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Arte y espiritualidad 

Bilbao. 21/06/2025. Teatro Arriaga. Ludwig van Beethoven: Missa Solemnis, op. 123. Mira Alkhovik (soprano), Nerea Berraondo (mezzosoprano), Michael Porter (tenor) y David Menéndez (bajo). Sociedad Coral de Bilbao, Orfeón Pamplonés y Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Nuno Coelho. 

Pocas obras propias del repertorio sinfónico-coral serán más exigentes que la Missa Solemnis, de Ludwig van Beethoven. No vamos a caer en leyendas urbanas sin base alguna acerca del supuesto odio que profesaba el compositor hacia las voces humanas pero hay que constatar que tanto los solistas como las dos agrupaciones corales que ocupaban el escenario del precioso teatro Arriaga tenían que hacer frente a una obra de enormes dificultades técnicas. Por ello,  conviene iniciar esta reseña apuntando el buen resultado final, lo que no es baladí. Valga como nimio ejemplo de ello el respingo que dio una espectadora cercana al término del Gloria, saliendo de su interior un suspiro eterno, como si todo su ser hubiera sido colmatado por la intensidad de la escena. 

Como ocurre con la Messa da Requiem, de Verdi –al menos como me ocurre a mí- tratar de penetrar en la parte espiritual de la obra parece esfuerzo baldío. Intuyo que Beethoven busca más el arte a través de la espiritualidad que no ésta a través de aquel. Y no quiero sino recordar antes de proseguir con estas líneas un hecho que me parece de justicia el reivindicarlo: tanto los componentes de la agrupación coral bilbaína como los de la navarra ensayan después de sus jornadas de trabajo; son amateurs. Y no quiero ni pensar en las horas y horas de trabajo que hay detrás de este concierto para sacar adelante esta magna obra. Por todo ello, les sea reconocido el esfuerzo para un resultado notable.

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El coro es y está omnipresente en esta obra. Los dos directores, Enrique Azurza, de la Sociedad Coral de Bilbao e Igor Ijurra, del Orfeón Pamplones pueden estar orgullosos del resultado. Con una ligera excepción en un breve descuadre en el Benedictus, todo discurrió de forma homogénea. Por mi localización en la sala de conciertos, demasiado cerca del escenario -sin perspectiva general del mismo- y demasiado escorado a la parte derecha del escenario no terminé de vivir con plena intensidad su labor pero ambas masas fueron capaces de atinar con la intensidad y complejidad del Gloria junto a frases de rica intimidad en el Sanctus. Zorionak!!

No se quedó a la zaga un cuarteto vocal que, sin grandes alharacas, sacó adelante una parte muy exigente. La soprano rusa Mira Alkhovik enseñó una voz timbrada y aunque por mi mencionada disposición la tenía algo lejos, dio la necesaria relevancia a su parte. La navarra Nerea Berraondo estuvo más cómoda en la franja aguda de su parte  en la que la voz aparecía con cuerpo y densidad, pasando más inadvertida en sus notas más graves. En su gestualidad fue la más implicada del cuarteto. El tenor estadounidense Michael Porter enseñó esa voz típica anglosajona, de timbre algo metálico, pero se mostró seguro y resuelto en todo momento. Finalmente, reconozco mi sorpresa al anunciarse la presencia de un barítono lírico en una parte que, tradicionalmente, fue  abordada por bajos profundos como Gottlob Frick, Martti Talvela o Cesare Siepi pero hay que reconocer que el asturiano David Menéndez sorprendió con unas prestaciones de enorme dignidad; lógicamente, estuvo más seguro en la zona aguda, muy exigente para un bajo, pero suficientemente sonoro en las notas graves, que no son pocas.

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Nuno Coelho dirigió con gesto teatral y efectivo a una Orquesta Sinfónica de Bilbao que respondió de forma sobresaliente. Hay que subrayar la labor de su concertino, Giulia Brinkmeier, colocada en lugar de solista durante el Sanctus y que ayudó con un sonido cristalino. Es de desear que este éxito sea una pista en la búsqueda de las soluciones a los problemas organizativos que acucian a la entidad y a las que está haciendo frente la nueva dirección de Iñigo Alberdi.

El teatro estaba llenó. Por mucho Beethoven que sea, no es esta una obra fácil de levantar y no queríamos perdernos esta oportunidad. La respuesta durante el concierto fue respetuosa y al final se aplaudió con fervor a todos los implicados, lo que es justo. Incluso pudimos vivir una ligera pérdida de tensión en la luz y el sonido de los truenos que llegaban a la sala, nítidos, acompañando un concierto hermoso.

Fotos: E. Moreno Esquibel / Teatro Arriaga