Giuditta Peralada23 b

Tres voces y una cabeza

Peralada 07/04/23. Iglesia del Carmen. Festival de Pascua Castell de Peralada. Oratorio “La Giuditta” de A. Scarlatti. Vespres d’Arnadí. Clave y director musical: Dani Espasa.

En un video promocional de este poco interpretado oratorio de Alessandro Scarlatti, Dani Espasa, líder y fundador del conjunto Vespres D’Arnadí, pronostica que el compositor italiano será uno de los compositores a redescubrir en un futuro cercano. Visto el estimulante resultado de esta interpretación de “La Giuditta”, en su edición a tres voces también llamada “Edición de Cambridge”, sería ya hora de recuperar la obra de este importante compositor. Siempre se ha remarcado desde la musicología su peso específico en la historia de la música pero nunca ha estado a la altura de su presencia en los repertorios internacionales. Bravo pues por la iniciativa y bravo por un resultado globalmente satisfactorio, musicalmente impecable y con tres voces idóneas como protagonistas. 

Se presentó la joven y ya de carrera internacional prominente, soprano barcelonesa Serena Sáenz, en su primera colaboración con Vespres D’Arnadí. Sáenz demostró porqué es un nombre a seguir. Línea de canto depurada, timbre pulido, agudos resplandecientes, fraseo y dicción notables además de un control del registro basado en una técnica segura y solvente. 

Es cierto que en su encarnación de esta Giuditta, sensual, valiente y provocadora, fue de menos a más. Desde la ya notable Chi m’aditta, per pieta, con un registro lírico de incipiente pulposidad, pasando por el primer dúo con Holofernes, el conclusivo de la primera parte: Tu m’uccidi e non m’accogli, donde fue ganando en colores y expresión. Sáenz además sumó su timbre irisado y empastó de forma atractiva con la voz de Walker. 

También en sus dúos con la Nutrice de Sabata, Vinceró/vincerai, las voces se imbricaron con un hedónico resultado musical. Destacó por la belleza del acompañamiento al violín solista y al chelo, el aria Non ti curo, o liberta, donde Serena desplegó de manera más desenvuelta una emotividad más empática y natural en una interpretación global a la que solo le faltó mayores matices y colores. Una maduración del rol y más funciones sin duda le aportarían esa mayor variedad expresiva. 

Donde la soprano demostró una vehemencia y sensualidad indiscutibles fue con la escena final de la seducción a Holofernes, en el dúo Piega, o Duce il capo altero. Una escena que llegó de manera in crescendo, siguiendo el clímax del libreto. Serena concluyó su particella protagonista con la efusiva aria final de la obra: Di Bettulia avaro la sorte, coronada con un brillante agudo, generoso y sonoro.

Giuditta Peralada23 c

Por su parte el siempre teatral y sinuoso Xavier Sabata fue una Nutrice de articulación generosa. Dio colores e intenciones al fraseo, matices y un cuidado expresivo de auténtico maestro que coronó con la que sin duda fue la interpretación de la velada, la evanescente nana: “Dormi, o fulmine di guerra”.

Aquí Sabata desplegó toda su habilidad para crear atmósferas y usó con hipnótico resultado su terso timbre contraltino. La magnífica recreación musical por parte de Dani Espasa y Vespres le acabó de dar el marco musical perfecto para uno de esos momentos donde el tiempo y el espacio parecieron detenerse. El público quedó mecido en un limbo musical de ensoñación indescriptible.

Giuditta Peralada23 a

Por último, el rol menos agradecido lo encarnó con impecable factura el tenor escocés Thomas Walker. Supo encontrar variedad de registros en su breve rol, centrado en sus dúos con Judit y en sus pequeñas arias donde mostró la fragilidad emocional del guerrero asirio con notable sapiencia vocal.

Preciosista trabajo desde el clave la de Dani Espasa con una dirección musical siempre atenta a los cantantes y de gran finura sonora. Insufló estilo y belleza musical a las escenas, con la siempre excelente concertino Ferran Sylban James, o el chelista Oriol Aymat, dos puntales de la formación. Consiguió crear la atmósfera musical precisa, con una orquesta de cuerdas de poco más de quince miembros, donde la solemne belleza de la partitura se Alessandro Scarlatti reinó por encima de una austera teatralidad, propia de un oratorio. 

Fotos: © Toti Ferrer