© Toni Bofill
El vuelo del cisne
Barcelona 09/05/25. Palau de la Música Catalana. Ciclo Palau Grans Veus. Schwanengesang, D. 957 y otros lieder. A. Schuen, barítono. D. Heide, piano.
Desde su debut en Barcelona, en marzo del 2021 en el Auditori de Barcelona y bajo la programación de la 29ª edición de la Schubertiada, el barítono sudtirolés André Schuen (n. 1984) se ha afianzado como una de las voces más aclamadas y celebradas de su generación.
En su último recital en el Palau de la Música, una Liederabend dedicada al Schwanengesang (El canto del cisne) y otros lieder, volvió a demostrar porqué es un primer espada en este género. Calidad y madurez vocal además de una elegancia estilística irreprochable.
La voz ha ganado en colores, sobre todo con un centro y unos graves aterciopelados y mórbidos que parecen acercarlo a la tesitura de bajo-barítono, aún siendo como es un barítono lírico pleno.
Así fue como demostrando una soltura, seguridad y control del instrumento, paso algo desapercibido un lied tan icónico como Ständchen, D. 957/4 donde faltó mayor incisión expresiva y un sonido menos genérico que rozó cierta rutina estilística.
Contrastó esa impresión propia de un artista que puede caer en la autocomplacencia, sabedor que posee un instrumento que solo por su simple escucha, enamora por la calidad de la emisión, lo homogéneo de la tesitura y un color de frondosidad cromática irresistible.
Con todo, Schuen demostró la gradación de colores en un registro que administra con total naturalidad, sin ningún sonido feo o duro. Así cantó un estimulante Krieger Ahnung, D 957/2 donde profundizó en la búsqueda de matices, expresión y narratividad.
En esta primera parte del recital los contrastes entre lieder fueron una tónica buscada. Las preguntas al viento de Frühlingssehnsucht, D 957/3 donde el juego de dinámicas con Heide marcó una complicidad que reinó durante todo el recital. O un sorprendente Aufenthalt, D 957/5 donde la dulzura de sus graves remarcaron con acentos dramáticos el espejo del alma atormentada del amante frente a una naturaleza fiera y primigenia.
Fraseo paladeado, pausas dramáticas y una turbadora belleza hedónica en el canto marcaron un In der Ferne, D.957/6 que buscó, y casi consiguió, parar el tiempo. Fue su mejor interpretación del bloque de la primera parte.
En la segunda parte, destacó la cantinela casi hipnótica de Der Wanderer an den Mond, D 870, que dio paso a un Wiegenlied, D. 867 donde la melosidad del canto meció al oyente cual nana ensoñadora.
Hay que remarcar de nuevo el acompañamiento, sobrio y envolvente de un Daniel Heide que se plegó a las numerosas inflexiones vocales de Schuen como la suela de un zapato hecho a medida.
La voz del barítono se encuentra en una etapa de madurez donde los colores y las filigranas conseguidas con los matices, demuestran que su instrumento tiene todavía mucho que ofrecer.
Así fue como se pasó de la crudeza existencial de Der Atlas, D. 957/8 a la melodiosa y marítima Das Fischermädchen, D. 957/10, la casi impresionista Die Stadt, D. 957/1, la contemplativa Am Meer, D. 957/12 o la paradigmática Der Doppelgänger, D. 957/13, un preciosista bloque con textos de Henrich Heine que volvió a mostar lo mejor del transalpino.
Un Liederabend de un artista en un punto dulce de su carrera. Su canto del cisne alzó el vuelo con la belleza de los elegidos.