turandot liceu 2023 01 A Bofill1© Antoni Bofill.

Tres heridas: la del amor

Barcelona. 29/11/23. Gran Teatre del Liceu. Puccini: Turandot. Elena Pankratova (Turandot). Michael Fabiano (Calaf). Vannina Santoni (Liù). Marco Mimika (Timur). Manel Esteve (Ping). Moisés Marín (Pang). Antoni Lliteres (Pong). Siegfried Jerusalem (Altoum). David Lagares (Mandarín), entre otros. Cor Infantil de l'Orfeó Català. Cor del Gran Teatre del Liceu. Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu. Alondra de la Parra, dirección musical. Núria Espert / Bárbara Lluch, dirección de escena.

Llegó con tres heridas:
La del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Miguel Hernández.

Turandot, Calaf y Liù sobreviven a una herida de amor. O mueren a través de ella, incluso. No sabemos si sólo la esclava, quien prefiere morir antes que delatar a su amo, o también la pareja protagonista. Sobre ello reflexionan Núria Espert y Bárbara Lluch en este conocido montaje con el que se reabrió el Gran Teatre del Liceu en la temporada 1999-2000, tras su último, fatídico incendio.

Y es que Puccini, a quien sobrevino la muerte antes de completar la obra, nos dejó huérfanos de ese conocido golpe de efecto suyo. Verdi dramatizó la ópera italiana, Puccini la teatralizó. De la parola scenica como pilar a la complicidad del público en la narrativa escénica. Nosotros y nosotras sabemos quien se esconde “nell pozzo del giardino” de Tosca; sabemos lo que “esconde” Pinkerton en cada puerto por el que ha pasado. ¡Sabemos el nombre del príncipe extranjero! Pero, ¿dónde queda ese golpe de efecto final al que Puccini nos tenía acostumbrados? El fusilamiento y el suicidio en la trama romana, el regreso y el hara-kiri en la japonesa. Y podríamos sumar Gianni Schicchi, Suor Angelica, Tabarro… ¿Y en Turandot? ¿Dónde queda ese giro de guión teatral? Ni él mismo lo tenía claro: “No, no y no. Turandot, no. He ojeado el tercer acto. Quizás y sin quizás soy yo el que no va. Realmente de esta manera el tercer acto no marcha. Soy un pobre hombre, profundamente triste, desanimado, viejo, superfluo y hundido. ¿Qué hacer? No lo sé”, escribía el compositor poco antes de su fallecimiento. Y sentenciaba: “Maldigo a Turandot. Necesito un tema tierno, una pequeñez, algo pleno, ligero, adecuado a mí. De no ser así, me veré acabado (…). Estoy triste, insatisfecho con todo… incluso con Turandot. No veo el momento en que me libre de ella”. En cualquier caso, en esta ocasión, parece que para el público el "conflicto" ha residido en los aspectos musicales, que fueron sonoramente protestados - pareja protagonista -, sobre todo en el caso de la dirección musical.

Y es que, en esta propuesta tan clásica como grandilocuente que ha recuperado el Teatre barcelonés (la propia Núria Espert me contaba en una entrevista junto a su nieta que de no ser para la reapertura del coliseo, ella hubiese optado por una versión más intimista), se ha contado con la batuta de Alondra de la Parra, quien evidenció una falta de conexión tanto con la partitura como con el escenario y sus cantantes. Se ven las intenciones, y de veras se aprecian, pero también las costuras. Desajustes varios, sin respirar con los solistas e imponiendo tempi demasiado rápidos, en una lectura donde se primó el balance orquestal hacia los metales y una percusión completamente desmesurada, que sustrajo una dosis de lirismo y color a la magia de ese “cuento de hadas” que perseguía el maestro italiano. 

Frente a ella, hay que lamentar que todo se mostrase un tanto tirante, sin la fluidez necesaria entre las partes implicadas. Bien, por su parte, el Cor del Liceu, sobre todo a medida que avanzaba la noche. Vannina Santoni, quien sustituye a Nadine Sierra en parte de sus funciones, no consiguió una lectura satisfactoria de Signore ascolta y se entregó por completo en su escena final, con una voz lírica de timbre pulcro para dar vida a la esclava que viene a representar el amor que se espera de una mujer hacia el hombre. La entrega total, sacrificarse ella por la comodidad de él. Primera herida en el amor. Michael Fabiano se mostró más cómodo aquí que con las direcciones de Bob Wilson en el Teatro Real este pasado verano, qué duda cabe... pero se encontró delante de él con la Turandot de Elena Pankratova, sin que surja la más mínima conexión entre ellos. El estadounidense se mueve constantemente hacia la corbata, la proyección es excelente, el fraseo no tanto y ofrece un Calaf de sonoro arrojo. Tampoco nos engañemos, este protagonista no es un héroe. No puede amar a la princesa por encima de a sí mismo y si quiere superar las pruebas es por demostrar a todo el mundo que él está por encima del resto de los hombres. Segunda herida en el amor.

La soprano rusa, por su parte, se mostró dramáticamente enajenada, como la mujer a la que han hecho creer que es un regalo, el trofeo final como recompensa al esfuerzo del hombre. Es imposible, pues, que pueda comprender lo que verdaderamente significa el amor. Tres heridas. Acaba rompiéndose, sí, muestra su parte humana tal y como pretendía Puccini sin saber cómo lograrlo. Sin embargo, la voz estuvo más fría de lo que cabría esperar, incluso para una "princesa de hielo", sin una emisión especialmente plena ni variedad o color en su fraseo y acentos.

turandot liceu 2023 02 A Bofill1© Antoni Bofill.

Especial atención, más allá de un estupendo Marco Mimika como Timur, el siempre certero David Lagares como Mandarín o la presencia de un mítico Siegfried Jerusalem como Altoum a sus 83 años, hay que prestar a la figura de los tres ministros imperiales, Ping, Pang, Pong. Personajes que despiertan hoy en día cierta controversia a través de la mirada un tanto colonialista de Puccini y su época (derivada de aquellas funciones de Chu-Chin-Chow que presenció en el Londres de 1919 y en las que encontró, sin duda, inspiración). No dejan de ser un absoluto reflejo de la sociedad que hemos creado hoy en día, en la que vivimos y a su vez, con la que nos asfixiamos. ¿O acaso no son sus “libros sagrados” las tablas de excel que tantos ejecutivos repasan en los vagones de tren? ¿No son esos vagones el nuevo infierno de Dante? "Che lavoro! Che noia!" (Cuánto trabajo! Qué aburrimiento!) se lamentan en una escena de lo más singular por su composición vocal y dramática, con tres voces masculinas lamentándose de su desquiciante realidad. Ho una casa nell Onan (Tengo una casa en Honan) con su laghetto blù (estanque azul) y su bambù, es, sin duda, el piso en el extrarradio de tantas ciudades al que tantos oficinistas aspiran. Con su jardín y su piscina comunitaria. Y mientras se lamentan y no cambian nada, siguen nutriendo y sustentando ese sistema en el que, por incercia, todos parecemos felices de sobrevivir. Al parecer, en Madrid le llamamos libertad. Pónganles ustedes la etiqueta que prefieran allá donde trabajen. Quiero decir, vivan.

La escena es larga y narrativamente compleja. Sostener la atención del público y el pulso de la misma tiene sus peculiaridades aquí. Manel Esteve, Moisés Marín y Antoni Lliteres como Ping, Pang, Pong están soberbios en su cometido. Son creíbles entre su faceta pública y la privada ya en el cierre de Non piangere Liù. Y también lloran. Porque sí, los hombres también lloran. “Dadme algo que haga llorar al mundo”, de hecho, pedía Puccini a sus libretistas. “Dicen que el sentimentalismo es un síntoma de debilidad. ¡A mí me gusta tanto ser débil!”. Además, introduce Bárbara Lluch aquí la figura de una niña que ha sido secuestrada por el sistema de los brazos de sus padres en el primer acto. A ella describen los tres ministros las reglas del juego sobre las que su pueblo ha aceptado vivir. Y así consigue la directora de escena, quien repone la ya conocida producción de su abuela, Núria Espert, dotar de valor propio a sus ideas: la imbricación de la violencia y el sinsentido en una sociedad desde su más tierna infancia, como se ve a lo largo de la ópera con pequeños detalles y esas niñas jugando con la cabeza del príncipe de Persia como colofón, y la ruptura clara entre el deber y el sentir de los personajes, mostrándonos que todos ellos, quizá, son víctimas de ese sistema en el que han aceptado vivir y al que han dado forma. Puede que, por eso, Lluch haya vuelto al original, deshaciendo la decisión de Espert de que Turandot se suicide al final y que tanto dio que hablar en su momento. Una señora, a mi lado, decía a su marido un tanto molesta: “No es mata! No es mata!”. Lo que como sociedad no hemos sabido ver en su momento, Núria Espert nos lo ha enseñado a lo largo de su carrera. Lo supiéramos entender entonces o no. Todos presentamos, sí, como Calaf, Turandot o Liù, una herida en forma de amor, que sana, se abre y se transforma con el paso del tiempo.

turandot liceu 2023 03 A Bofill1© Antoni Bofill.