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Prima l’orchestra e poi il canto

Bayreuth 10/09/24. Markgräfliches Opernhaus Bayreuth. Antonio Vivaldi: Orlando furioso. Y. Mynenko (Orlando), G. Bridelli (Alcina), A. Venditelli (Angelica), S. Runje (Bradamante), T. Mead (Ruggiero), C. Brunello (Medoro), J. Coca Loza (Astolfo). Marco Bellussi, dirección de escena. Il Pomo d’Oro. Francesco Corti, dirección musical y clave.

Culminación de la V edición del Festival Barroco de Bayreuth con la segunda producción de ópera: un Orlando Furioso de Vivaldi donde reinó imperial una orquesta y un director en estado de gracia, Il pomo d’Oro y Francesco Corti.

Después de haber ofrecido óperas de Porpora, Vinci, Bononcini, Händel y Monteverdi en sus ediciones anteriores, Max Cencic, el “renacentista” y polifacético director artístico del Festival, ha apostado por programar el título más popular e interpretado de il prete rosso.

Anunciado como el estreno alemán de la ópera, cosa bastante cuestionable puesto que es sabido que se ha escenificado más de una vez en tierras germanas. Este Orlando vivaldiano, en su edición de 1727, la más interpretada e internacional de sus óperas, se ha podido ver en una coproducción con el Teatro Comunale di Ferrara y el Teatro Pavarotti di Modena junto al Bayreuth Baroque Opera Festival. 

Mas allá de un reparto vocal adecuado, pero sin una voz que sobresaliera a nivel superlativo, lo que sí hizo justicia a la que es considerada una de las mejores ópera barrocas de todos los tiempos, fueron las prestaciones de un Il pomo d’Oro extraordinarios. Desde los encargados del bajo continuo: Ludovico Minasi al chelo, Maria Shabashova al clave, Juan José Francione a la tiorba y Vanni Moretto al contrabajo, pasando por solistas como Marcello Gatti en la flauta o la renombrada Zefira Valova como primer violín. La famosa fúria vivaldiana estalló de manera vibrante, teatral y mórbida.

Ayudó por supuesto la dirección vívida, constrastada y llena de mil matices de Francesco Corti. Atento a la calidad de una orquestación de una generosa madurez y magnífico acompañante de unos solistas vocales que han de lidiar con una escritura vocal muy demandante. Orquesta y director fueron lo mejor de una ópera magnifica que justifica la calidad de Antonio Vivaldi en su faceta operística como uno de los faros del periodo.

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Como rol protagonista, el contratenor Yuriy Mynenko aportó su gran versatilidad, técnica y agradable timbre carnoso y flexible. Es cierto que teniendo las arias más conocidas y lucidas, por alguna razón, quizás el estilo vivaldiano, con sus contrastes y coloraturas endiabladas, no sean el que más haga brillar a un solista que ha demostrado en ediciones anteriores que es un magnífico contratenor. Aquí convenció pero sin brillar especialmente en ninguna de sus intervenciones, más allá de su reconocida aria di sortita: Nel profondo o la paradigmática Sorge l’irato nembo del acto segundo. Su famosa escena de la locura, que dramáticamente Vivaldi construyó con una lucidez de gran modernidad teatral, pasó algo desapercibida lastrada también por una régie poco imaginativa.

Alcina, rol interpretado por la mezzo italiano Giuseppina Bridelli, aportó una presencia teatral realzada con un vistoso vestido brilli-brilli que sumó la magia necesaria para una de las hechizeras más famosas de la historia de la literatura operística. De timbre oscuro, flexibilidad vocal considerable pero emisión algo retrasada, Bridelli fue una seductora Alcina, más por su convicción teatral y estilo que no por una sensualidad mermada de un timbre algo opaco. Su aria Amorosa ai rai del sole, con la que se cierra el acto I fue una de sus mejores intervenciones.

Impecable, brillante y resuelta con un timbre fresco y comunicativo la Angelica de la soprano italiana Arianna Venditelli. Solo se le podría reprochar una mayor gama de matices en sus variaciones para un estilo en el que podría dar mayores logros en su reconocida carrera basada sobretodo en Mozart y Rossini.

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La mezzo Sonja Rune fue un aguerrido y muy elegante Bradamante. Con un timbre de color personal y de gran carisma escénico, sumó un fraseo cuidado, buena articulación y un canto empático que llegó al público. Brilló en momentos como su aria del segundo acto Se crece un torrente.

La contralto Chiara Brunello compuso un Medoro sensible y de tersos matices como enamorado de Angelica. La voz de un atractivo color oscuro aporto el contraste tímbrico necesario con la voz sopranil de Venditelli. Destacó en su aria Qual candido fiore del acto II. 

Profesional y experimentado, el contratenor británico Tim Mead supo aprovechar uno de los momentos culminantes de la ópera a nivel musical con su hermosa aria, con solo de flauta obbligato: Sol da te, mio dolce amore, del acto I. Mead versó su timbre terso y voluble con gran sinceridad musical y expresión.

De atractivo color y extensión el bajo boliviano Jose Coca Loza (n. 1989) lució como hábil Astolfo, brillante en su aria Benché nasconda, del acto segundo. Algo rudo en la emisión cosa que incidió en una caracterización más que adecuada, demostró conocimiento del estilo barroco y que posee un instrumento interesante, de atractivas facultades, que lo han llevado a ser una de las voces latinas más demandadas en la actualidad en este repertorio.

La producción firmada por Marco Bellussi resultó bastante anodina. Lastrada por unos recitativos que a nivel musical sonaron excelsos pero que a nivel dramático no estuvieron bien resueltos y dieron la sensación de una teatralidad letárgica y discursiva. Además, el transcurso de la ópera fue de más a menos con un tercer acto demasiado lleno de recitativo y con poca música y arias que dejaron el final con la sensación de un soufflé que se fue deshinchando. Corrección y profesionalidad en las prestaciones del Coro dell’Accademia del Santo Spirito.

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Fotos: © Marco Caselli