Sin la quinta marcha
Madrid. Teatro Real. 16/05/2025. Haendel: Tamerlano. Paul-Antoine Bénos-Djian (Tamerlano). Thomas Walker (Bajazet). Katharina Ruckgaber (Asteria). Alexander Chance (Andromico). Helena Rasker (Irene). Matthias Winckhler (Leone). Freiburger Barockorchester. René Jacobs, director.
Es la segunda vez que la ópera Tamerlano de Haendel se programa en el Teatro Real, tras sus representaciones en el año 2008, entonces con Plácido Domingo cantando el rol de Bajazet. Era la época donde el cantante madrileño apuraba sus últimos personajes de tenor antes de pasar a abordar papeles de barítono y aprovechaba para añadir un rol más a su larga lista con un protagonista barroco que, extrañamente, estaba escrito para un tenor dramático por Haendel.
Esta es una de las originalidades de Tamerlano, y otra es el suicidio del citado personaje Bajazet, resultando el momento más intenso dramáticamente de la ópera y el más atípico y -como decía- original de toda la obra musicalmente hablando. Haendel rompe convenciones utilizando un intenso recitativo accompagnato y una fragmentación de la línea vocal que se encuentra dividida, agitada, llegando al culmen descriptivo usando silencios que entrecortan los últimos suspiros del personaje en forma de anhelantes notas a contratiempo hasta desaparecer. El resultado es absolutamente novedoso en la línea de la escena de la locura del también haendeliano Orlando, visto también en el Teatro Real la temporada pasada.
Hay otros estupendos momentos descriptivos compuestos por Haendel en Tamerlano, como el ‘combate de amores’ que describe en el primer aria de Asteria en forma de enfrentados diseños temáticos entre distintos grupos instrumentales; o la desafiante y amenazante aria ‘Empio, per farti guerra’ de Bajazet llena de tensión armónica y aristadas hemiolias.
Para esta ocasión se ha recurrido a una versión en concierto de la obra levemente actuada y con algunos toques de vestuario, con René Jacobs dirigiendo con limitada movilidad, pero muy apoyado por la estupenda Freiburger Barockorchester que le completó al director de forma muy profesional y destacada. Jacobs y orquesta consiguieron buenos efectos, como el bello y lejano pianissimo alcanzado en la citada escena de suicidio de Bajazet, y estuvo preocupado en otorgar variedad tímbrica, sumando un arpa (que se escuchó muy poco, la verdad) al bajo continuo; o destacando y haciendo salir a los instrumentistas de viento madera que protagonizaban cada aria, como hizo con el activísimo fagot. También, en este aspecto, hay que mencionar el añadido de dos clarinetes en el aria que canta Irene ‘Si, caro ti lascio’ cuando en las ediciones más comunes de la obra estos instrumentos no aparecen. El director también aportó algún detalle agónico discutible de su cosecha, como el accelerando final en el primer aria de Tamerlano, o el teatral parón al final del citado aria ‘Empio, per farti guerra’ más una última intervención a solo del violonchelo.
Se puede decir que fue una interpretación limpia y suficiente para descubrir los bellos pentagramas escritos por Haendel, además de estilísticamente muy adecuada, pero a la que faltó una última marcha en cuanto a intención, variedad de fraseo e ideas. Algo que también se puede decir, con sus más y sus menos, de todo el joven equipo vocal, que si bien fue a más después de la segunda parte, se comportó correcto pero un tanto falto de personalidad.
El Tamerlano del contratenor mezzo francés Paul-Antoine Bénos-Dujian destacó por su limpia coloratura, y fue de los pocos que arrancó el aplauso después de su decidida interpretación de su aria de furor ‘A dispetto d’un volto ingrato’ llena de saltos interválicos y sombrías oleadas en sol menor.
Su contrincante Andronico fue encarnado por otro contratenor pero de timbre más asopranado: Alexander Chance, de bella línea vocal, pero pasándolo mal en las partes de agilidad y cantando su parte con limitada expresividad.
La Asteria de Katharina Ruckgaber estuvo eficaz y correcta en todo su desempeño con su bello color juvenil, aunque sus intensas e importantes arias se hubiesen beneficiado de una voz con más claroscuros y un mayor empeño expresivo.
Poco ortodoxa la emisión vocal de Thomas Walker cantando Bajazet, desigual y a momentos problemática, aunque es verdad que resolvió con cierta suficiencia la difícil tesitura central y grave del personaje, y aportó acentos y meritorios instantes expresivos a su parte.
La holandesa Helena Rasker consiguió sobresalir con la voz más ‘hecha’ y timbrada de la noche realzando con ello sus bellas arias; yMatthias Winckhler cumplió cantando el personaje secundario de Leone.