un conjunto a otro, encendido, flexible, detallista en el discurso musical. Vuelve a ser este una filigrana de la misma delicadeza, luminoso, que casa a la perfección con la visión escénica de Waltz. El Vocalconsort Berlin, por su parte, suena absolutamente nítido y cristalino.

Entre el reparto congregado, destacada por su protagonismo el Orfeo de Georg Nigl, con un timbre que choca un tanto, a priori, pero que pronto encuentra la horma en el todo y ofrece una recreación tan sufriente como viva (¡Qué delicia de Vi ricorda!). Exquisita, de tenues y vaporosas formas cánoras la Música y la Euridice de Julie Rosen, mientras que el Caronte de Alex Rosen sonó rotundo desde el fondo del escenario, entre la oscuridad de las aguas que bambolean su barca. Dramática, sentida la Mensajera de Charlotte Hellejant y maravillosa la Proserpina de Luciana Mancini, con una de esas voces - y esas formas, demostrando que se puede cantar y hacer otras cosas a la vez sin aparente problema - que arroban sentidos.