Asmik Grigorian Olivia Kahler 

Una voz imponente

Aix-en-Provence. 09/07/2023. Conservatorio Darius Milhaud .Obras de Chaikovski y Rachmaninov. Asmik Grigorian, voz. Lukas Geniušas, piano.

Se presentaba por primera vez en el Festival d´Aix-en-Provence esa grandísima cantante que es Asmik Grigorian, en un recital de canciones rusas de Piotr Ilich Chaikovski y de Serguei Rachmaninov, acompañada al piano por su compatriota Lukas Geniušas. La soprano lituana , que grabó con el mismo pianista parte del repertorio ofrecido, dio toda una lección de canto, utilizando unas canciones rusas que le permitieron lucir sus enormes virtudes. Porque la de Grigorian es de esas voces que arrebatan, que deslumbran por su belleza, carnosidad, dominio del fiato e increíble facilidad en toda la tesitura. Desde el agudo más deslumbrante hasta el susurro más íntimo, el oyente está pendiente de las maravillas que la cantante puede hacer con su voz, que también es pura expresividad. Las canciones del recital fueron elegidas claramente, como decía, al servicio de este lucimiento vocal. Sin duda la primera parte, la dedicada a Chaikovski, fue la más interesante tanto por la belleza de las canciones como por la clase con las que las cantó Grigorian. Hubo dos partes más (aunque el recital no tuvo pausa), dedicadas la primera al Rachmaninov más joven y con los conocidos toques románticos de sus melodías y la segunda a canciones ya del siglo XX. Fue en estos dos ciclos donde la soprano mostró la paleta de virtudes, que antes reseñaba, de su voz y la potencia y proyección de la misma. Impresionante. Pero…No impactante.

Y es que a lo que oí en la sala del Conservatorio Darius Milhaud le faltaba alma y espíritu. Y es algo que ocurre con cierta frecuencia cuando cantantes de altísimo nivel, habituales en los escenarios operísticos, abordan el lied, la chanson o la canción, en este caso rusa. Las notas están ahí, la música brilla, todos los ingredientes auguran el éxito (que lo tuvo entre el público asistente) pero el enfoque para mi no fue el correcto. Grigorian exhibió con demasiada frecuencia un volumen impresionante para un teatro pero exagerado para una pequeña sala como la del Conservatorio. A la soprano le faltó una mayor implicación en los textos y estuvo más pendiente del lucimiento vocal que de la esencia de la música. Para ser claros, tuve la sensación que las canciones estaban al servicio de Grigorian, todo lo contrario de lo que es la esencia de la canción de salón. El pianista Lukas Geniušas fue un correcto acompañante pero tener cuatro intervenciones solistas me pareció excesivo. Un recital, resumiendo, donde Asmik Grigorian demostró que hoy por hoy es de las sopranos más espectaculares del panorama operístico, pero que si quiere ser también una buen liederista (utilizo este término aunque lo cantado no sea en alemán) tendrá que interiorizar y sentir más lo que canta.

Foto: © Olivia Kahler