Luces y sombras
Barcelona. 16/02/2024. Gran Teatre del Liceu. Monteverdi: L'Orfeo. Yannick Debus (Orfeo), Isabel Pfefferkorn (Euridice), Raffaele Pe (Esperanza, Pastor), Christian Senn (Caronte, Pastor), Eva Zaicik (Proserpina), Neal Davies (Pluton, Pastor), Nikolay Borchev (Apolo, Pastor), Olivia Vermeulen (Musica, Mensajera), Gregoire Mour (Corego). Freiburger Barockorchester y Zürcher Sing-Akademia. René Jacobs, director.
Volvían a Barcelona René Jacobs y sus muchachos de la Freiburger Barockorchester. Y lo hacían ni más ni menos que con el Orfeo de Monteverdi, obra icónica por ser un hito casi fundacional del género.
Se trataba de una version de concierto aunque en la práctica se nos ofreció una interpretacion semiescenificada con un éxito relativo. Se inció con una fanfarria ejecutada desde platea y ya desde ese momento se pudo ver lo que fue una constante el resto de la velada: un contexto instrumental excelente tanto en lo que respecta a los recitativos como al resto de la obra. Por algo Jacobs es un referente de la música antigua.
Sin embargo también se pudo ver desde el inicio que aunque Olivia Vermeulen tuvo el detalle de cantar con un italiano muy plausible y buenas intenciones en el fraseo, nos regaló tambien unos agudos tan fijos que no tienen ninguna justificación estilística. Su intervención como Musica no estaba anunciada así en el programa y un servidor desconoce el motivo de este hecho.
El entorno instrumental seguía siendo muy sugestivo y la semiescenificación nos ofrecía algo de bailoteo. Fue una opción fallida, sin embargo. Ni la iluminacion tenía el esmero exigible ni se observaba una dirección de actores digna de este nombre. A ello hay que añadirle la aparición de algun pastor de canto desangelado, muy inferior al nivel de la propuesta instrumental tanto en el caso de Neal Davies como en el de Nikolay Borchev y el contratenor Raffaele Pe. Y uno se pregunta porqué un director de la categoria de Jacobs se conforma con tan poco.
Afortunadamente al bello sonido de la orquesta se añadió un coro espléndido, de gran claridad polifónica, cuyos miembros se permitieron además tocar un poco el pandero por si le faltaba color a la cosa. Despues de la intervención de Raffaele Pe que, como se ha dicho, dejó que desear tanto en cuanto a la belleza del canto como en cuanto a volumen, apareció Yannick Debus para ofrecer un "Rosa del ciel, vita del giorno" en colores baritonales, que son los propios de este cantante y que la partitura permite perfectamente más allá de la adecuación estilística. Mientras Debus ofrecia un canto muy correcto (a pesar de alguna vacilación en la afinación) su Euridice (Isabel Pfefferkorn) desplegaba un italiano dudoso y un canto de escaso interés. Y ello podría ser un resumen del conjunto: orquesta y coro excelentes, canto mediocre y una propuesta escénica a medio hacer. Pero todavía tuvimos que asistir a un festival de sonidos abiertos en las nuevas intervenciones de los pastores.
Mejor,en cambio, la aportación de Olivia Vermeulen en la parte anunciada (ahora sí) de Messaggera, que cerró el segundo acto. El tercero se abrió con una intervención de Orfeo en la linea referida, replicada por un inaceptable Raffaele Pe en la parte de Speranza. En tal situación, como Orfeo era un señor de gran envergadura se tuvo que sentar en unos taburetes apilados para la ocasión, lo cual da una idea de lo improvisado de la escenificación. Y no vale el argumento de que se anunciara una versión de concierto: todo lo que se hace en un escenario es teatro en cierto modo.
En el diálogo de Orfeo con Caronte, Debus pudo ascender a zonas más brillantes de la tessitura al contrario que su replicante, Christian Senn, bastante incómodo con las exigencias de su papel en la zona grave. Puso mucho más nivel, ya en el acto cuarto, la Proserpina de una Eva Zaicik brillante en su escena con Pluton (Neal Davies), también escaso de graves. Al respecto de esta cuestión hay que tener en cuenta que el Liceu es un teatro grande y la obra no está concebida para un espacio así.
Si bien en el último coro se habría agradecido un poquito más de volumen en algunas voces (coro pequeño, sala grande) el resultado final no se desvió de lo planteado al principio: excelente contexto instrumental y brillante aportación coral, en contraste evidente con un reparto vocal mediocre con excepciones del cual solo se puede agradecer (aparte de las mencionadas excepciones) la pulcritud general en la ornamentación. Si a ello le añadimos la fallida propuesta semiescénica (incluída una aparicion de los Spiriti infernali de fin de curso) lo que nos queda es que lo que podía haber sido un gran acontecimiento resultó ser un espectáculo muy descompensado en el que se disfrutó lo que se pudo disfrutar (que no fue poco) pero se sufrió también más de la cuenta.
Fotos: © Gran Teatre del Liceu