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El triunfo del buen gusto

Bilbao. 01/06/2024. Teatro Arriaga. Henry Purcell: King Arthur. Erika Tandiono, Carinne Tinney, Zsuzsi Tóth y Kristen Witmer (sopranos), David Feldmann, Damien Ferrante, Jan Kullmann y Korneel van Neste (contratenores), Olivier Berten, Rory Carver, Jacob Lawrence y Kiera White (tenores), Marcus Farnsworth, Lionel Meunier, Sebastian Myrus y Lorant Najbauer (bajos). Miren Gaztañaga (narradora). Vox Luminis. Coordinación musical: Anthony Romaniuk. Dirección artística: Lionel Meunier.

Dentro de la peculiar apuesta lírica del Teatro Arriaga en esta temporada la cita barroca era este King Arthur, semiópera de Henry Purcell que es obra relativamente habitual entre los grupos estables dedicados a la música barroca. En el caso que nos ocupa el grupo belga Vox Luminis fue el encargado de desarrollar la historia artúrica con el original uso de una actriz, Miren Gaztañaga, que narraba los principales hechos dramáticos que, como saben los que conocen la obra, apenas quedan reflejados en la música.

Porque lo primero es dejar claro qué es King Arthur. Hoy en día hemos asimilado la obra como ópera y así suele presentarse pero en sentido estricto estamos ante una pastoral dramática, una semiópera en la que se entremezclan personajes humanos sencillos, de carne y hueso con otros de la realeza, dioses, hadas y ninfas propios de la cultura británica y otros de la tradición germánica, como Wotan o Freia. Parte de los personajes participaban de la mascarada original en calidad de actores y recitaban su texto mientras que otros lo hacían cantando. De esta última parte se encarga Henry Purcell, dotando de bellísima música a algunos de los personajes. Se da la paradoja de que Arturo, Merlín y otros personajes claves en la mitología artúrica nunca intervienen cantando. Sí lo hacen, en cambio, otros como los pastores, el genio del frío, sirenas seductoras, ninfas del bosque o la misma Venus.

Así, el recurso de una persona que nos narre la historia paralela que no es sino el conflicto entre britanos y sajones y el surgimiento de una nueva nación Britania, que reunirá en sí a ambos pueblos es interesante y, hasta cierto punto, necesaria. Ello provocó en más de un espectador cierto desconcierto al esperar una ópera –así la presentaba el Arriaga- de desarrollo más “convencional”. Pero no, estamos en la Inglaterra de finales del siglo XVII y el mundo de la ópera todavía está por conocer las grandes transformaciones que posteriormente vivirá, tanto en el aspecto dramático como en el musical.

En definitiva, mientras la palabra de la actriz nos hablaba de grandes batallas, conflictos militares y políticos y engaños mágicos y seres fantasiosos, la música de Purcell apuesta más por los sentimientos más cotidianos de los seres humanos, como el deseo de una vida cómoda, el amor, el deseo o la tristeza; y también, del amor a la nueva patria, de la juerga, el gusto por la fiesta, por la cerveza y las consecuencias habituales tras una ingesta importante del licor de cebada. King Arthur es conocida, sobre todo en el mundo británico, por su número Your hay it is Mow’d and your Corn is Reap’d, del acto V, auténtico himno no oficial del país y página habitual en el último Prom londinense y en cualquier manifestación cultural nacionalista inglesa y que nace, precisamente, de una juerga de seres normales, felices de pertenecer a la nación emergente.

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La puesta en escena del grupo ha sido poco convencional. Sin decorado alguno, el grupo orquestal está dispuesto en el centro y el coro en semicírculo, detrás del mismo aunque con continuos movimientos que hacían que su disposición fuera casi imprevisible. Ni qué decir tiene que el nivel ofrecido por el grupo ha sido muy alto y la función, aunque poco convencional, ha sido brillante.

Curiosamente, el responsable musical del grupo, Lionel Meunier, es participante del coro como bajo y, además, tañedor de flauta mientras que Anthony Romaniuk es desde su clave más bien un coordinador, de ahí que haya decidido diferenciar ambas responsabilidades en la ficha técnica.

Los dieciséis miembros del coro ha estado a nivel excelente y doce de ellos han asumido distintos papeles solistas aunque por desconocimiento no pueda apuntar quién asumía cada papel. Alguno de los solistas presentaba alguna dureza y problemas de volumen y/o afinación pero el nivel general ha resultado sobresaliente. Creo que estos grupos son muy positivos en la medida en que saben entrelazar las responsabilidades personales –papeles solistas- con la colectiva –pertenencia al coro- y ello es muy positivo para que cualquier artista sea capaz de no perder la perspectiva de la importancia de la labor de todos y cada uno de los componentes en ese viaje que supone sacar una ópera adelante.

La actriz vasca Miren Gaztañaga, con la voz amplificada, ha completado su labor de narradora con sobriedad y pulcritud, siempre atenta al coordinador para acertar con el momento de su intervención. La orquesta, también, a nivel extraordinario, con algunos solistas –trompetas barrocas, percusión, violoncelo- a nivel excelente y solo podemos acabar resumiendo que nuestro encuentro con Henry Purcell fue más que agradable. El Teatro Arriaga presentaba muy buena entrada para la única función de este título y en este Bilbao encapsulado en la ópera italiana del siglo XIX tuvimos, al menos, la oportunidad de vivir en la sala complementaria una función de alto nivel en uno de los repertorios históricamente olvidados por la temporada de ópera oficial.

Fotos © E. Moreno Esquibel / Teatro Arriaga