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Patrimonio y gestación

04/05/24. L’Auditori. Obras de Joan Lamote de Grignon, Salvador. Brotons y  P. I. Tchaikovsky. Carlos Daza, barítono. Coral Cantiga. Cor Participatiu. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Salvador Brotons, dirección musical.

Concierto que mostró el compromiso de una institución musical publica, como es el Auditori de Barcelona, en su triple faceta de recuperación de patrimonio, generación de nueva obra de encargo y programación de repertorio. Comenzó el concierto con la recuperación patrimonial y la interpretación del Poema romàntic del pianista, compositor y director Joan Lamote de Grignon, figura importante y señera de la vida musical de principios de siglo en Catalunya. Fundador de la Orquesta Sinfónica de Barcelona en 1910, una especie de antepasado de la OBC, fundada en 1944 por Eduard Toldrà, Lamote de Grignon ofreció en este poema sinfónico de poco menos de veinte minutos, un oficio compositivo que bebe sin complejos del tardo-romanticismo germánico.

Su orquestación, rica en timbres y con un aire decadente muy straussiano, acaba en sus últimos cinco minutos finales con la voz solista de un barítono, aquí un terso y elegante Carlos Daza, quien interpretó con suficiencia y calidez en la emisión, los versos de Ramon Suriñach que concluyen la obra. La OBC mostró un trabajo ajustado y meloso en sus cuerdas, con detalles en las maderas en una lectura fluida y orgánica por un Salvador Brotons de gesto vivo que consiguió un sonido meloso y crepuscular, perfecto para la obra.

Completó la primera parte del concierto, una obra de encargo del Auditori, el estreno mundial del Te Deum de Salvador Brotons. Dentro de la programa “Ven a cantar con la OBC”, esta obra se le encomendó al flautista, compositor y director, Salvador Brotons, con una duración de poco más de un cuarto de hora. El catalán ha ofrecido una partitura donde la obra coral, para coro amateur, lo acompaña la voz solista de un barítono.

Brotons ha aprovechado la forma musical del Te Deum para construir una obra tonal de atractivo y eficiente lenguaje sonoro. El uso del latín, como antigua lengua universal europea, le da un carácter expansivo y común para poder ser interpretada por coros de todo el mundo, según palabras del propio Brotons. El contraste con la voz solista del barítono enriquece la obra, aquí de nuevo con un solicito y refinado Carlos Daza, quien dialogó con la orquesta en una tesitura de rango alto que encarnó con su meloso timbre sin problemas de tesitura.

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Con todo, la buena respuesta de la Coral Cantiga, más el Coro Participativo, de sonido grato y bien equilibrado en sus secciones gracias a la dirección de Montse Meneses -actual directora de la Cantiga- tapó en alguna ocasión las prestaciones solistas de Daza. Estos desequilibrios, sumados a una OBC de sonido generoso pero sin los matices necesarios para poder diferenciar al solista en los momentos de tutti orquestal y coral, ensombreció el trabajo general de los intérpretes de la obra, a la que le faltó mayor matiz en las secciones. A destacar la notable aportación de la sección de percusión, enriquecida en esta obra con xilófono, marimba, vibráfono, campanas o carillón.

Brotons dibujó con su gesto, nervioso y expansivo, las lineas de la obra, con un enérgico Sanctus, una rítmica orquestal de efectivo resultado y un estimulante Miserere que prefiguró un triunfal final de expansivo clímax.

La segunda parte la completó una atractiva interpretación de la tercera sinfonía de Chaikovski, en re mayor, op. 29, apodada “Polonesa”. Aquí Brotons sumó su enérgico y comunicativo gesto, con el mérito de dirigir de memoria, al empático trabajo y resultado de una OBC de gran flexibilidad y extroversión. El hecho de ser la única de las seis sinfonías de Chaikovski con tonalidad mayor también sumó a un efecto final lleno de colorido y cromatismo. Destacaron el trabajo de las maderas, clarinete, oboe, fagot, así como unos metales de radiante sonoridad.

Brotons incidió en el carácter romántico y teatral de la sinfonía, con un especial cuidado en el contraste de los tempi, vibrante fue el final del primer movimiento, arrancando aplausos por parte de un público que estalló casi de manera espontánea. Los contrastes, del Andante con el segundo Scherzo, dio la posibilidad de mostrar los equilibrios de la partitura, una obra que en sus cinco movimientos tiene un tono de proporcionalidad de espíritu que lo acerca más al romanticismo primigenio alemán.

El último movimiento, el idiosincrásico Tempo di polacca, rubricó un estimulante resultado final, para la sinfonía menos interpretada de Chaikovski. Meritorio resultado para una OBC que mostró un gran estado de forma bajo el podio de un director expresivo y gran conocedor de la obra.

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Fotos: © May Zircus