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Ternura e incandescencia

Leipzig. 19/05/2023. Gewandhaus. Mahler: Sinfonía no. 4 y Das Lied von der Erde. Filarmónica de Múnich. Christane Karg, soprano. Ekaterina Gubanova, mezzosoprano. Andreas Schager, tenor. Tugan Sokhiev, dirección musical.

El Festival Mahler de Leipzig dio comienzo el pasado día 11 y se extenderá hasta el próximo día 29 de mayo, abordando la integral de las sinfonías del compositor bohemío a cargo de algunas de las orquestas europeas más renombradas, con un plantel sin duda atractivo de batutas y artistas invitados. Para abrir boca, de los cuatro días que voy a pasar en Leipzig comentando este evento, la Filarmónica de Múnich proponía una auténtica maratón, con la Sinfonía no. 4 en la primera mitad y con La canción de la tierra tras la pausa. Un auténtico tour de force mahleriano, a cargo precisamente de la misma formación que en su día, en noviembre de 1901, estrenó la Cuarta sinfonía, bajo el nombre entonces de Orquesta Kaim (en referencia a su fundador Franz Kaim), antes de constituirse como la actual Filarmónica de Múnich.

La sesión contó al frente con el maestro ruso Tugan Sokhiev, quien optó por delinear una Cuarta sinfonía realmente exquisita, elegante, de trazo distinguido y sutil, hermosa en suma. Cabe poner en valor su denodado esfuerzo por distinguir las melodías de todas las secciones, afanándose de hecho por domeñar a unos poderosos primeros violines que tendían a imponerse sobre el resto del conjunto. No en vano se trata de la sinfonía más neoclásica (por decirlo de algún modo) de todo el corpus mahleriano, más al margen del trazo trágico que preside casi todas las demás y en línea con ese seráfico y angelical motivo que la encabeza, en relación al cuarto movimiento, Das himmlische Leben.

Fraseo, fraseo y fraseo, bien podría ser el lema de Sokhiev, quien delineo un Mahler cantado con mucho gusto, estilizado, franco, sin aleteos innecesarios. De gesto tan contenido como elocuente, el ruso es un director para quien menos es más. Por instantes incluso parecía renunciar a dirigir, buscando la fluidez del conjunto y la compenetración entre los atriles, algo que sin duda logró, más que palpable la complicidad entre las manos de Sokhiev y sus músicos. Bellísimo el Ruhevoll, de una placidez acariciadora y rematado con grandeza y plenitud. El postrero Sehr behaglich sonó por momentos realmente enternecedor, casi como un recuerdo de infancia. La soprano alemana Christiane Karg prestó su delicado timbre, poniendo el broche a una Cuarta realmente estimable y bella.

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Bajo un prisma semejante al de esta sinfonía, Sokhiev quiso también abordar La canción de la tierra, una obra que se mueve sin embargo en coordenadas bastante diversas. Su lectura fue detallada, melódica, casi melosa por momentos, pero en líneas generales faltó opulencia sonora, vigor, incandescencia. No digo que las seis canciones que integran la partitura deban sonar con parejo enfoque, pero el enfoque de Sokhiev fue aquí más desigual. Su vocación por desenmarañar la partitura hasta hacerla casi transparente es ciertamente loable, pero estamos ante una pieza de aspiración cuasi teatral y precisamente eso es lo que faltó en su visión de la obra.

Es curioso, por cierto, porque he estado curioseando la retransmisión en vivo que se ofreció por Arte.tv y creo que a veces no somos conscientes del espejismo que generan los micrófonos y la edición consiguiente de las tomas de sonido, igualando volúmenes, empastando lo que la sala a veces no empasta, priorizando las voces cuando es debido, etc. Qué importante es seguir sintiendo la música en vivo...

El tenor Andreas Schager es un gran cantante, a veces más un atleta vocal que otra cosa, pero sin duda un intérprete de más que probada valía, Tristan y Siegfried de referencia en nuestros días. Y sin embargo me atrevo a decir que Das Lied von der Erde no es una pieza para sus medios vocales. Sonó un tanto envarado y demasiado pendiente de la partitura, con algún apuro en la franja aguda en la última de sus intervenciones. La mezzosoprano Ekaterina Gubanova, en cambio, resultó ideal para su parte, con un timbre bellamente esmaltado, de color cobrizo y con extraordinaria morbidez en la franja central. 

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De la Filarmónica de Múnich poco puede decirse que no se sepa ya: una formación contundente, de deslumbrante capacidad técnica, quizá con un sonido poco personal, sobre todo en comparación con la otra gran órquesta de su ciudad de origen, la BRSO, pero sin duda la Filarmónica de Múnich cuenta en sus atriles con solistas de mucho empaque. Cabe destacar aquí al trompa chileno Matías Piñeira, infalible y preciso, con un sonido realmente grato; y la concertino Naoka Aoki, especialmente requerida en el segundo movimiento de la Cuarta sinfonía, con el consabido violín afinado un tono más bajo. Las maderas también deslumbraron en más de una ocasión, por ejemplo el oboe de Andrey Godik en su acompañamiento a la mezzosoprano en la segunda pieza de Das Lied von der Erde.

Tugan Sokhiev, dicho sea de paso, actuaba aquí en sustitución del originalmente previsto Valery Gergiev, quien no ha vuelto a dirigir en Europa desde el inicio de la guerra en Ucrania, defenestrado de hecho de su puesto al frente de esta misma orquesta, la Filarmónica de Múnich, ante su negativa a condenar las acciones del régimen de Putin. Volviendo a Sokhiev, sin duda un maestro a reivindicar y a quien ojalá veamos pronto liderando una orquesta europea, tras abandonar su puesto en Toulouse y tras hacer lo propio en el Bolshoi, precisamente acuciado por las presiones para posicionarse tras la guerra en Ucrania.

El concierto en su integridad puede recuperarse en Arte.tv haciendo click aquí.

Fotos: © Eric Kemnitz