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La tradición y lo nuevo

Barcelona. 17/12/22. L’Auditori. Obras de Henri Dutilleux, Felip Pedrell y Johannes Brahms. Andreas Haefliger, OBC. Ludovic Morlot, director. 

Con Papá Noel atareado en el bullicio navideño, tuvo lugar el último capítulo de una OBC que despide el año con Ludovic Morlot al frente como director titular. En el cuarto programa desde que ocupó el cargo, una doble cita de categoría ha ocupado los pasados viernes y sábado de diciembre para convocar a aquellos amantes del piano que no han querido perderse la cita con Andreas Haefliger, protagonista del Concierto para piano y orquesta nº1 de Brahms. El pianista suizo-alemán, referente en sintetizar la innovación con la tradición, ha sido el invitado estrella para revivir este clásico del repertorio. 

A riesgo de no hacer pleno aforo, se agradece que la programación de L’Auditori se esfuerce en interpretar obras que no gozan de demasiada difusión, y que todavía se resisten al público conversador. La obra Metáboles (1964), del compositor Henri Dutilleux (1916-2013), fue la primera de las piezas del programa, y parece ser una apuesta del propio Morlot, que dirigió su integral de sinfonías, y es ya un entendido de la obra de uno de los compositores más importantes de la segundad mitad de siglo XX francés.  Dutilleux hereda la corriente impresionista y la fusiona con la Segunda Escuela de Viena, desarrollando un personal estilo también bajo la influencia de Messiaen. La batuta de Morlot sobrellevó esta interesante propuesta evidenciando una casi total simbiosis entre él y la orquesta catalana. El incisivo comienzo de Metáboles dio paso a los materiales ondulantes que la cuerda recreó con hipnotismo y misterio.

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La cronología hizo de este año, una necesaria efeméride para reivindicar la importancia de Felip Pedrell (1841-1922), figura importantísima para la cultura musical del país, recordado frecuentemente como uno de los padres de la musicología española moderna –a él se debe el redescubrimiento de Tomás Luis de Victoria–. Su variada producción y sus textos, ejercieron una gran influencia en maestros posteriores que abanderaron el nacionalismo musical español. Entre sus grandes obras, figura el poema sinfónico Excelsior, una “metáfora alpinista del riesgo a vivir en el peligro”, que Morlot condujo con elegancia y realzando los viento-maderas para su correcto protagonismo. Las evocaciones románticas de la partitura requirieron una atención a las dinámicas y al balance de secciones que se perfeccionaron a lo largo de la obra.

Remodelado por el propio compositor en su juventud –primero sonata, luego sinfonía– y cosechando más bien un éxito discreto en su estreno, es fácil ver que la dimensión y arquitectura del Primero de Brahms requiere un sobreesfuerzo físico y mental para su ejecución, donde una dilatada y experimentada carrera es útil no solo para percutir las notas sino también para expresar la fuerza de una obra exigente, lírica y extensa.

La propuesta de Haefliger para el concierto del sábado, pasó por una indumentaria solemne y un aire espiritual, en acorde con una música aferrada a la tradición mientras incorpora innovaciones técnicas y románticas en el campo de la armonía y la orquestación. En religiosa concentración, Haefliger se desenvolvió ágil en los compases del Maestoso inicial, lírico e intenso en el plano protagonista, y justo y medido en el acompañante. Aunque sin cadenza como tal, pinceladas de virtuosismo se despliegan torrencialmente, donde el pianista se mostró imbatible, aunque a veces opacado por una OBC algo acaparadora. Morlot equiparó bien las fuerzas en la calma ensoñadora del segundo movimiento en el que Haefliger dio rienda suelta al rubato en aras de una expresividad subjetiva, pero transformada en colectiva para la asistencia. El tercer movimiento fue el colofón en el que los actores musicales convergieron hacia la exquisitez; un Heafliger en trance, se turnó el protagonismo con el tutti, el apasionado rondó final, y con un Morlot muy atento al invitado de su espalda y los intérpretes del frente –y lados–. Una propina de Tristan e Isolda despidió a un público efusivo y cerró una memorable velada.

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Fotos: © May Zircus