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A la memoria de una diva

Peralada. 02/08/2023. Iglesia del Carmen. Festival Castell de Perelada. Obras de Alessandro Scarlatti, Franz Schubert, Maurice Ravel, Jesús Guridi, entre otros. Núria Rial, soprano; Rubén Fernández Aguirre, piano.

La recta final del Festival de Peralada en su presente edición se ha despedido con un sprint de lírica con grandes nombres del panorama nacional en las carteleras de programa. En concreto, el recital protagonizado por la soprano Núria Rial y el pianista Rubén Fernández Aguirre se antojó sugerente para muchos asistentes que quisieron unirse al homenaje de la soprano Victoria de los Ángeles, con motivo del centenario de su nacimiento. Y es que junto a Pilar Lorengar o Montserrat Caballé, muchos recordarán a la soprano como una de las grandes divas de la España y Cataluña de los años sesenta, como una voz irreemplazable que la llevó de su tierra natal a coronar las más altas cumbres de la lírica, como Milán, Nueva York o Viena. De su histórico recital en Peralada, allá por 1989, queda para la memoria de los que lo vivieron, el testimonio de una inconfundible voz, un talento innato para el canto y una sensibilidad sin igual. 

Una de las herederas de ese esplendor es Núria Rial, que a pesar de sus diferencias estilísticas, la soprano ha planteado un recorrido por las especialidades de Victoria. El programa en dos partes, siendo la segunda dedicada a compositores españoles, fue un recorrido por varios registros, empezando por el bel canto, el lied, la chanson francesa y la canción española. Aunque esta última, ocupó la segunda mitad, la soprano comenzó el menú con la pieza Cantar del alma, que da nombre al programa, de Frederic Mompou. La estrecha relación entre el compositor y la cantante llevó a estrenar varias de sus canciones, por lo que se trataba de un nombre de obligada mención.

A la dedicatoria a capella le siguieron arias del repertorio barroco, territorio común también de ambas divas, y que Rial bordó, especialmente en el Charman papillon, de André Campra y en Le violette de Alessandro Scarlatti. En su paso por el lied alemán, Rial se mostró comodísima y se lució con Schubert y sobre todo, con Mendelssohn, cantando la pieza Auf Flügen de Gesanges que se correspondió con un gran aplauso espontáneo. Fernández cumplió con fiabilidad a las teclas en su momento a solo antes de proseguir con dos de las delicias de la tarde, Fauré y Ravel. Con Mandoline y la enigmática Kaddish, respectivamente; la catalana se mostró ágil en la gimnasia melismática, y brillante en los agudos de esta última.

En la segunda mitad, tuvo lugar el estreno de Bernat Vivancos, con texto de la propia Victoria, y que lleva su nombre; una curiosa pieza no convencional, articulada con “arpegios de cuerda” producidos por la soprano y dentro del piano –con Fernández liberando cuerdas a través de las teclas– que sin duda devino uno de los momentos de la tarde. En aguas españolas la soprano navegó por Granados y Morante sin sorpresas, pero podría destacarse de nuevo a Mompou, con su bellísima Vocalise, que nunca llegó a Victoria, y un delicioso vals de Guridi, que la diva interpretó con gracia y comicidad. Lo mejor de la tarde recayó en Eduard Toldrà, con Madre, unos ojuelos vi, y con la oportuna Cançó de comiat, perfectamente interpretada, transmitida con emoción y sentimiento ante los melómanos de la Iglesia del Carmen, que despidieron a la legendaria cantante en una impecable velada, culminada con tres bises a cuál más aclamado.

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