El ayer y el hoy a través del saxo
Tuesta. 01/07/2023. Schubertiada de Valdegovía/Gaubea. Iglesia Nuestra Señora de la Asunción. Cuarteto de saxos Kebyart: Robert Seara (saxo tenor), Pere Méndez (saxo soprano), Víctor Serra (saxo alto) y Daniel Miguel (saxo barítono), con obras de J. S. Bach, W. A. Mozart, J. Magrané y J. Widmann.
El siglo en el que vivimos ha traído, entre otras novedades, la constitución de distintos grupos de cámara compuestos por instrumentos que hasta ayer mismo apenas contaban con ninguna relevancia en el mundo de nuestra llamada música clásica occidental. Una de estas novedades es el cuarteto de saxofones y no tengo ningún problema en reconocer que este concierto, primero de la Schubertiada 2023 de Valdegovía/Gaubea ha sido mi primer contacto con esta estructura musical y con el instrumento en sí en su papel de solista clásico.
El saxofón se inventó a mediados del siglo XIX y durante esa segunda mitad la participación del instrumento ya en plantillas orquestales ya en música de cámara fue anecdótica. En el siglo XX algunos compositores incluyeron este instrumento en la masa orquestal y, además, aparecen las primeras obras en las que el saxofón aparece ya como solista ya como un miembro más de la orquesta, como puede apreciarse en los ejemplos de Alexander Glazunov o Jacques Ibert. Pero como ocurre con la familia del metal en general, serán la segunda mitad del siglo XX y el siglo actual los que otorgarán a este instrumento un puesto de cierto honor. Kebyart responde, por lo tanto, es consecuencia directa y lógica de esta evolución de la familia instrumental además de provocar el interés de compositores actuales para que apuesten por la elaboración de nuevas obras para esta peculiar formación.
El concierto que abría esta Schubertiada tenía una estructura simétrica: dos obras pre-invento del saxofón, con las necesarias adaptaciones de obras de Bach y Mozart y dos obras post-saxofón rabiosamente actuales, con títulos de Magrané y Widmann.
El recinto, la hermosa iglesia de la Asunción, de Tuesta, estaba repleta de gente, como ha ocurrido en prácticamente todos los conciertos de cualquier edición de este festival a los que haya podido asistir; y es que la gente de los alrededores viaja, recorre las estrechas carreteras que atraviesan los pequeños pueblos de Valdegovía/Gaubea, aprovecha para disfrutar de la paz y tranquilidad que inundan estos parajes, no pierde la oportunidad de disfrutar de la gastronomía y termina disfrutando de música de muy alto nivel interpretada por músicos de primera en un pequeño pueblo de 85 habitantes según el último censo. Ahí es nada.
La parte pre-saxofón nos permitió vivir la música cuasi organística, por cierto muy bien reflejada a través de los instrumentos, de la Passacaglia y fuga en do menor, BWV 582, de Bach en la vivida interpretación de los cuatro solistas, además de poder disfrutar del clasicismo más puro y delicado con el arreglo del Cuarteto en Do Mayor, KV. 465, de Mozart y donde los originales instrumentos de cuerda eran sustituidos con fidelidad y credibilidad por los cuatro saxofones de tesituras tan diversas.
La segunda parte nos obliga a dar un salto de dos siglos y medio hasta la música de Joan Magrané, un compositor catalán insultantemente joven –nació en 1988- que partiendo de la música de Clément Janequin, una de las figuras más relevantes del renacimiento francés entrecruza distintas variaciones hasta dar forma a los doce minutos de Chanson, 3 variaciones cruzadas sobre “Toutes les nuits”, de Clément Janequin, tal es el título de la obra. Las tres variaciones no se exponen de forma lineal sino que el compositor va viajando por cada de ellas, superponiéndolas con las restantes hasta realizar un entrecruzado que dota de enorme personalidad y fuerza a la obra.
Finalmente, Kebyart nos ofreció una obra de Jörg Widmann, Siete caprichos, elaborada por el alemán con la inestimable ayuda de los mismos intérpretes. Cada uno de los caprichos es de brevísima duración y saltan en su temática desde el vals vienés hasta la música circense, creando siete microestructuras de enorme y variada personalidad y en el que se bucea en la sonoridad del instrumento, usándolo incluso de forma percutiva y emitiendo sonidos “aéreos”. Queda para el recuerdo la perplejidad surgida por la interpretación de Noises, la desintegración sonora de las dos Corales y el motivo alegre, vivo y dinámico de Zirkusparade, último capricho con el que se cerró la obra y el concierto.
La reacción popular fue de gran entusiasmo y el cuarteto nos regalo una propuesta personal en torno al célebre Summertime, de Porgy and Bess, de George Gershwin y ya fuera de la iglesia tuvieron a bien, mientras la organización nos regalaba una copa de cava, ofrecernos un arreglo en torno a una canción de Die Dreigroschenoper, de Kurt Weill.
Los cuatro saxofonistas, citados en la ficha inicial, dieron muestra de un virtuosismo excelso, una coordinación cercana a la perfección y un compromiso con el instrumento y la música que interpretaron que contagiaba a los oyentes. Para muchos de los presentes probablemente este fue nuestro bautizo con el saxofón en su vertiente clásica, ese instrumento que para un servidor, cuando era un pequeñajo, era el de un payaso de la tele; más tarde, era el ligado directamente al jazz; y desde hoy, también, un instrumento más en la amplia familia de aquellos que toman parte en ese maravilloso mundo que llamamos música clásica.
Foto: © Schubertíada