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La sombra de Wagner es alargada

29/10/24. Palau de la Música Catalana. Obras de Mahler y Brucker. Anima Eterna Brugge. Sarah Connolly, mezzosoprano. Heras-Casado, dirección musical.

Madurez y profesionalidad de Sarah Connolly, una orquesta de indudable carisma sonoro y la batuta del siempre estimulante Pablo Heras-Casado, fueron los protagonistas de otra atractiva cita del ciclo Palau 100 en el Palau de la Música Catalana en Barcelona. 

Se volvía a presentar en la Ciudad Condal la admirada y querida mezzo Sarah Connolly con una obra tan reverenciada y de repertorio como los Rückert Lieder de Gustav Mahler. Si bien la voz de Connolly ya muestra signos de fatiga por su dilatada carrera, con unos graves poco sonoros y tirantez en los agudos más comprometidos, la británica sabe solventar esas carencias con una lectura íntima y basada en una elegante expresividad. Así hasta llegar a los últimos lieder, los más icónicos y representativos del ciclo, no hubo un verdadero gozo del conjunto orquestal y vocal. 

Con Um Mitternacht, donde la orquesta también se metamorfoseó entre el timbre candoroso de la mezzo, con un Heras-Casado muy atento a no tapar a la solista, Connolly destapó el jarro de las esencias y se entregó al texto y los colores de la escritura vocal con el carisma que siempre la ha caracterizado, apelando a la nobleza y la profundidad. En Liebst du um Schönheit, de tempo presto y bien camaleónica entre la orquestación mahleriana, la mezzo se entonó con una simbiosis de sinceridad emotiva y resolución canora, límpida y honesta. Pero fue con el siempre trascendente Ich bin der Welt abdhanden gekommen, donde el diálogo solista vocal, con los solos de las maderas de una Anima Eterna Brugge bien empastada y sigilosa, donde la trascendencia mahleriana rozó su mejor versión. 

Si como bocado previo, de solemne paladar, los Rückert pudieron hacer recordar a la melosidad de los Wesendonck Lieder wagnerianos, la sombra de Wagner volvió a hacerse presente con la sinfonía núm. 3 de Brucker, la dedicada a Wagner, e interpretada en su primera versión de 1873, donde las referencias a las óperas del compositor de Tristan und Isolde, son más identificables que no obvias.

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Hay que señalar que el sonido de la orquesta Anima Eterna Brugge, con Mahler ya dio signos de una personalidad marcada, con la sinfonía de Brucker, la calidez de sus metales y vientos maderas se hicieron notar con mayor carisma. Con un Pablo Heras-Casado atento a la articulación y el desarrollo orgánico de los temas, la tercera sinfonía se fue desflorando con un mimo por los detalles y un sonido carnoso y templado donde las referencias wagnerianas se iban diluyendo en medio de la grandiosa orquestación bruckneriana.

Un tema de Die Walküre en el primer movimiento, la dormición de Brünnhilde, se percibió onírica y casi sinestésica, con un buen balance de la percusión y unas cuerdas muy expresivas. En el movimiento más largo de la sinfonía, la batuta del granadino mostró una solemne gracilidad, sin exageraciones e incidiendo en un discurso sonoro fluido, mezcla de mayestática grandeza y de un hipnótico lirismo.

Los contrastes típicos de la orquestación bruckneriana, con sus tutti, sus momentos de poesía íntima y sus silencios previos a ráfagas de fuerza sinfónica, se articularon con extremo cuidado del fraseo en unas cuerdas de sonido terso, combinadas con unas maderas envolventes.

Si bien hubo algún sonido agrio desde las trompas y trombones en el primer y segundo movimiento, el pulso dramático de la lectura nunca decayó. Es más, en los contrastes entre el Adagio del segundo movimiento, acariciado con un lirismo ensoñador y con las referencias al coro de los peregrinos de Tannhäuser, y el Scherzo del tercer movimiento, quizás el mejor conseguido por tensión y resultados, la sinfonía se creció en expansión y personalidad.

Quizás pecó algo de discursivo el Finale, pero también es cierto que no es la sinfonía de Bruckner más accesible por su desarrollo temático y complejidad técnica. Con todo, una oportunidad única de disfrutar de la versión original de la sinfonía número 3, quizás la menos habitual en las salas de los conciertos. No en vano es la sinfonía de la que existen más versiones autorizadas y retocadas por el propio Bruckner, ¡hasta seis!.

Todo un ejercicio de estilo por parte de Heras-Casado, quien no deja dudas de su familiaridad con este repertorio y con Wagner, presente entre las notas y el estilo de ambos compositores. Un Wagner que ha entronizado al director granadino entre la élite de las batutas de un repertorio en el que la exigencia y competitividad son de altísimo nivel, y el español los suple con nota. ¡Bravo!

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Fotos: © Toni Bofill