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Más allá de "El Mesías"

Madrid. 17/12/22. Auditorio Nacional de Música. Mendelssohn: Elías. Konstantin Krimmel, barítono. Ilse Erens soprano. Stefanie Irányi, mezzosoprano. Siyabonga Maqungo, tenor. Orquesta y Coro Nacionales de España. David Afkham, dirección musical.

Existe vida coral más allá de El Mesías en términos de oratorios de repertorio. Así pues, en medio de la vorágine de Mesías händelianos que copan gran parte de las fechas navideñas en ciudades como Barcelona, es de agradecer la programación de un oratorio tan hermoso como el del Elías de F. Mendelssohn en la programación del Ciclo Sinfónico de la Orquesta y Coro Nacionales de España.

Destacó la homogeneidad, claridad de las secciones del coro, empaste y expresión de un Coro Nacional, bajo las ordenes de Miguel Ángel García Cañamero. La formación demostró un nivel de calidad y madurez muy propio y necesario para hacer justicia a una partitura como el Elías, donde las partes corales, de importante peso dramático, se mezclan con los números solistas, en un contraste y diálogo de una riqueza dramática con toques operísticos muy personal y de la etapa de madurez de un compositor en plenitud de facultades. Mendelssohn murió un año después del estreno de esta magna obra en Birmingham, y supuso es estreno de mayor éxito en vida del compositor. No solo lució el trabajo coral, sino que también brillaron sus cuatro solistas corales en los números de cuartetos y terceto: las sopranos Margarita Rodríguez y Francisca Calero, y las contraltos Beatriz Oleaga y Rosa Ramón, ovacionadas con justicia al final de la obra.

La obra es de una considerable riqueza dramática que contrapone la lucha de la fe judía en oposición con las creencias paganas, en el centro de la historia, la perseverancia y fortaleza del profeta Elías frente a un pueblo y sus dirigentes que lo cuestionan y condenan.
En ese aspecto, el protagonismo absoluto del barítono Konstantin Krimmel fue magnifico. El solista, en un momento vocal donde juventud y madurez expresiva, se suman a una sólida técnica y a un timbre vocal terso de proyección y emisión diáfanas, convirtieron todas sus intervenciones en las mejores perlas solistas del oratorio. Destacó por supuesto su solo de la segunda parte Est ist genug! cantado con expresión, matices y buscando los colores adecuados a este momento paradigmático de su particella. Pero también destacó en momentos como el elegíaco arioso Ja, es sollen wohl… donde el cuidado del fraseo, propio de una liederista de su calidad, afloró con ternura en los acentos con una dicción siempre clara y bien articulada.

De los tres solistas restantes destacó el timbre y frescura vocal del tenor sudafricano Siyabonga Maqungo. Quien demostró además una conexión especial con la obra, aportando un extra de íntima expresión en todas sus intervenciones. Más discretas resultaron las voces femeninas. Con una correcta y voluntariosa Ilse Erens, de voz sopranil suficiente pero algo genérica. Cantó con suma corrección la icónica Höre Israel, pero le faltó mayor incisión en el fraseo y búsqueda de colores, con un canto un tanto lineal falto de cromatismo. Otro tanto se puede decir de la mezzo Stefanie Irányi, impecable pero falta de carisma e inflexiones expresivas para darle mayor profundidad a sus intervenciones. El hecho que tanto la soprano como la mezzo fueran reemplazos de última hora de las dos solistas anunciadas en un principio, quizás les restó mayor preparación de la obra y ensayos y explique esa corrección un tanto fría con la que cumplieron con sus partes pero sin destacar.

Por último estimulante el trabajo desde el podio de David Afkham. Muy atento siempre a buscar colores y a la construcción dramática del oratorio. Comenzó con una obertura donde dinámicas y expresión fluyeron con vivacidad y teatralidad. La orquesta sonó compacta y flexible, con mención especial a los vientos y maderas, aunque a veces los metales, en algún momento, sonaron sobremanera rompiendo el equilibrio en los forte. Afkham tendió también a dejarse llevar por la fuerza expresiva de la obra, con tendencia a un sonido pleno y rotundo, en menoscabo de encontrar más matices y colores de una partitura de gran complejidad y riqueza. Con todo, el control de los volúmenes entre el gran trabajo del coro, las intervenciones solistas y los diálogos entre las formaciones, tuvo un resultado notable que dio testimonio de esta obra magna de Mendelssohn que merece ser interpretada más a menudo para gozo del público.