traviata machaidze macerata Imbrescia DSC 5823 11© Marilena Imbrescia.

La vuelta al mundo

Macerata. 13/08/23. Festival de Macerata. Verdi: La traviata. Nino Machaidze (Violetta). Anthony Ciaramitano (Alfredo). Roberto de Candia (Germont). Mariangela Marini (Flora). Silvia Giannetti (Annina). Carmine Riccio (Gastone). Alberto Petricca (Douphol), entre otros. Coro Lirico Marchigiano "V. Bellini". Orchestra Filarmonica Marchigiana. Domenico Longo, dirección musical. Henning Brockhaus, dirección de escena.

Si, en 1992, en España tuvimos a Cobi, Curro y el AVE despuntando entre nuestras propias oscuridades, en Italia, durante aquel año que convulsionó al país, tuvieron la llamada "Traviata de los espejos". Una visualísima puesta en escena firmada por Henning Brockhaus - y escenografía de Josef Svoboda - para la que sin duda es la ópera más conocida de la historia, hoy por hoy. Un pabellón por sí mismo para una exposición universal y toda una olimpiada para sus protagonistas, que se erigió en esta propuesta como una marca cultural que llegó a dar la vuelta al mundo, para regresar ahora, de nuevo, al Festival de Macerata, antes de seguir su periplo hacia Oceanía.

Sin duda, la visión de Brockhaus y Svodoba ha marcado tendencia (ahí está, por ejemplo, el Ballo de Martone en coproducción del ROH de Londres y el Teatro Real) y supone toda una explosión visual para un escenario veraniego como es su casa original, la de Macerata. Es lo que se le pide, escénicamente, a ocasiones como esta. Salirse de las cajas escénicas de los teatros convencionales y ofrecer una experiencia no sólo que se adapte, sino que explote en lo posible el escenario al aire libre del Sferisterio. En ese sentido, no parece que pueda pedírsele más a la puesta en escena, con un suelo consistente en grandes telas pintadas que se van destapando a lo largo de la obra y que encuentran su reflejo en un gran espejo gigante, inclinado sobre los personajes. Si se quiere ir más allá, la idea recoge hábilmente el paso del tiempo al que se ven sometidos los tres roles principales, con una sensación de apremio y sofocamiento ante las decisiones que van tomando.

Desde el foso, ayudó a una lectura más dramática la batuta de Domenico Longo. Si bien la orquesta sigue sonando un tanto deshilachada, en esta ocasión frente a la Lucia di Lammermoor del día anterior, se apreció un trabajo más compacto en torno al director (no así en la banda interna), con muy buen trabajo, igualmente, del Coro Lirico Marchigiano. Ante ese mencionado sentido del drama, se dio espacio a los cantantes, se suprimieron, por ejemplo, los agudos de tradición tanto en el primer aria de ella como en la de Alfredo, aunque, sin embargo se mantuvo la cabaletta de Germont, No, non udrai rimproveri, que, en antigua costumbre, se solía suprimir. Se ofreció, eso sí, sin repetición, algo que sin duda debió agradecer Roberto de Candia, artista siempre elegante cuyos medios se mostraron ostensiblemente mermados ante ciertas molestias de las que parece estar recuperándose, tanto durante el duo con la soprano, como ya en su Di provenza posterior.

Por su parte, el joven tenor estadounidense Anthony Ciaramitano debutaba en Europa con estas funciones (quizá podamos escucharle, quién sabe, en el nuevo Mefistofele que prepara el Teatro Real junto a la Ópera de Roma), mostrando un timbre atractivo, en unos medios que aún parecen buscar su homogeneización técnica, aunque siempre, en este caso, con estimables resultados. Y finalmente la Violetta de Nino Machaidze, quien se ha curtido a base de papeles belcantistas durante años y que ha terminado por hacer suya a una de las grandes protagonistas de la historia de la lírica como es Violetta. Actualmente, la georgiana combina roles rossinianos y mozartianos con las últimas sopranos verdianas como es la Elisabetta de Don Carlo, situando a su Violetta en un punto medio entre la exhibición vocal del primer acto y todo el drama de la palabra posterior. Resuelta en las agilidades, con profusión en los acentos que le siguen, el fraseo no termina de ser redondo, pero se aprecia una absoluta intencionalidad en el decir y en la búsqueda del color en sus notas.